"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 8 de diciembre de 2013

Juan el Bautista, el hombre

El primer Santo de la Iglesia, le llaman algunos al Bautista, el criterio no parece tan claro, pero en todo caso no es algo que afecte la fe.

Los principales datos alrededor de Juan el Bautista deben obtenerse de la Sagrada Escritura, los cuatro evangelios dan referencias de él y complementarse con algunos históricos propios de historiadores de la época, además de aquellos datos que algunas ciencias como la socio, antro y arqueología han permitido ir construyendo. No nos concentraremos en la densidad simbólica y teológica de los textos, a eso nos avocamos en las diferentes lecturas, la próxima será el 29 de Agosto cuando recordemos su martirio, sino que acá iremos al hombre Juan, solamente.

Datos biográficos

El nombre de sus padres está claro: Isabel y Zacarías. Isabel tiene una decendencia noble, es de la casa de Aarón y Zacarías es un sacerdote del Templo, de una de las 24 cases sacerdotales que existían, cruzando los datos se puede asegurar que Zacarías sería de la octava clase, sin embargo no era de la aristocracia sacerdotal, sino más bien  de lo simples sacerdotes, pobres y en condiciones económicas y culturales precarias.

Isabel era estéril, lo que ponía a la familia en una situación de “abandonados (castigados) por Yahvé”, sin embargo dice Lucas “eran justos ante Dios”(v6). La lectura de esta familia debe hacerse en relación a otras en las cuales la esterilidad estuvo presente y Dios actuó en medio de ellas con los nacimientos, por ejemplo de Isaac, Jacob, Esaú, José, Benjamín, etc. y como Abraham y Sara Isabel y Zacarías eran de edad avanzada.

Juan nacerá después de una serie de anuncios “angélicos” que desatarán la duda de su Padre, pero que sin embargo verán nacer, todo parece, a un profeta muy particular. El nacimiento de Juan de acuerdo a la Biblia fue silencioso, en tanto pocos se enteraron de la dicha de los esposos.

Juan debe haber crecido en Jerusalén o en las cercanías de esta ciudad, ciertamente habrá sido en la Provincia de Judea, algunos datos refieren a una ciudad llamada Ain Karen como a 6 kms de Jerusalén. Sin duda alguna su educación ha de haber sido profunda en los Textos Sagrados y ha de haber recibido desde muy niño una profunda guía espiritual de su Padre.

Juan, siguiendo nuestra estructura social, deberá considerarse primo segundo de Jesús, única familia que puede reconocerse según los datos, y todo parece ser que la relación entre María e Isabel era profunda y a pesar de estar a una distancia considerable, el contacto entre ellas es evidente. Por otro lado debe tenerse presente que las visitas a Jerusalén, sobre todo para las fiestas era costumbre, Ain Karen estaba de paso en el itinerario de Nazaret a Jerusalén.

¿Qué paso con Juan después de su nacimiento?

Ya adelantamos que Juan sin duda debió conocer muy bien las escrituras y ser un practicante Judío tal cual lo heredaría de sus Padres.

Es el mismo Lucas (1,80) quien da el dato de que Juan creía y su espíritu se fortalecía. Este es un estribillo usado comúnmente para referir el crecer no solo físico sino además para representar grandeza (Isaac, Sansón, etc.) el crecimiento en el conocimiento de Dios, algo similar se dirá de Jesús.

Lucas dice “vivió en lugares inhóspitos” y Mateo lo ubica en el desierto de Judea. Debe comprenderse que Lucas no es un conocedor de la geografía Palestina, a lo largo de su evangelio las imprecisiones geográficas son constantes, por tanto no da el dato exacto. No puede caber duda alguna, Juan en algún momento de su vida, emigró a vivir al desierto de Judea y allí iniciaría la preparación de su vida pública.

El desierto sería el refugio del Bautista y marcaría sin duda su forma de pensar. Es importante para entender tanto a Juan como a Jesús el momento social que el pueblo estaba viviendo, puntualmente y sin detalles, la opresión bajo la dominación romana, la relación político-religiosa entre el Sanedrín y los representantes de Roma, más todos los movimientos que decían hacer lo correcto frente a la ley: fariseos, saduceos, esenios, etc. A esto debe sumarse la desesperación que la pobreza causaba en muchos, el temor religioso que se había inyectado en la sociedad (sobretodo por los fariseos), y el abandono en que vivía el pueblo, ahunado a la esperanza de la llegada de aquel “rey” que les libraría de la dominación.

Ubicar a Juan en el desierto durante su vida de madurez es fundamental, es conocido por los estudios realizados, sobre todo a partir de los manuscritos de Qumrán, que en el desierto vivían anacoretas y cenobitas judíos, cuyo elemento común era ser de clase sacerdotal, requisito que Juan cumplía. Todo parece indicar que Juan sería un anacoreta, que literalmente significaría “un retirado”, este grupo tenía una forma particular de vivir la ley, no se llevaban con Fariseos y Saduceos por la “manipulación” que estos habían hecho de la ley, consideraban,  he acá porqué la reacción de Juan el Baustista en Mateo 3, 7 cuando les llama “raza de víboras”, además practicaban un fuerte ayuno y vestían diferente, quizás a eso se refiere Marcos en 1,6 y que Mateo traslada a 3,4 cuando nos detalla su vestimenta y su alimentación (aunque sin duda hay una referencia explícita al Antiguo Testamento), la vida de estos anacorétas era una vida en la que no se debía tener más de lo necesario y además de esto debía compartirse con quien no tenía, por ello la catequesis del Bautista en Lucas 3,10-14 y caso interesante, entre sus prácticas comunes estaban los “baños sagrados y de purificación”.

