"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 29 de diciembre de 2013

Santa Maria Madre de Dios

Santa María Madre de Dios
01 de Enero

Hoy primer domingo después de la fiesta de la Natividad del Señor se celebra el día de la Sagrada Familia, sin embargo todo lo escrito en el mes de Agosto fue dedicado al tema de la familia así que no creo que valga más reflexión por ahora, en su lugar intentaré exponer un tema dogmático que no se comprende tan fácil a veces ni por los católicos y con mucha más razón por quienes no son católicos, de los cuales muchos leen estas líneas y con quienes semana a semana comparto gratamente, sin necesidad de acuerdos, simplemente nos damos el gusto de compartir.

Me refiero al título de María Madre de Dios, primera fiesta en el calendario civil ¿Es que acaso Dios tiene Madre? Porque sí es así ha tenido un principio y la fe del Credo profesa un Dios existente desde siempre y creador no creatura, como escribió Ratzinger «¡Una mujer, madre de Dios! He aquí, de hecho, la gran paradoja. Dios se empequeñece. Se hace hombre, y con ello acepta también la condición de ser concebido y parido como un ser humano» [1].

La respuesta al tema de María Madre de Dios no se explica desde la mariología sino desde la cristología, como debe ser todo lo que se diga de María, por ello me veo forzado a hacer algunas acotaciones dogmáticas muy puntuales sin entrar en el detalle pues sin duda exigirían más que escribir:

1.      Dios es Dios desde siempre y desde siempre ha sido Padre, porque el Hijo siempre ha existido (relación de filiación).

2.      El Hijo no ha sido creado sino que es de la misma naturaleza (ou.si,a, ousia [2]) que el Padre, es decir es engendrado, por tanto posee en sí toda esa naturaleza de Dios, por ello es Dios.

3.      Por lo anterior Jesús ha asumido en su vida la totalidad de la condición humana sin perder nada de su condición divina, es decir en Jesús se dio la unión de las dos naturalezas (u.po,stasij, hypostasis) la humana y la divina.

4.      Quien ha nacido de María no es un ser humano posteriormente “divinizado” (herejía adopcionista)  sino que ha nacido un ser humano con todas las condiciones humanas pero que siendo Dios no pierde nada de ello y por tanto desde la encarnación se ha encarnado Dios mismo en la persona del Hijo, que es el mismo Dios (Trinidad).

El panorama histórico para llegar a estas y otras conclusiones es muy amplio, son cientos de años los que están de por medio, pero para la mejor comprensión habrá que citar rápidamente tres herejías que llevaron a la Iglesia a definir dogmáticamente que María es la Madre de Dios:

a.       El primero en escena es Arrio, sacerdote nacido en el 260. En su reflexión sobre Cristo plantea en grandes líneas que: El hijo no existió desde siempre, fue creado y no engendrado por tanto no es Dios, de esta forma quien nace de María no es Dios. Las implicaciones de la doctrina arriana en la historia de la Iglesia son impresionantes, hasta la fecha inclusive.

b.      En el centro de las herejías se haya Apolinar de Loadicea, Obispo hacia el 361, planteo que en Cristo todo lo humano actuaba, menos en su racionalidad, es decir que no pensaba como humano sino exclusivamente como Dios; el problema de este planteamiento era que entonces en Jesús no se dio una unión de las dos naturalezas como lo ha creído la Iglesia.

Estas dos primeras herejías y otras corrientes (ej. Gnosticismo) hacían que para la época ya existieran corrientes que debatían el título de Madre de Dios que se le daba a María, por ejemplo la Tradición desde el inicio ya reconocía tal honor, autores como Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lion y con mayor precisión Alejandro de Alejandría a quien se le atribuye usar por primera vez el término “Madre de Dios” eran celosos de cuidar esto, pero a partir de las posturas de Arrio otros autores declararon que María no era “Madre de Dios” (the,otho,koj, theothókos) sino “Madre del hombre” (antropothokoj, antropothókos) esto porque como vimos Arrio decía que Jesús no era Dios.

En medio de este panorama convulso aparece la figura de Nestorio patriarca de Constantinopla (428-431) quien tratando de solucionar el conflicto teológico-dogmático que se presentaba expuso su doctrina pero en su intento estableció una nueva herejía que llevaría su nombre, el Nestorianismo:

c.       Jesús es una persona compuesta que no es ni el Hijo de Dios ni un simple hombre, sino una persona nueva, por lo que no se le pueden atribuir las propiedades divinas al hombre ni las propiedades humanas a Dios, con esto quien nace de María es un “tercero” pero nunca el Hijo de Dios.

En respuesta a Nestorio y los graves problemas que el título de Madre de Dios estaban generando la Iglesia en el Concilio de Éfeso (431)  manteniéndose en la línea de los cuatro puntos que expuse al inicio, declaró oficialmente que “María es Madre de Dios” dice el texto del concilio:

Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Santa Virgen y luego descendió sobre Él el verbo, sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne. De esta manera (los santos Padres) no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios (theothokos) a la santa Virgen, no ciertamente porque la naturaleza del Verbo o su divinidad hubiera tenido origen de la Santa Virgen, sino porque nació de ella el santo cuerpo dotado de alma racional, a la cual el Verbo se unió sustancialmente, se dice que el Verbo nació según la carne [3]

De esta forma el concilio de Éfeso daba por cerrada la discusión dogmática a lo interno de la Iglesia sobre el tema de la “Madre de Dios” y con lo que he subrayado creo debe de entenderse claramente la posición eclesiástica, María no da origen a la naturaleza divina de Jesús, la asume en su vientre mientras que dotando a Jesús de su cuerpo (alma racional) se unen (hypostasis) sustancialmente ambas naturalezas, verdadero Dios y verdadero Hombre y por ello y la entrega maternal con la que da vida y acompaña a Jesús en su madurez es ciertamente la Madre de Dios. Vale agregar que de este Concilio nació la parte del "Dios te salve" que dice "Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte", queda claro el porque de la frase que rezamos.

Hasta acá no hemos hecho más que un somero recorrido por la historia de la Tradición que justifica el título “Madre de Dios”, hay que reconocer que desde la Escritura también podría realizarse un análisis, sin embargo haría muy largo este comentario.

Quizás valga solo algunas acotaciones a los textos que se leerán el miércoles, de Pablo el indispensable texto a los Gálatas 4,4 y del Evangelio de Lucas 2,16-21.

Del texto paulino rescatar la frase (v.4a) “Pero al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su hijo, nacido de mujer…” la traducción “nacido” no es la mejor de todas pues el verbo en griego es mucho más profundo que simplemente “nacer”, el verbo gi,nomai (guinomai) expresa la dependencia total de lo que se da de quien lo da, el verbo expresa que el hijo de Dios llega a existir por una mujer y con la implicación de una mujer, es decir María no es una receptora pasiva sino que participa activamente de la maternidad del Hijo de Dios, es la Madre de Dios porque participa de la encarnación. Para profundizar más al respecto esta parte de la homilía de Benedicto XVI ayuda:

En el pasaje de la carta a los Gálatas san Pablo afirma: “Dios envió a su Hijo nacido de mujer” (Gal 4,4). Orígenes comenta: “Mira bien que no dice: nacido a través de una mujer, sino nacido de mujer”. Esta aguda observación del gran exegeta y escritor eclesiástico es importante porque, si el Hijo de Dios hubiera nacido solamente a través de una mujer, en realidad no habría asumido nuestra humanidad, y esto es precisamente lo que hizo tomar carne de María. Por consiguiente la maternidad de María es verdadera y plenamente humana. En la frase “Dios envió a su Hijo nacido de mujer” se halla condensada la verdad fundamental sobre Jesús como Persona divina que asumió plenamente nuestra naturaleza. Él es el Hijo de Dios, fue engendrado por Él; y al mismo tiempo es hijo de una mujer, de María. Viene de ella. Es de Dios y de María. Por eso la Madre de Jesús se puede y se debe llamar Madre de Dios.[4]

El texto de Lucas la frase que sentencia la fuerza de la maternidad de María habrá que hallarla en 2,19 “María por su parte, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”, en lo personal me llama la atención el “por su parte” esta frase se usa cuando se desea hacer notar una diferencia de actitud entre personas, es decir el texto nos está diciendo que María no actuaba igual ante las cosas que Jesús hacía, ella era diferente, no sabemos que pasaba solo que se refugiaba en su corazón. Ese refugio y ese “por su parte” solo puede ser posible porque en ella actúa una realidad, un vínculo profundo con su Hijo, que le hace comprender que siendo su Madre también está ante su salvador, y en lo tibio de la duda, se sabe Madre del Salvador que es Dios mismo.

