Con el adviento inicia el Año
Nuevo Católico, y con el vienen también lecturas cargadas de mesianismo, es
decir, lecturas que anuncian la llegada del Salvador, son lecturas con una gran
carga de esperanza, el problema es que no va a faltar el o los fatalistas que
utilicen estas lecturas para hablar de temas de temor o de miedo, puntualmente
de tragedias, pecado o de “fin” de mundo. El adviento es también el tiempo de
Isaías (en el ciclo A del calendario litúrgico que es el que se está iniciando),
el gran profeta, no el gran adivinador, es decir no podemos interpretar a
Isaías como un vidente (Dios y magia no combinan) sino como un hombre de fe que
ante las difíciles situaciones de su pueblo mantiene viva la esperanza de la
salvación, sueña y cree en que vendrán tiempos mejores, confía en que Dios ha
de librarles, espera que alguien sea capaz de hacerlo y aunque Isaías no piensa
en Jesús como tal (eso sería adivinación) si pre figura en su esperanza
mesiánica la idea de un hombre liberador; así las cosas Isaías nos acompañará
durante este tiempo litúrgico.
El adviento parece haberse
empezado a practicar al menos similar a como nosotros hoy lo conocemos entre
los siglos VIII y X, cuando litúrgicamente fue tomando forma un período de
preparación para la Navidad. Después de la celebración del misterio Pascual de
Cristo no hay en la liturgia de la Iglesia otra celebración que revista mayor
importancia que la Natividad del Señor y por ende el Adviento como preparación
a esta. Adviento, Adventus que en
latín significa “venida”, de ahí su nombre, parece que fue el nombre que
algunos en los siglos V y VI empezaron a dar al ejercicio de prepararse para la
navidad, Adventus Redemptoris “venida
del Señor (Redentor)” era el llamado previo a la Navidad y así se fue
consolidando poco a poco la celebración.
Cristo ocupa el lugar esencial en
toda acción litúrgica, sin embargo durante el adviento habrá de reconocerse el
papel de otros tres personajes: Isaías (cuando el ciclo lo propone), Juan el
Bautista y María, en torno a estas tres personas también se va desarrollando la
liturgia de la palabra.
Cuatro domingos con cuatro temas
diferentes:
I Domingo: La esperanza como actitud fundamental del cristiano.
II Domingo: Conversión y nueva vida (con la presencia de Juan el
Bautista)
III Domingo (Gaudete): La alegría por la venida de Cristo.
IV Domingo: Acontecimientos previos a la venida del Señor (María en la
vida de la Iglesia).
Este año el Adviento goza de la
particular y más que acertada Exhortación Apostólica del Papa Francisco, recién
publicada la semana pasada “Evangelii Gaudium” – La Alegría del Evangelio-
quizás pueda ser un ejercicio interesante tomarse estas semanas para meditar
con ella. Una encíclica llena de vigor desde el inicio, que presenta una Iglesia
remozada en la alegría de Cristo Resucitado e impulsada al servicio de todos,
especialmente de quienes menos tienen.
¿Y cuál es la esperanza del
cristiano?
No es la venida de Cristo, porque
eso ya sucedió, no es la salvación porque esa ya la recibió. Las lecturas de
domingo parecen darnos una pista al tener un tema en común la preparación para
la luz, Isaías habla de “caminar hacia la luz de Yahvé”, el Salmo nos dice
estar a las puertas de Jerusalen ciudad santa, Pablo en la carta a los romanos
dirá “revistámonos de las armas de la luz” y Mateo ponen en boca de Jesús las
palabras “estad preparados”.
Pero la preparación no es una
esperanza, la esperanza habría que encontrarla en la razón por la que debemos
estar preparados y aunque quizás lo más natural sea pensar en la manifestación
gloriosa de Cristo (mal llamada segunda venida), he de pensar que aunque
albergamos tal esperanza nada nos asegura vivirla en vida terrena, por lo que
obligatoriamente nuestra esperanza tiene connotaciones escatológicas, es decir
va más allá de nuestro fin en esta tierra.
La Natividad, aunque ciertamente
pone en la palestra el recuerdo de la Encarnación y la llegada por ella de
nuestra Salvación, hoy también nos invita a interpelarnos sobre el momento en
que usted y yo nos encontremos con Cristo, en ese momento cumbre en donde nada
podrá ser corregido ni cambiado, solo recibiremos el fruto de nuestra obra.
La esperanza del cristiano es la
de actuar hoy conforme a aquello que nos garantiza la vida del mañana; la
esperanza del cristiano es poder prepararse para ello siendo luz; la esperanza
del cristiano es poder ser esa luz a partir de su testimonio de vida.
Navidad hoy para el cristiano, no
es celebrar un cumpleaños, es confirmar su querer un mundo mejor a partir de su
vida misma es como decía Pablo en la lectura a los Romanos “revestirnos del
Señor”, que con nuestro diario vivir se denote y note que somos realmente
cristianos.
Hoy primer domingo de Adviento
las lecturas deben invitarnos a comprender que la esperanza del cristiano no
puede ser una esperanza pasiva es decir que espera que algo sucede, la
esperanza del cristiano es activa es decir hacen que las cosas sucedan, ya no
hay nada que esperar más allá de Cristo mismo, por ello el cristiano debe ya
ser luz que debe iluminar si realmente
es luz de Cristo.
Este adviento que inicia, nos
reta a ser cristianos de acción, que en su esperanza lo único que se mueve es
el servir a los demás, el entregarse en el amor por el otro. Es una acción allí
en su casa, en su trabajo, en su estudio, donde sea que este. No puede haber
verdadera Navidad si nuestra esperanza de un encuentro final con Cristo no nos
anima a dar y ser mejores para los demás.
No habremos vivido un verdadero
adviento si nuestra esperanza está detenida viendo para el cielo, como decía
Jesús en el Evangelio “Velad”, es decir no estar quietos, es moverse para
cuando llegue el dueño.
La esperanza del cristiano hoy,
debe ser la de un mundo mejor, en donde la Salvación sea por todos aceptada,
pero para ello debe trabajar, esforzarse, si seguimos creyendo que la esperanza
del cristiano es la salvación, no hemos entendido lo que sucedió en la cruz; la
esperanza hoy se traduce en obras porque en ellas nos unimos a Cristo, porque por
ellas nos hacemos más humanos, porque en ellas la salvación ya recibida arraiga
el reino de Dios en medio de nosotros y nos abre de esta forma las puertas de
la vida eterna en Dios.
Que sepamos encontrar nuestra
esperanza, esa que realmente nos haga decir el 25 de Diciembre, hoy si estoy
viviendo una verdadera Navidad.
Paz y Bien
JAVC
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