 Así las cosas Juan, aún y retirado al desierto y desde su praxis religiosa siguió de cerca el sufrimiento de su pueblo e interpretando las escrituras lejos de las prácticas del momento; decidió actuar y no permanecer aislado toda su vida. Esa decisión del Bautista será fundamental en la preparación del camino de Jesús de Nazareth; una vez más, no estamos interpretando la vida de Juan a la luz de Cristo, solo tratamos de acercarnos más a él.

El mensaje de Juan el Bautista

Ya se ha dibujado brevemente algunas de las razones que mueven al Bautista a actuar y de donde le vienen esos motivos, se instalará a las orillas del Jordán, siempre cerca del desierto de Judea.

El tema eje de Juan era “la llegada del Reino de Dios y su castigo” y la necesidad de la conversión como dice el Padre González “él inició un movimiento que preparaba un juicio inminente”, Jesús de Nazareth retomará la idea del Reino de Dios.

Juan conocía perfectamente que era necesario que la gente se arrepintiese de sus pecados y decidiese llevar una vida diferente, porque era la hora de actuar de Dios. Este mensaje de Juan fue tan impactante que llamó la atención de Jesús y este decide ir hasta Juan y bautizarse. El mismo Padre González en su reflexión añade “Jesús se une al movimiento de Juan y se hace bautizar. Ellos supone que comparte las preocupaciones y propuestas de Juan frente a un acontecimiento: El juicio de Dios”. Claro está ese unirse de Jesús conlleva un elemento de representación del pueblo y además Jesús irá moldeando el mensaje iniciado por Juan hasta llevarlo a la autenticidad del suyo propio, su vida y reflexión.

El mensaje de Juan era diferente al de los fariseos, al de los saduceos y otros movimientos incluyendo los esenios a quienes conoció bien, el mensaje de Juan enfrentaba directamente al Poder Romano y por tanto al Sanedrín, que dependía de este, Juan se levantaba como un “Profeta”, como desde hacía muchos años no había uno, era inminente para Juan que Dios habría de castigar al pueblo a todo el pueblo si no había una conversión inmediata (en este tema y otros Jesús se alejará un poco), era necesario arrepentirse para encontrar la dicha de Yahvé y en este particular se circunscribe su bautismo, pero eso si, su bautismo tenía un componente moral ineludible, si te bautizabas era porque cambiarías tu vida, recuérdese el constante conflicto con Herodes, que finalmente lo silenciará, decapitándolo. Josefo un historiador de la época cuenta que Herodes manda a matar al Bautista por el temor de que pusiese el pueblo contra él.

El mensaje de Juan siempre fue claro, él no era, otro venía detrás de él. Juan reconocerá en Jesús el elegido de Dios, envía sus discípulos a seguirle y antes de morir manda a preguntarle si realmente Él es el elegido, Juan quiere estar seguro de que su vida anunció al Salvador.

El mensaje del Bautista es silenciado por Herodes como ya se dijo, sin embargo el cambio social que produjo fue innegable, quizás no impactó mucho en las clases religiosas o políticas, pero ciertamente despertó la esperanza de un pueblo. El silencio del Bautista sin duda fue seguida por una nueva voz, una que por su mensaje ya no bautizaría con Agua sino con Espíritu Santo, había dicho Juan, la voz del Hijo de María y José, Jesús de Nazareth.

En este segundo domingo de adviento, habrá que decir que la llamada de Juan el Bautista es a un arrepentimiento que tenga connotaciones prácticas, no se trata de un rito o de una purificación interna; nosotros no tenemos que ser como Juan o sus discípulos porque ellos venían “detrás” del Señor, nosotros vamos “después” del Señor en el sentido de que ya hemos recibido su salvación y nos corresponde con nuestras obras continuar haciendo que el Reino de Dios (que no es otra cosa que la presencia de Cristo entre nosotros que nos acercó a Dios) siga siendo vigente y siga llegando a muchos más, es la búsqueda de la paz y la justicia (entendida como el bien para todos, que es la correcta interpretación bíblica), de modo que como dice Isaías “Serán vecinos el libo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos y un niño pequeño los conducirá” (Is 11,6). Esta imagen de Isaías pretende mostrar el fruto de la paz, que no es otro que la capacidad de convivir aún en las diferencias que entre nosotros puedan existir, es el fruto de la conversión, el Amor, tal cual Cristo nos lo ha enseñado, tal cual lo menciona Pablo en la carta a los Romanos “Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús” (Rm 15,5).

Ciertamente esta lecturas escatológicas nos invitan a preparar nuestro camino de cara al encuentro con Cristo después de nuestra muerte, pero algunas como las de hoy domingo (8-12) nos invitan a dar aquellos giros que sean necesarios para que nuestra navidad sea tan plena como El lo quiere, la propuesta de hoy podría resumirse así: Si dices ser cristiano tendrás que tener los mismos sentimientos de Cristo, que empiezan en la proclama y vida de paz y finalizan en la entrega por amor, sin importar las diferencias entre unos y otros. ¿Seremos capaces?
 
Paz y Bien
JAVC

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