Hoy por hoy la Iglesia no duda en llamar a María “Madre de Dios” y da a ella un lugar especial entre el pueblo de Dios, pues es la primera Bienaventurada, sin embargo la Iglesia sigue teniendo claro que toda la alabanza y la Gloria es al Padre por el Hijo y nunca en su doctrina ha pretendido ubicar por encima de ello el sano culto a la Virgen, otra cosa será lo que en lo “popular” se haya desarrollado. Cristo es la Cabeza de la Iglesia y con Él caminamos hacia el Padre, en María Madre de Dios vemos el espejo de la Iglesia como decía Pablo VI y en ella encontramos el modelo de vida que nos acerca a Cristo, único camino al Padre.

Paz y Bien.

[1] Ratzinger, Joseph, “Dios y el mundo”. p.275
[2] Sustancia, es la traducción más precisa.
[3] DzH 251
[4] Benedicto XVI, Homilía en las Vísperas (31-12-2006)

domingo, 22 de diciembre de 2013

Él se ha encarnado

Mt 1,18-24

Todos estos domingos de adviento nos han venido proponiendo temas y figuras a través de las cuales reflexionar nuestras actitudes de cara al acontecimiento de la natividad de Jesús, hoy a tan solo días de rememorar aquel momento único en la historia las palabras de Pablo hacen un eco profundo en el corazón de cristiano “a vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1,7).

El evangelista Mateo es muy breve al presentar el tema de la encarnación, comparándolo con Lucas que es quien más se detiene en ello. Mateo abre su evangelio mostrando las raíces judías de Jesús y su clara descendencia del trono de David, pero en el versículo 16 del primer capítulo hace una pequeña variación, no pone a Jesús como descendiente de José, sino de María de quien dice Mateo, nació Cristo. Allí en ese pequeño juego de palabras ha escondido Mateo el misterio de la encarnación, Jesús no ha dependido de José para nacer, porque es el Cristo, José asume la misión de darle identidad social a Jesús, una identidad que le ubica en línea con David, pero que no agota todo lo que Jesús es. La encarnación, escondida en ese v.16 queda reafirmada más adelante cuando se dice que María “se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo” (v.18c). De esta forma Mateo nos presenta como Dios se encarna y se hace parte de nuestra realidad.

Mateo le da más protagonismo a José que a María, es un tema estratégico del autor, que desea reafirmar el linaje davídico de Jesús frente a la comunidad que lee su evangelio, sobre todo a la luz de las palabras de Isaías y lo reafirmará con la profecía de la doncella “la doncella concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel” Is 7,14b. Al respecto la mayoría de las versiones latinas han traducido “la virgen”, tomando como base la traducción de la Biblia de los LXX, sin embargo el texto hebreo original menciona la palabra ´almah que significa: doncella o joven recién casada.

Sin entrar en los detalles de la discusión, lo cierto del caso es que José comprende lo que está sucediendo en María y asume la responsabilidad del hecho y hasta ahí llega Mateo el tema de José; si prestamos atención entonces para Mateo el tema no es tanto el papel de María o de José, sino lo que el acontecimiento mismo representa y que lo define el nombre que el ángel le revela a José: Emmanuel. Lo relevante no son los padres, lo relevante es que “Dios está con nosotros”.

El misterio de la Encarnación del Verbo no pasa por la humanidad de sus padres, sino por el momento en donde Dios Hijo desde siempre existente asume nuestra totalidad humana y siendo verdadero Dios y verdadero hombre, viene a traernos el Reino de Dios a nosotros, como muestra del amor eterno del Padre que no duda en entregar a su único Hijo.

Hoy, en medio de la convulsionada sociedad, se ha perdido de perspectiva el hecho de que Dios se haya encarnado, pasa casi como un imperceptible, como si fuese un nacimiento más; en medio de las luces, los regalos y el liberalismo de consumo, La Encarnación ha dejado de ser asumida como el hecho de “Dios con nosotros” casi acomodándolo a un “nosotros con Dios”.

Hay un temor terrible de enfrentar la pregunta ¿Cómo tu Dios siendo quien eres has podido asumir nuestra condición humana?, y mientras que los cristianos la evadimos, otros racionalistas se deleitan atacando nuestra incapacidad de dar respuesta o bien los más fanáticos religiosos se contentan con respuestas que rayan la heterodoxia más sublime.

El P. González de Cardedal aseveraba que “… la encarnación inicia en el seno de María y finaliza con los brazos extendidos de Jesús en la Cruz”; es decir lo que rememoramos en navidad no es solo el acontecimiento puntual del nacimiento del Verbo sino que recordamos su vida, toda ella, la vida de Dios mismo entre nosotros. No puede entonces sino entristecer el hecho de ver tanta cosa banal alrededor de tan hermoso momento.

Pero depende de usted y de mí que pueda ser diferente; depende de usted y de mí que realmente celebremos el hecho de Dios mismo que se dona por nosotros, que logremos trascender de lo simplemente material a la acción de amor que el acto merece, ahí con los suyos sepa recordar lo realmente importante; no se trata del cumpleaños de Jesús, se trata de ese momento que cambió nuestra historia, el momento mismo en que el tiempo dejo de correr y se detuvo para insertarnos en la eternidad de Dios.
 

¡Feliz Navidad Amigos, Una feliz y VERDADERA Navidad!

 Paz y Bien,

JAVC

domingo, 15 de diciembre de 2013

La duda del Bautista


La vida de fe siempre en algún punto se transforma en duda; no existe cristiano que no haya vivido un momento de duda en su fe, y esto es así porque hacer calzar el mensaje de Jesús con lo que la cotidianidad nos propone no siempre es sencillo. En todo caso habrá que decirlo tal como los especialistas en espiritualidad lo dicen, que son esos momentos de duda los que realmente afirman el don de la fe.

El texto de Mt 11,2-11 vuelve a retomar la figura de Juan el Bautista, pero ahora ya no libre como en la lectura de la semana pasada (Mt 3,1-12) sino en la figura de un encarcelado. Del texto de esta semana vale rescatar que es la primera vez que en el Evangelio de Mateo Jesús recibe el título de “Cristo” (v.2), que en su interpretación original en Mateo refiere al “mesías de Israel”.

Juan encarcelado manda a preguntar a Jesús ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?(v.3). Esta pregunta es extraña en Juan quien al inicio del Evangelio mostraba una actitud distinta, recordemos que es Juan quien le dice a Jesús “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti,   y vienes tú donde mí?” (Mt 3,14b).

Entonces cabe preguntarse ¿Qué pasó? ¿Por qué este cambio de actitud en Juan?

La exégesis del texto de hoy no es sencilla y son varias las líneas por las que hay que leer lo que sucede, sin embargo tratando de resumir (con todos los riesgos asumidos) habría que proponer dos elementos como fundamentales en la actitud que muestra Juan, y ambos son de naturaleza muy humana:

a.       Si efectivamente el Bautista estaba encarcelado, es evidente que la situación de aislamiento haya producido en él un estado de “desesperación” que le llevase a dudas fundamentales en su fe y conociendo a Jesús era para él necesario saber que estaba haciendo este.

b.      El segundo elemento procede de la Escritura misma y está “escondido” en la lectura de la semana pasada, Juan decía “… Él os bautizará con espíritu y fuego” (Mt 3,11c), cierta dificultad representa a que se refiere con Espíritu, pero esa no es la que hoy puede interesarnos sino la palabra “fuego”, el texto griego utiliza la palabra πῦρ (pir) que en su primera acepción significa eso exactamente “fuego”, de hecho de ahí deriva nuestra palabra “pirotécnico”, sin embargo πῦρ según el contexto puede llevar implícito esa fuerza necesaria para luchar para cobijar y dar calor a muchos que lo necesitan pero a través de una lucha fuerte y en el caso de Juan el Bautista así lo han definido los exégetas «El Bautista echaba de menos en la persona y la actuación de Jesús  precisamente el rasgo que él en su predicación más había destacado, el bautismo de fuego del juez que- castiga. Echaba de menos  a demás el éxito arrollador en el pueblo y la confesión clara y abierta de que él era realmente el Mesías» [1].

 Juan era el profeta escatológico, es decir el que anunciaba la llegada del Reino de los Cielos, pero al igual que sus hermanos judíos, el gran libertador sería como David un Rey Guerrero, de lucha (Fuego, πῦρ) que los liberaría de la “esclavitud” imperial romana. La visión de Juan para con Jesús era la que Isaías anunciaba en el Antiguo Testamento. Pero ahora estando en la cárcel se enteraba que la predicación de Jesús no era ese “fuego” de lucha que esperaban sino que iba por otro lado, que alentaba al amor al perdón y la misericordia y eso para Juan era causa de confusión, por ello urge a sus discípulos que vayan a preguntarle a Jesús ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?(v.3).

Pero Jesús se da cuenta de la duda de Juan y no solo eso sino que la entiende y en lugar de mandar a decirle un “sí” directo, que es lo que en Teología Bíblica se conoce como el “silencio mesiánico” (Jesús nunca se declara a sí mismo mesías), Jesús le responde a Juan desde la fuente misma de su duda y tomando diferentes partes del libro de Isaías le dice “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (v.5). Jesús no está pensando tanto en lo que Él hacía, sino en lo que Isaías decía eran características del Mesías y como Juan está tratando de ver en Jesús el mesías anunciado por Isaías Jesús le responde con las palabras mismas del profeta. Nada se dice de la reacción de Juan a la respuesta de Jesús, aunque tácitamente está claro que ha de haber entendido el mensaje cifrado de Jesús que en el fondo lleva el “Yo Soy”, no deberíamos dudar de que Juan ha comprendido lo que Jesús le manda a decir.

Y en la respuesta de Jesús, Juan ha encontrado fuerza para su esperanza y no cabe duda que cuando la esperanza se anima, el corazón se llena de una alegría impresionante, casi indescriptible, una alegría como es el nombre del tercer domingo de adviento “Gaudete” – alegría, regocijo - , una alegría y regocijo que viene de la cercanía del gran momento en que recordamos como el Verbo siempre existente, engendrado por el Padre desde la eternidad asume nuestra condición humana en pleno y se acerca a nosotros, he allí que toma sentido la frase de la Carta de Santiago que la segunda lectura propone “Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca” (St 5,8).

Esperar no es sencillo, por eso la liturgia de la palabra nos pone como ejemplo la duda de Juan, porque esperar y desesperarse es ciertamente humano y en la vida de fe se vale, sin embargo Juan también nos da el ejemplo, ante la duda consulta, lo peor que el cristiano puede hacer ante una duda de fe es encerrarse en sí mismo tratando de cuidarse de la respuesta o buscándola dentro de sí. Hoy la propuesta del Gaudete es la de animarnos aún en medio de las dificultades que estemos viviendo pues está cerca el momento en que nos es recordado que Dios se hizo uno de nosotros.

El Papa Francisco para este adviento nos compartió la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” -La alegría del Evangelio-, que merece ser leída y comprendida, pero que inicia con esta hermosa frase «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».
 
Esta pequeña frase resume la esencia del Gaudete, que hoy se nos dibuja en la duda del Bautista, en Jesús siempre nace y renace la alegría. Cabría preguntarse ¿y cuál es esa alegría en medio de tantos que sufren pobreza (material y/o espiritual)?, esa alegría es la que usted y yo tenemos que llevar, así como los discípulos de Juan le llevaron la respuesta de Jesús para que él se alegrara, así mismo usted y yo debemos llevar la noticia a los pobres y darles alegría: alimento, vestido, un regalo, un abrazo, un consejo, silencio, sonrisas, compañía, etc, tanto que podemos dar para que este Gaudete se transforme el 25 de este mes en un verdadero gozo, en una verdadera navidad como nos recordaba la primera lectura en boca de Isaías ¡Regocijo y alegría les acompañarán!”(Is 35,10c). Cristo no vuelve a nacer en navidad, pues Él sigue entre nosotros, somos usted y yo quienes le hacemos presente en nuestra vida, la de los nuestros y del prójimo.

Nuestro corazón solo experimentará la alegría de la navidad cuando hayamos hecho presente a Cristo en la vida de los otros, porque navidad sin entrega no tiene sentido, pues quien vino en esa fecha vino a entregarse por usted y por mí.

Si hoy como Juan usted duda, su fe es blanda, si siente que como Juan está en medio de una cárcel regocíjese (Gaudete) porque en usted está esa capacidad de amar y dar, tal como lo recitaba Sn Francisco de Asís “es dando que recibimos” y porque cerca suyo hay alguien dispuesto a mostrarle lo que realmente es la navidad.

Si por el contrario esta fuerte en su fe, haga lo que hicieron los discípulos de Juan y lleve la noticia a muchos, llene de alegría tantos corazones como pueda, ahí y solo ahí la navidad tomará sentido.

Dios se ha revelado en Jesucristo, su Hijo amado, por Él tenemos acceso al Padre, sepamos entonces en estos pocos días de adviento que nos quedan, avivar nuestra esperanza en las promesas ya cumplidas en Cristo que día a día tenemos la oportunidad de vivir, ya no hay nada que esperar en Cristo fue todo Revelado [2] nuestro caminar es un caminar hacia el encuentro con Jesús Resucitado, pero los gozos de la salvación ya están en y entre nosotros, disfrutémoslos y compartámoslos.
 
Y finalmente no nos dejemos llevar, Navidad empieza el 25 de diciembre, no el 1 de octubre, Navidad no es posesión de una tienda es la actitud del cristiano frente al hermano, Navidad no es un regalo material, es la alegría de sabernos amados por Él y capaces de amar como Él.
 

Paz y Bien

JAVC

 
[1] Schmid, Josef, “El Evangelio de Mateo”, p. 275.

[2] Cf. Concilio Vaticano II, Dei Verbum.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Juan el Bautista, el hombre

El primer Santo de la Iglesia, le llaman algunos al Bautista, el criterio no parece tan claro, pero en todo caso no es algo que afecte la fe.

Los principales datos alrededor de Juan el Bautista deben obtenerse de la Sagrada Escritura, los cuatro evangelios dan referencias de él y complementarse con algunos históricos propios de historiadores de la época, además de aquellos datos que algunas ciencias como la socio, antro y arqueología han permitido ir construyendo. No nos concentraremos en la densidad simbólica y teológica de los textos, a eso nos avocamos en las diferentes lecturas, la próxima será el 29 de Agosto cuando recordemos su martirio, sino que acá iremos al hombre Juan, solamente.

Datos biográficos

El nombre de sus padres está claro: Isabel y Zacarías. Isabel tiene una decendencia noble, es de la casa de Aarón y Zacarías es un sacerdote del Templo, de una de las 24 cases sacerdotales que existían, cruzando los datos se puede asegurar que Zacarías sería de la octava clase, sin embargo no era de la aristocracia sacerdotal, sino más bien  de lo simples sacerdotes, pobres y en condiciones económicas y culturales precarias.

Isabel era estéril, lo que ponía a la familia en una situación de “abandonados (castigados) por Yahvé”, sin embargo dice Lucas “eran justos ante Dios”(v6). La lectura de esta familia debe hacerse en relación a otras en las cuales la esterilidad estuvo presente y Dios actuó en medio de ellas con los nacimientos, por ejemplo de Isaac, Jacob, Esaú, José, Benjamín, etc. y como Abraham y Sara Isabel y Zacarías eran de edad avanzada.

Juan nacerá después de una serie de anuncios “angélicos” que desatarán la duda de su Padre, pero que sin embargo verán nacer, todo parece, a un profeta muy particular. El nacimiento de Juan de acuerdo a la Biblia fue silencioso, en tanto pocos se enteraron de la dicha de los esposos.

Juan debe haber crecido en Jerusalén o en las cercanías de esta ciudad, ciertamente habrá sido en la Provincia de Judea, algunos datos refieren a una ciudad llamada Ain Karen como a 6 kms de Jerusalén. Sin duda alguna su educación ha de haber sido profunda en los Textos Sagrados y ha de haber recibido desde muy niño una profunda guía espiritual de su Padre.

Juan, siguiendo nuestra estructura social, deberá considerarse primo segundo de Jesús, única familia que puede reconocerse según los datos, y todo parece ser que la relación entre María e Isabel era profunda y a pesar de estar a una distancia considerable, el contacto entre ellas es evidente. Por otro lado debe tenerse presente que las visitas a Jerusalén, sobre todo para las fiestas era costumbre, Ain Karen estaba de paso en el itinerario de Nazaret a Jerusalén.

¿Qué paso con Juan después de su nacimiento?

Ya adelantamos que Juan sin duda debió conocer muy bien las escrituras y ser un practicante Judío tal cual lo heredaría de sus Padres.

Es el mismo Lucas (1,80) quien da el dato de que Juan creía y su espíritu se fortalecía. Este es un estribillo usado comúnmente para referir el crecer no solo físico sino además para representar grandeza (Isaac, Sansón, etc.) el crecimiento en el conocimiento de Dios, algo similar se dirá de Jesús.

Lucas dice “vivió en lugares inhóspitos” y Mateo lo ubica en el desierto de Judea. Debe comprenderse que Lucas no es un conocedor de la geografía Palestina, a lo largo de su evangelio las imprecisiones geográficas son constantes, por tanto no da el dato exacto. No puede caber duda alguna, Juan en algún momento de su vida, emigró a vivir al desierto de Judea y allí iniciaría la preparación de su vida pública.

El desierto sería el refugio del Bautista y marcaría sin duda su forma de pensar. Es importante para entender tanto a Juan como a Jesús el momento social que el pueblo estaba viviendo, puntualmente y sin detalles, la opresión bajo la dominación romana, la relación político-religiosa entre el Sanedrín y los representantes de Roma, más todos los movimientos que decían hacer lo correcto frente a la ley: fariseos, saduceos, esenios, etc. A esto debe sumarse la desesperación que la pobreza causaba en muchos, el temor religioso que se había inyectado en la sociedad (sobretodo por los fariseos), y el abandono en que vivía el pueblo, ahunado a la esperanza de la llegada de aquel “rey” que les libraría de la dominación.

Ubicar a Juan en el desierto durante su vida de madurez es fundamental, es conocido por los estudios realizados, sobre todo a partir de los manuscritos de Qumrán, que en el desierto vivían anacoretas y cenobitas judíos, cuyo elemento común era ser de clase sacerdotal, requisito que Juan cumplía. Todo parece indicar que Juan sería un anacoreta, que literalmente significaría “un retirado”, este grupo tenía una forma particular de vivir la ley, no se llevaban con Fariseos y Saduceos por la “manipulación” que estos habían hecho de la ley, consideraban,  he acá porqué la reacción de Juan el Baustista en Mateo 3, 7 cuando les llama “raza de víboras”, además practicaban un fuerte ayuno y vestían diferente, quizás a eso se refiere Marcos en 1,6 y que Mateo traslada a 3,4 cuando nos detalla su vestimenta y su alimentación (aunque sin duda hay una referencia explícita al Antiguo Testamento), la vida de estos anacorétas era una vida en la que no se debía tener más de lo necesario y además de esto debía compartirse con quien no tenía, por ello la catequesis del Bautista en Lucas 3,10-14 y caso interesante, entre sus prácticas comunes estaban los “baños sagrados y de purificación”.

 Así las cosas Juan, aún y retirado al desierto y desde su praxis religiosa siguió de cerca el sufrimiento de su pueblo e interpretando las escrituras lejos de las prácticas del momento; decidió actuar y no permanecer aislado toda su vida. Esa decisión del Bautista será fundamental en la preparación del camino de Jesús de Nazareth; una vez más, no estamos interpretando la vida de Juan a la luz de Cristo, solo tratamos de acercarnos más a él.

El mensaje de Juan el Bautista

Ya se ha dibujado brevemente algunas de las razones que mueven al Bautista a actuar y de donde le vienen esos motivos, se instalará a las orillas del Jordán, siempre cerca del desierto de Judea.

El tema eje de Juan era “la llegada del Reino de Dios y su castigo” y la necesidad de la conversión como dice el Padre González “él inició un movimiento que preparaba un juicio inminente”, Jesús de Nazareth retomará la idea del Reino de Dios.

Juan conocía perfectamente que era necesario que la gente se arrepintiese de sus pecados y decidiese llevar una vida diferente, porque era la hora de actuar de Dios. Este mensaje de Juan fue tan impactante que llamó la atención de Jesús y este decide ir hasta Juan y bautizarse. El mismo Padre González en su reflexión añade “Jesús se une al movimiento de Juan y se hace bautizar. Ellos supone que comparte las preocupaciones y propuestas de Juan frente a un acontecimiento: El juicio de Dios”. Claro está ese unirse de Jesús conlleva un elemento de representación del pueblo y además Jesús irá moldeando el mensaje iniciado por Juan hasta llevarlo a la autenticidad del suyo propio, su vida y reflexión.

El mensaje de Juan era diferente al de los fariseos, al de los saduceos y otros movimientos incluyendo los esenios a quienes conoció bien, el mensaje de Juan enfrentaba directamente al Poder Romano y por tanto al Sanedrín, que dependía de este, Juan se levantaba como un “Profeta”, como desde hacía muchos años no había uno, era inminente para Juan que Dios habría de castigar al pueblo a todo el pueblo si no había una conversión inmediata (en este tema y otros Jesús se alejará un poco), era necesario arrepentirse para encontrar la dicha de Yahvé y en este particular se circunscribe su bautismo, pero eso si, su bautismo tenía un componente moral ineludible, si te bautizabas era porque cambiarías tu vida, recuérdese el constante conflicto con Herodes, que finalmente lo silenciará, decapitándolo. Josefo un historiador de la época cuenta que Herodes manda a matar al Bautista por el temor de que pusiese el pueblo contra él.

El mensaje de Juan siempre fue claro, él no era, otro venía detrás de él. Juan reconocerá en Jesús el elegido de Dios, envía sus discípulos a seguirle y antes de morir manda a preguntarle si realmente Él es el elegido, Juan quiere estar seguro de que su vida anunció al Salvador.

El mensaje del Bautista es silenciado por Herodes como ya se dijo, sin embargo el cambio social que produjo fue innegable, quizás no impactó mucho en las clases religiosas o políticas, pero ciertamente despertó la esperanza de un pueblo. El silencio del Bautista sin duda fue seguida por una nueva voz, una que por su mensaje ya no bautizaría con Agua sino con Espíritu Santo, había dicho Juan, la voz del Hijo de María y José, Jesús de Nazareth.

En este segundo domingo de adviento, habrá que decir que la llamada de Juan el Bautista es a un arrepentimiento que tenga connotaciones prácticas, no se trata de un rito o de una purificación interna; nosotros no tenemos que ser como Juan o sus discípulos porque ellos venían “detrás” del Señor, nosotros vamos “después” del Señor en el sentido de que ya hemos recibido su salvación y nos corresponde con nuestras obras continuar haciendo que el Reino de Dios (que no es otra cosa que la presencia de Cristo entre nosotros que nos acercó a Dios) siga siendo vigente y siga llegando a muchos más, es la búsqueda de la paz y la justicia (entendida como el bien para todos, que es la correcta interpretación bíblica), de modo que como dice Isaías “Serán vecinos el libo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos y un niño pequeño los conducirá” (Is 11,6). Esta imagen de Isaías pretende mostrar el fruto de la paz, que no es otro que la capacidad de convivir aún en las diferencias que entre nosotros puedan existir, es el fruto de la conversión, el Amor, tal cual Cristo nos lo ha enseñado, tal cual lo menciona Pablo en la carta a los Romanos “Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús” (Rm 15,5).

Ciertamente esta lecturas escatológicas nos invitan a preparar nuestro camino de cara al encuentro con Cristo después de nuestra muerte, pero algunas como las de hoy domingo (8-12) nos invitan a dar aquellos giros que sean necesarios para que nuestra navidad sea tan plena como El lo quiere, la propuesta de hoy podría resumirse así: Si dices ser cristiano tendrás que tener los mismos sentimientos de Cristo, que empiezan en la proclama y vida de paz y finalizan en la entrega por amor, sin importar las diferencias entre unos y otros. ¿Seremos capaces?
 
Paz y Bien
JAVC

domingo, 1 de diciembre de 2013

Llego el adviento


Con el adviento inicia el Año Nuevo Católico, y con el vienen también lecturas cargadas de mesianismo, es decir, lecturas que anuncian la llegada del Salvador, son lecturas con una gran carga de esperanza, el problema es que no va a faltar el o los fatalistas que utilicen estas lecturas para hablar de temas de temor o de miedo, puntualmente de tragedias, pecado o de “fin” de mundo. El adviento es también el tiempo de Isaías (en el ciclo A del calendario litúrgico que es el que se está iniciando), el gran profeta, no el gran adivinador, es decir no podemos interpretar a Isaías como un vidente (Dios y magia no combinan) sino como un hombre de fe que ante las difíciles situaciones de su pueblo mantiene viva la esperanza de la salvación, sueña y cree en que vendrán tiempos mejores, confía en que Dios ha de librarles, espera que alguien sea capaz de hacerlo y aunque Isaías no piensa en Jesús como tal (eso sería adivinación) si pre figura en su esperanza mesiánica la idea de un hombre liberador; así las cosas Isaías nos acompañará durante este tiempo litúrgico.

El adviento parece haberse empezado a practicar al menos similar a como nosotros hoy lo conocemos entre los siglos VIII y X, cuando litúrgicamente fue tomando forma un período de preparación para la Navidad. Después de la celebración del misterio Pascual de Cristo no hay en la liturgia de la Iglesia otra celebración que revista mayor importancia que la Natividad del Señor y por ende el Adviento como preparación a esta. Adviento, Adventus que en latín significa “venida”, de ahí su nombre, parece que fue el nombre que algunos en los siglos V y VI empezaron a dar al ejercicio de prepararse para la navidad, Adventus Redemptoris “venida del Señor (Redentor)” era el llamado previo a la Navidad y así se fue consolidando poco a poco la celebración.

Cristo ocupa el lugar esencial en toda acción litúrgica, sin embargo durante el adviento habrá de reconocerse el papel de otros tres personajes: Isaías (cuando el ciclo lo propone), Juan el Bautista y María, en torno a estas tres personas también se va desarrollando la liturgia de la palabra.

Cuatro domingos con cuatro temas diferentes:

I Domingo: La esperanza como actitud fundamental del cristiano.

II Domingo: Conversión y nueva vida (con la presencia de Juan el Bautista)

III Domingo (Gaudete): La alegría por la venida de Cristo.

IV Domingo: Acontecimientos previos a la venida del Señor (María en la vida de la Iglesia).

 

Este año el Adviento goza de la particular y más que acertada Exhortación Apostólica del Papa Francisco, recién publicada la semana pasada “Evangelii Gaudium” – La Alegría del Evangelio- quizás pueda ser un ejercicio interesante tomarse estas semanas para meditar con ella. Una encíclica llena de vigor desde el inicio, que presenta una Iglesia remozada en la alegría de Cristo Resucitado e impulsada al servicio de todos, especialmente de quienes menos tienen.

¿Y cuál es la esperanza del cristiano?

No es la venida de Cristo, porque eso ya sucedió, no es la salvación porque esa ya la recibió. Las lecturas de domingo parecen darnos una pista al tener un tema en común la preparación para la luz, Isaías habla de “caminar hacia la luz de Yahvé”, el Salmo nos dice estar a las puertas de Jerusalen ciudad santa, Pablo en la carta a los romanos dirá “revistámonos de las armas de la luz” y Mateo ponen en boca de Jesús las palabras “estad preparados”.

Pero la preparación no es una esperanza, la esperanza habría que encontrarla en la razón por la que debemos estar preparados y aunque quizás lo más natural sea pensar en la manifestación gloriosa de Cristo (mal llamada segunda venida), he de pensar que aunque albergamos tal esperanza nada nos asegura vivirla en vida terrena, por lo que obligatoriamente nuestra esperanza tiene connotaciones escatológicas, es decir va más allá de nuestro fin en esta tierra.

La Natividad, aunque ciertamente pone en la palestra el recuerdo de la Encarnación y la llegada por ella de nuestra Salvación, hoy también nos invita a interpelarnos sobre el momento en que usted y yo nos encontremos con Cristo, en ese momento cumbre en donde nada podrá ser corregido ni cambiado, solo recibiremos el fruto de nuestra obra.

La esperanza del cristiano es la de actuar hoy conforme a aquello que nos garantiza la vida del mañana; la esperanza del cristiano es poder prepararse para ello siendo luz; la esperanza del cristiano es poder ser esa luz a partir de su testimonio de vida.

Navidad hoy para el cristiano, no es celebrar un cumpleaños, es confirmar su querer un mundo mejor a partir de su vida misma es como decía Pablo en la lectura a los Romanos “revestirnos del Señor”, que con nuestro diario vivir se denote y note que somos realmente cristianos.

Hoy primer domingo de Adviento las lecturas deben invitarnos a comprender que la esperanza del cristiano no puede ser una esperanza pasiva es decir que espera que algo sucede, la esperanza del cristiano es activa es decir hacen que las cosas sucedan, ya no hay nada que esperar más allá de Cristo mismo, por ello el cristiano debe ya ser luz  que debe iluminar si realmente es luz de Cristo.

Este adviento que inicia, nos reta a ser cristianos de acción, que en su esperanza lo único que se mueve es el servir a los demás, el entregarse en el amor por el otro. Es una acción allí en su casa, en su trabajo, en su estudio, donde sea que este. No puede haber verdadera Navidad si nuestra esperanza de un encuentro final con Cristo no nos anima a dar y ser mejores para los demás.

No habremos vivido un verdadero adviento si nuestra esperanza está detenida viendo para el cielo, como decía Jesús en el Evangelio “Velad”, es decir no estar quietos, es moverse para cuando llegue el dueño.

La esperanza del cristiano hoy, debe ser la de un mundo mejor, en donde la Salvación sea por todos aceptada, pero para ello debe trabajar, esforzarse, si seguimos creyendo que la esperanza del cristiano es la salvación, no hemos entendido lo que sucedió en la cruz; la esperanza hoy se traduce en obras porque en ellas nos unimos a Cristo, porque por ellas nos hacemos más humanos, porque en ellas la salvación ya recibida arraiga el reino de Dios en medio de nosotros y nos abre de esta forma las puertas de la vida eterna en Dios.

Que sepamos encontrar nuestra esperanza, esa que realmente nos haga decir el 25 de Diciembre, hoy si estoy viviendo una verdadera Navidad.

Paz y Bien

JAVC

domingo, 24 de noviembre de 2013

San Andres - 30 de Noviembre


Los datos que tenemos del Apóstol, salvo contadas menciones en los evangelios, provienen de los libros apócrifos y de algunos documentos de los primeros padres de la Iglesia, pero en general no es mayor información la que se tiene.

San Andrés es el patrón de la Iglesia Católica ortodoxa, similar a su hermano Pedro que es el patrón de los Católicos Romanos.

Originario de Betsaida, Cafarnaún. Andres (Andre,aj) “Andreas” en pronunciación griega.
 
Andrés, cuenta el evangelio de Juan es llamado primero que Pedro, los griegos le llaman el “Protocletos” que significa “el primer llamado”, antes de seguir a Jesús ya era discípulo de Juan el Bautista y fue a partir del Bautismo de Jesús que sintió la necesidad de ir tras este animado por las instrucciones mismas del Bautista; será Andrés quien lleva a Pedro a conocer a Jesús. Los sinópticos narran diferente, le dan más vistosidad a Pedro, habría que encontrar la razón de esto en la idea de que Marcos como discípulo de Pedro desea resaltar la figura petrina y no tanto la de Andrés y bueno los otros Mateo y Lucas replican lo narrado por Marcos. Sin embargo la misma Tradición le reconoce como el primer discípulo de Jesús.

Juan presenta a Andrés como un discípulo osado, en la multiplicación de los panes (Jn 6,8-9) casi como confiando en Jesús le dice “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para tantos?”, algunos han leído en esta pregunta de Andrés un elemento de plena confianza de Andrés como aquella frase de María y que ya Andrés había escuchado pues estuvo en Caná “No tienen vino”.  Más adelante el mismo Evangelio presenta a Felipe que va en búsqueda de Andrés para decirle que unos griegos quieren conocer a Jesús (Jn 12,20-22) y es Andrés el mensajero que va a Jesús a contarle lo que sucede.
 

En todas las escenas joánicas, Andrés es el primero, el que lleva la batuta, el atrevido, el valiente que enfrenta las situaciones en las que el hagiógrafo le hace aparecer.

Después de la Resurrección no es mucho lo que se conoce de Andrés, en general (sin ser definitivo) se acepta que su predicación se dio en la zona de Grecia y que morirá en el martirio en la zona de Patras de Acaya. San Andrés muere crucificado pero en una cruz en forma de equis, y no muere clavado solo amarrado, por lo que cuenta la historia que mientras moría se dedicó a la predica de quienes se acercaban a escucharlo. No se tienen registros de sus predicas y menos aún algo escrito por el Apóstol.
 

En Europa es Patrono de muchísimo lugares: Rusia, Escocia, Grecia, Ucrania, Malta, entre otras, además de como ya se dijo ser el Patrono de los Católicos Ortodoxos. En la Basílica de San Pedro en Roma  se conserva una impresionante imagen de San Andrés muy cercana a la tumba de San Pedro lo mismo que en la Basílica de Letrán.
 

La Tradición dice que su martirio se dio el 30 de noviembre del año 63 bajo el Imperio de Nerón.

 

domingo, 17 de noviembre de 2013

Sí a la vida...


Varios países del mundo hoy domingo marchan en defensa de la vida, don de Dios que ha confiado al hombre la capacidad de engendrar vida (no crearla), es en la vida, unión inseparable de cuerpo, alma y espíritu que reside la continua creación de Dios, reducir la vida a un mero cuerpo o a la existencia de una facultad vegetativa de las funciones neurobiológicas es caer en un dualismo terrible en el que el cuerpo parece una cosa alejada e incomunicada del alma, olvidándonos por completo que la existencia no distingue entre una y otra sino que somos lo que somos porque cuerpo y alma son uno solo y de esta forma le dan identidad al sujeto a la persona.

Pienso en el momento de la Anunciación, aquel momento en el que el Hijo eterno toma la condición humana y desde su divinidad y nunca perdiendo esta se une intensamente a la humanidad, asumiendo en todo nuestra condición. Al saludo del Ángel y sus primeras palabras, María no duda en preguntar ¿Cómo es esto posible? Y la respuesta es contundente “El Espíritu Santo vendrá sobre ti…” (cf. Lc 1,35a), la Encarnación no depende de la conformación biológica, no hubo que esperar nueve semanas para decir que La Palabra estaba encarnada que ya había vida, La Encarnación se da por la acción del Espíritu Santo en el momento mismo en que el Ángel deja a María, el Ángel no viene a anunciar un hecho viene a hacerlo presente por la acción del Espíritu, el Hijo Encarnado nace en la historia en el momento justo en que es anunciado, no se le anuncia para esperar un tiempo y así decir que ya existe, es imposible imaginar que la acción del Espíritu Santo queda en suspenso unas semanas para que el Hijo exista, no no es así, el Hijo es la Vida y su Encarnación es la prueba de que la vida existe desde el momento justo en que el engendrado se asienta en el seno, porque no todo es biología, es también acción del Espíritu que da al ser humano la capacidad de engendrar vida, pero vida en todo su sentido, no la mera reducción corpórea o facultativa. El Hijo se encarna desde el  primer momento en que el  Espíritu actúa en María, no hay nada que esperar, de la misma forma, hoy la vida que se engendra se resguarda en el seno materno por ese don recibido de Dios de dar vida y se hace presente desde el primer momento, porque la vida trasciende lo corpóreo, pues una vez que se da la vida es para la eternidad pues la vida no muere, es eterna, y así como no muere igualmente tiene un solo principio, no varios y menos aún uno que deba esperar un tiempo prudencial para asegurar que ya existe, habrá aquí que hacer eco de las palabras del Génesis “Dios dijo: Hagamos al ser humano a imagen y semejanza nuestra […] creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (Gn 1,26a.27) la creación del hombre no depende de un tiempo de espera, pues la creación misma fue el acto inmediato de la voluntad de Dios, en Dios no hay tiempo por tanto no hay espera, la vida es vida desde el primer momento porque Dios crea ya y para siempre, y así como Dios crea ya y para siempre, así la bendición de Dios “Sed fecundos y multiplicaos” (Gn 28a.) lleva consigo la fecundidad inmediata del acto, pues el ser humano transmite la vida en la forma en que Dios lo ha querido y le ha permitido “ya y para siempre”, no hay espera en el don de la vida, porque el Creador de la Vida así lo ha querido. Por ello en la Encarnación no hay un tiempo de espera entre lo anunciado y la acción del Espíritu, lo anunciado a María se efectúa en el momento mismo porque cuando se da la vida es “ya y para siempre”, de la misma forma entonces usted y yo si damos vida es “ya y para siempre”.

Dicho lo anterior, el aborto siempre mata (sálvense los casos particulares que el Magisterio refiera, cf. Evangelium Vitae por ejemplo), siempre mata porque la vida como don es “ya y para siempre”. La vida no es un producto que se va construyendo, es el insumo fundamental para que la biología pueda hacer su parte, no es el cuerpo el que informa la vida, es la vida la que informa el cuerpo y así juntos dan esencia a la persona; sí, si hay un principio de la existencia, la vida misma, don de Dios, quien no lo crea así, y diga creer en Dios hace apostasía.

Ciertamente, se marcha por la vida, por la familia cuna de la vida pues como nos recuerda el Concilio Vaticano II “La familia cristiana proclama muy alto tanto las presentes virtudes del Reino de Dios, como la esperanza de la vida bienaventurada” (LG 35.), es la familia la custodia de la fecundidad, esa misma de Cristo con su Iglesia, es la familia la llamada a ser protectora de la vida. Vida y Familia son inseparables, una depende de la otra.

Pero aprovechando esta simbiosis entre vida y familia, no quisiera pensar en que hoy en día el aborto solo alcanza lo biológico (sin demeritar en nada el tema), pero es que también en familia hoy se están abortando otras cosas:

            Se aborta tiempo con la familia por el incansable deseo de tener más….

            Se aborta amor, por el egoísmo de lo que yo quiero en detrimento de los otros…

            Se aborta esperanza, cuando no se escucha y aconseja a los hijos…

            Se aborta virtud, cuando los esposos viven juntos pero luchando por lo suyo propio…

            Se aborta fe, cuando Dios es un instrumento para los fines propios y no el fin.

            Se aborta humildad, cuando todo se tiene y se cree estar completos…

            Se aborta vida, cuando con mis actitudes aniquilo la sonrisa del otro…

            Se aborta comunidad, cuando quiero ser yo y solo yo…

            Se aborta cariño, cuando no nos abrazamos…

            Se aborta futuro, cuando no jugamos con nuestros hijos…

            Se aborta el Don de Dios, cuando los esposos olvidan porque se unieron…
 

Sí amigos (as), se aborta mucho más que vida; por ello el Matrimonio la vida en familia es un reto inmenso, que requiere de tal prioridad en la vida que todo lo que se haga debe ser para seguir construyendo familia, si algo (además de Dios, claro está) se pone por encima de la familia inmediatamente algo se ha de abortar.

 
Que estas marchas por la vida y la familia, sean más que un evento (con algunos patrocinios comerciales de fe, lamentablemente) y que no sean flor de un día, que sea una actitud con la cual evangelicemos desde la caridad y el respeto.

 
Oremos unos por otros, familias por familias para que en medio de las dificultades propias del día a día, podamos sostener el barco; Que Dios nos llene de sabiduría para guiar la vida de los pequeños que en nosotros confían y que seamos luz de quienes dudan en dejarles vivir; pero sobre todo oremos porque las familias no perdamos de vista que lo importante no está más allá de lo cercano, que lo realmente importante lo vemos cada día al despertar, que aún en la situación más difícil solo la fuerza de una familia unida basta y una familia no la une una cuenta de banco o un carro último modelo o un trabajo “de alto rango”, una familia se une en lo simple y sencillo, porque su esencia es esa.

 

Oremos también por esos hombres y mujeres que hoy luchan en la pobreza por darles un mejor futuro a sus hijos, pero más que orar por ellos oremos porque nosotros comprendamos el papel que debemos jugar para con ellos, porque si están solos es porque a nosotros se nos ha olvidado que hay que acompañarlos.

 
Oremos por tantas familias que hoy sufren en su interior, porque algo parece haberse abortado, para que la luz de Cristo vuelva a iluminar su caminar y que nosotros podamos estar atentos si es que debemos ayudar a encender esa luz.

 
Oremos por esas parejas o bien mujeres que ahora en su soledad y desesperación piensan en el aborto para que tengan la fuerza de seguir adelante y oremos porque usted y yo sepamos guiarles cuando así sea el caso.
 

La vida existe desde siempre, insistiré en mi idea, porque Dios Creador de la vida la dio “desde ya y para siempre” y al darnos el don de engendrar lo hace desde el mismo principio; el Hijo Encarnado es prueba viva de ello, pues nada hubo que esperar después de la Anunciación para que La Palabra Eterna estuviese entre nosotros, porque es la vida la que produce, no lo producido lo que da vida.

  

“Queridas familias, vivan siempre con fe y simplicidad, como la familia Sagrada de Nazareth”

Franciscus PP. Mensaje a la Familias 27 octubre, 2013.

 

Paz y Bien
JAVC.

 

 

 

 

 

domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Cómo das razón de lo que crees?


Quería escribir algo sobre la Resurrección, pero la verdad me ocupe de escribir otra cosa, más aburrida de lo común quizás, pero tenía que decirlo.

En un curso un profesor nos preguntaba: ¿Quién de ustedes ha visto un resucitado?, la respuesta era obvia, nadie. La Resurrección la asumimos por la Tradición y ella en el depósito de la fe de la Iglesia que da continuidad al kerygma apostólico; pero ninguno de nosotros ha visto un resucitado. Es como cuando le preguntamos a un reencarnacionista ¿ha visto usted alguien que haya alcanzado la plenitud, el Nirvana?, igual responderán no, pero le han asumido desde la doctrina que justifica su fe.

Cuando se escucha la pregunta que lo saduceos le hacen a Jesús “¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.” (cf. Lc 20,33), podría dirigirse el discurso a tildarlos de incrédulos o de querer “poner trampa” a Jesús, pero llegar hasta ahí es reducir demasiado el texto; recuérdese que los saduceos era una secta judía que no creía en la resurrección a diferencia de los fariseos por ejemplo. Los saduceos y Jesús están en una conversación profunda, pues Jesús predicaba la Resurrección.

La Resurrección es un tema que damos por descontado y por comprendido, sin embargo ¿cómo le explica usted ese tema a alguien no cristiano de forma que no sea lo mismo que ellos piensan? Siguiendo con el ejemplo: un reencarnacionista le comenta a usted que la vida después de la muerte depende de las acciones realizadas (karman) en la vida terrena, que su salvación solo es posible si logran liberarse (mokasa) del mal, ¿hasta aquí cree usted que hay alguna diferencia con el pensamiento cristiano? le pregunta él; continua el reencarnacionista: caso contrario que no nos liberemos del mal reencarnaremos (samsara) hasta que se logre desprenderse de tal mal. Lo que no entiendo dirá el reencarnacionista es que nosotros vemos la oportunidad de salvarnos, sin embargo ustedes consideran que si alguien muere en pecado mortal ya no tiene posibilidad de salvación ¿no es eso egoísta? Y en todo caso ¿Resucitan buenos y malos? Y ¿resucitan con el mismo cuerpo u otro? Porque ustedes dicen creer en la resurrección de la carne  ¿cómo es posible eso si el cuerpo se descompone en la tierra?. Ahora es el momento de su exposición…

Con este ejercicio no pretendo más que plantear la idea de que temas que muchas veces asumimos como profundamente claros para nosotros quizás lo son menos de lo que nos imaginamos, porque ciertamente hemos aprendido a repetirlos y creerlos (¿?), pero no a justificarlos, olvidando aquella sentencia de I Pe 3,15 “…siempre dispuestos a dar respuesta a quien os pida razón de vuestra esperanza y fe”. No se trata de una racionalización exagerada, se trata simplemente como decía Juan Pablo II que nuestra vida se deje guiar por las dos alas que nos llevan a la verdad: la Fe y la Razón [1]. Si ambas no se mueven juntas nos vamos a extremos igualmente peligrosos, el de un fideísmo ciego casi como si fuésemos marionetas de Dios, y por el otro el racionalismo puro que aniquila la experiencia de encuentro con Cristo.

El problema con el tema de dar justificación de lo que creemos, es que requiere de tiempo, de esfuerzo, de persistencia y muchas veces es más fácil solo mover la otra ala.

Hacia estas fechas la Liturgia de la Palabra en el rito Católico Romano, tiende hacia temas escatológicos, es decir temas que tratan de la muerte y lo que sigue a esta, como el de esta semana: La Resurrección. La razón de estos temas es que se va llegando el fin del calendario católico y con la llegada del Año Nuevo Católico (el adviento) se empezará a hablar del mesías. Así las cosas vendrán algunas lecturas propias de temas escatológicos.

Ante esta realidad hay entonces que reconocer que la reflexión de la Iglesia alrededor de la muerte y sus consecuencias ha sido dejada muy de lado en la formación pastoral, corriendo el riesgo de que solo se mueva el “ala” de la fe, que trae como consecuencia una exagerada “fideidización” del tema, en algunos casos acercándose a pensamientos de otras filosofías por parte de muchos cristianos que en ocasiones no se dan cuenta de ello. Habrá de decirse a favor de tal disminución en la formación, que no son temas sencillos de entender y por tanto la explicación va más allá de un sermón o la lectura de un numeral del Catecismo; la comprensión de los temas escatológicos como: muerte, vida eterna, resurrección, infierno, purgatorio, entre muchos otros, requiere de preparación y tiempo y eso es lo que hace tan difícil el reto, de modo que es más sencillo dejarlo como lo decíamos antes a “la repetición” para creerlo.

El problema es que son temas centrales de la estructura dogmática de los creyentes Católicos que si no se comprenden, menos aún serán bien justificados, lo que deja la puerta abierta a tantas ideas de otras corrientes que fácilmente “pareciera” hacer caer lo que se “repite”.

El evangelio de hoy (Lc 20,27-38) y la actitud de los saduceos ante Jesús a mí me plantea la gran cuestionante de que tan listos podamos estar para como Jesús poder dar razón de lo que creemos sin sonar igual a otros, sino realmente diferentes.

Porque hay que reconocer que respuestas se tienen, lo extraño es que hay tantas como personas quieran darlas, coinciden en algunos puntos, difieren en otros, pero si partimos de que la enseñanza es una, no pueden permitirse variedad de respuestas.

El tema no es sencillo, menos aún en lugares donde la ortodoxia de la fe sea como esos “fiscales de la fe” que menciona el Papa Francisco, y en donde cualquier intento de racionalización es enviado a la “hoguera”, como en los viejos tiempos; pero si temas como estos y otros (Trinidad, Mesianismo, Dogmas, entre muchos) no regresan a los contenidos de formación parroquial desde un abordaje que vaya más allá del “repetir”, simplemente iremos sucumbiendo ante el desarrollo de otras disciplinas que desde ya están exigiendo tales respuestas, so pena de crear una gran confusión entre los bautizados, síntoma que ya estamos, lamentablemente, observando.

A mí el evangelio hoy domingo me ha interpelado en esta línea, no tanto en bonitas ideas sobre la resurrección y así he querido compartirla; ha de trabajarse mucho ciertamente en la formación, pero creo (por experiencia) que lo primero es cambiar ese pensamiento “tosco” de la gente de que por pura fe ha de comprenderse todo; como decía el Padre De Vial “abriendo Biblia y por pura inspiración muchos creen haberlo comprendido, casi como iluminados de Dios, gran error se comete, gran falta de caridad para con el hermano que escucha” [2]; seamos honestos, llevamos años bajo ese modelo y está más que comprobado que en lo que ha formación concierne nos hemos quedamos cortísimos. Vale la pena reflexionar un poco sobre esto y ponernos a trabajar en mejorar lo que sea necesario, no debe caber duda de que la Iglesia lo necesita.

Paz y Bien
JAVC.

[1] Juan Pablo II, Exhortación Apostólica “Fides et Ratio”.
[2] De Vial, Pierre “Psicología Pastoral”, p.345.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Ese Zaqueo y su historia


Un pequeño aporte al Evangelio de ayer domingo (Lc 19,1-10)

La historia de Zaqueo solo la cuenta Lucas, y lo hace con la genialidad y magistralidad que su pluma tiene a la hora de contar la vida de Jesús. Jesús sigue camino a Jerusalén, eso es el evangelio de Lucas un constante caminar y aplica a Jesús esa idea, lo ubica en Jericó una ciudad hacia el noroeste del Jordán y que está a unos 23 kilómetros de Jerusalén, de hecho es la última ciudad que había que cruzar antes de llegar a la Ciudad Santa, es decir el encuentro entre Jesús y Zaqueo se da en el último momento, pero la cosa es, que se da.

Muchas son los elementos que llaman la atención de este texto, quiero compartir tres de ellos:

·         El hecho que Zaqueo sea un publicano, peor aún el jefe de los publicanos. Recuérdese que los publicanos eran los judíos que servían al imperio romano como cobradores de impuestos, nada traicionaba más la identidad judía que trabajar para el imperio. Los publicanos seguían las leyes romanas que entre muchas cosas indicaban que si un judío no podía pagar los impuestos debía pagar con sus bienes y en algunos casos con sus hijos, en otras palabras, le robaban a sus mismos hermanos, por eso luego Zaqueo querrá enmendar su pecado; recordemos también que el mismo Jesús había ya hablado fuerte de los publicanos, léase Mt 5,46. En todo caso Jesús tenía consigo un ex - publicano, Mateo.

 

·         Jesús le llama por su nombre. El ejercicio es interesante, Zaqueo sabe que Jesús está en la ciudad y le busca, pero es muy pequeño, hermosa imagen que usa Lucas para mostrar que en ocasiones el pecado parece disminuirnos ante los demás; Zaqueo lucha por ver a Jesús y se sube en un sicómoro, que es una higuera salvaje, nada cómoda de paso, lo que muestra que el pecado siempre ha de poner dificultades a quien desea la conversión. Jesús vuelve su mirada sobre Zaqueo y lo llama, como si lo conociera de mucho tiempo y lo interpela “Zaqueo, baja pronto”, Jesús le llama a salir de esa posición incómoda en el sicomoro y encontrarse con él; hay una palabra escondida “es preciso que hoy” o en algunas traducciones “conviene que hoy”, el verbo utilizado en la versión griega es “dei”, este verbo solo es utilizado cuando se desea manifestar una voluntad divina y diferenciarla de un deseo humano. Cuando Jesús le dice a Zaqueo “es preciso (dei) que en tu casa me quede” no es un deseo simple es una parte fundamental del texto pues Jesús ya conoce el corazón de Zaqueo ya sabe porque trabajó tanto para llegar a la higuera salvaje y quiere responder a la fe de Zaqueo, Jesús se queda con Zaqueo no porque este lo buscase, sino porque Jesús lo llamó.

 

·         El efecto de la ley de la restitución: A lo largo del Pentateuco la ley establece el castigo que debía de imponerse a alguien si robaba algo a un hermano (cf. Ex 22,1.3.6; Lv 5,21-24; Nm 5,6-7) solo para dar un ejemplo en Ex 21,37 dice “Si uno roba un buey o una oveja y los mata o vende, restituirá cinco bueyes por el buey y cuatro ovejas por la oveja”. Lo que Zaqueo hace al decir “Señor voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraude a alguien, le devolveré cuatro veces más”, no es una ocurrencia porque Jesús estaba con él, Zaqueo conoce la Ley y conociéndola con tal de recibir el perdón está dispuesto a hacer más de lo que la ley le pide, incluso la ley romana. Jesús conocedor también de la ley se da cuenta de la sinceridad de Zaqueo, quien está dispuesto a ir más allá y lo premia con lo más sagrado para un judío, volver a ser llamado “Hijo de Abraham”, era por ese honor de ser hijo del gran patriarca que se entraba dentro de la Alianza con Dios, y Jesús “restituye” ese honor en la casa de Zaqueo, es el premio por su sincera conversión.

 

Al margen del texto quedan quienes al ver a Jesús entrar con Zaqueo a su casa no tienen más que palabras de repudio “Ha ido a hospedarse a casa de un pecador” (v.7b) a quien Jesús en la pluma de Lucas responde con sutileza de forma indirecta cuando dice Jesús hacia el final del texto “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” (v.10).

El pecado nos ata, nos contiene nos hace incapaces de vivir la gracia de Dios porque nos disminuye (nos hace pequeños como Zaqueo), para superarlo es necesario entrar en un camino difícil en el que hay que subir higueras o escuchar la crítica de los demás, pero cuando la decisión de conversión está tomada y se lucha por ella, lo siguiente es el llamado que Cristo nos hace por nuestro nombre, y allí entonces la voluntad salvífica de Dios (dei) se quedará con nosotros para siempre, a cambio de estar dispuestos a un cambio de vida total (hacer más de lo que se pide, como hizo Zaqueo).

El encuentro personal con Cristo no es emoción de un momento, es un “algo” tan impactante que marca a quien lo vive para siempre, es un “algo” que no puede describirse solo vivirse; Zaqueo en su libertad toma la iniciativa de ir a buscar a Jesús y antes de que él lo encuentre ya Jesús lo estaba llamando por su nombre, porque Cristo nunca se ha ido, solo se aparta mientras que nosotros no queramos que este, pero cuando nuestro corazón sale a buscarle inmediatamente Él nos llama por nuestro nombre.

El perdón existe para todos, hoy quizás no hablemos de publicanos, pero ciertamente existen otros grupos que marginamos, los hacemos sentir que Dios no tiene amor para ellos por su pecado, los diferenciamos de nosotros, los invisibilisamos por su pecado, hacemos las veces de ese pueblo que se escandalizó cuando Jesús entra a casa de Zaqueo, porque es fácil pensar en que Dios ama y perdona a quien piensa como yo, pero nos es difícil aceptar que lo haga con quien “es diferente”, razón lleva el Papa Francisco al decir “Cuando alguien se acerca a la Iglesia debe encontrar las puertas abiertas, no fiscales de la fe”.

Valdrá la pena, reflexionar a partir de esta bella historia de Zaqueo, no para martirizarnos por ser “tan viles y míseros pecadores” discurso que lamentablemente hoy se escucha aún entre los cristianos, olvidando la gracia de la salvación que ya opera en nuestras vidas, sino más bien dando un tiempo para analizar cuanto muestro diariamente mi experiencia con el Resucitado, cuanto estoy dando por ello o será que ya me acomodé y estoy en una zona de confort; pero creo que uno de los llamados más importantes es a analizar que actitud estoy tomando con aquellos grupos que quizás pensando diferente a mí, también tienen derecho a ser amados, tomando las palabras de Francisco PP. ¿estaremos siendo fiscales de la fe?.

Dios nos conceda la sabiduría para como Zaqueo vivir intensamente la experiencia de su amor.

Paz y Bien

JAVC.