La vida de fe siempre en algún
punto se transforma en duda; no existe cristiano que no haya vivido un momento
de duda en su fe, y esto es así porque hacer calzar el mensaje de Jesús con lo
que la cotidianidad nos propone no siempre es sencillo. En todo caso habrá que
decirlo tal como los especialistas en espiritualidad lo dicen, que son esos
momentos de duda los que realmente afirman el don de la fe.
El texto de Mt 11,2-11 vuelve a
retomar la figura de Juan el Bautista, pero ahora ya no libre como en la
lectura de la semana pasada (Mt 3,1-12) sino en la figura de un encarcelado.
Del texto de esta semana vale rescatar que es la primera vez que en el
Evangelio de Mateo Jesús recibe el título de “Cristo” (v.2), que en su
interpretación original en Mateo refiere al “mesías de Israel”.
Juan encarcelado manda a
preguntar a Jesús ¿Eres tú el que ha de
venir o hemos de esperar a otro?(v.3). Esta pregunta es extraña en Juan quien
al inicio del Evangelio mostraba una actitud distinta, recordemos que es Juan
quien le dice a Jesús “Soy yo el que
necesita ser bautizado por ti, y vienes tú donde mí?” (Mt 3,14b).
Entonces cabe preguntarse ¿Qué
pasó? ¿Por qué este cambio de actitud en Juan?
La exégesis del texto de hoy no
es sencilla y son varias las líneas por las que hay que leer lo que sucede, sin
embargo tratando de resumir (con todos los riesgos asumidos) habría que
proponer dos elementos como fundamentales en la actitud que muestra Juan, y
ambos son de naturaleza muy humana:
a. Si
efectivamente el Bautista estaba encarcelado, es evidente que la situación de
aislamiento haya producido en él un estado de “desesperación” que le llevase a
dudas fundamentales en su fe y conociendo a Jesús era para él necesario saber
que estaba haciendo este.
b.
El segundo elemento procede de la Escritura
misma y está “escondido” en la lectura de la semana pasada, Juan decía “… Él os bautizará con espíritu y fuego” (Mt
3,11c), cierta dificultad representa a que se refiere con Espíritu, pero
esa no es la que hoy puede interesarnos sino la palabra “fuego”, el texto
griego utiliza la palabra πῦρ (pir) que en su primera acepción significa eso exactamente “fuego”,
de hecho de ahí deriva nuestra palabra “pirotécnico”, sin embargo πῦρ
según el contexto puede llevar implícito esa fuerza necesaria para luchar para
cobijar y dar calor a muchos que lo necesitan pero a través de una lucha fuerte
y en el caso de Juan el Bautista así lo han definido los exégetas «El
Bautista echaba de menos en la persona y la actuación de Jesús precisamente el rasgo que él en su
predicación más había destacado, el bautismo de fuego del juez que- castiga.
Echaba de menos a demás el éxito
arrollador en el pueblo y la confesión clara y abierta de que él era realmente
el Mesías» [1].
Pero
Jesús se da cuenta de la duda de Juan y no solo eso sino que la entiende y en
lugar de mandar a decirle un “sí” directo, que es lo que en Teología Bíblica se
conoce como el “silencio mesiánico” (Jesús nunca se declara a sí mismo mesías),
Jesús le responde a Juan desde la fuente misma de su duda y tomando diferentes
partes del libro de Isaías le dice “los
ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen,
los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (v.5). Jesús
no está pensando tanto en lo que Él hacía, sino en lo que Isaías decía eran
características del Mesías y como Juan está tratando de ver en Jesús el mesías
anunciado por Isaías Jesús le responde con las palabras mismas del profeta.
Nada se dice de la reacción de Juan a la respuesta de Jesús, aunque tácitamente
está claro que ha de haber entendido el mensaje cifrado de Jesús que en el
fondo lleva el “Yo Soy”, no deberíamos dudar de que Juan ha comprendido lo que
Jesús le manda a decir.
Y en
la respuesta de Jesús, Juan ha encontrado fuerza para su esperanza y no cabe
duda que cuando la esperanza se anima, el corazón se llena de una alegría
impresionante, casi indescriptible, una alegría como es el nombre del tercer
domingo de adviento “Gaudete” – alegría, regocijo - , una alegría y regocijo
que viene de la cercanía del gran momento en que recordamos como el Verbo
siempre existente, engendrado por el Padre desde la eternidad asume nuestra
condición humana en pleno y se acerca a nosotros, he allí que toma sentido la
frase de la Carta de Santiago que la segunda lectura propone “Tened también vosotros paciencia;
fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca” (St 5,8).
Esperar
no es sencillo, por eso la liturgia de la palabra nos pone como ejemplo la duda
de Juan, porque esperar y desesperarse es ciertamente humano y en la vida de fe
se vale, sin embargo Juan también nos da el ejemplo, ante la duda consulta, lo
peor que el cristiano puede hacer ante una duda de fe es encerrarse en sí mismo
tratando de cuidarse de la respuesta o buscándola dentro de sí. Hoy la
propuesta del Gaudete es la de animarnos aún en medio de las dificultades que
estemos viviendo pues está cerca el momento en que nos es recordado que Dios se
hizo uno de nosotros.
El
Papa Francisco para este adviento nos compartió la Exhortación Apostólica “Evangelii
Gaudium” -La alegría del Evangelio-, que merece ser leída y comprendida, pero
que inicia con esta hermosa frase «La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él
son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento.
Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».
Esta
pequeña frase resume la esencia del Gaudete, que hoy se nos dibuja en la duda
del Bautista, en Jesús siempre nace y renace la alegría. Cabría preguntarse ¿y cuál
es esa alegría en medio de tantos que sufren pobreza (material y/o espiritual)?,
esa alegría es la que usted y yo tenemos que llevar, así como los discípulos de
Juan le llevaron la respuesta de Jesús para que él se alegrara, así mismo usted
y yo debemos llevar la noticia a los pobres y darles alegría: alimento,
vestido, un regalo, un abrazo, un consejo, silencio, sonrisas, compañía, etc,
tanto que podemos dar para que este Gaudete se transforme el 25 de este mes en
un verdadero gozo, en una verdadera navidad como nos recordaba la primera
lectura en boca de Isaías “¡Regocijo y alegría les acompañarán!”(Is 35,10c). Cristo no vuelve a nacer
en navidad, pues Él sigue entre nosotros, somos usted y yo quienes le hacemos
presente en nuestra vida, la de los nuestros y del prójimo.
Nuestro
corazón solo experimentará la alegría de la navidad cuando hayamos hecho
presente a Cristo en la vida de los otros, porque navidad sin entrega no tiene
sentido, pues quien vino en esa fecha vino a entregarse por usted y por mí.
Si
hoy como Juan usted duda, su fe es blanda, si siente que como Juan está en
medio de una cárcel regocíjese (Gaudete) porque en usted está esa capacidad de
amar y dar, tal como lo recitaba Sn Francisco de Asís “es dando que recibimos” y porque cerca suyo hay alguien dispuesto
a mostrarle lo que realmente es la navidad.
Si
por el contrario esta fuerte en su fe, haga lo que hicieron los discípulos de
Juan y lleve la noticia a muchos, llene de alegría tantos corazones como pueda,
ahí y solo ahí la navidad tomará sentido.
Dios
se ha revelado en Jesucristo, su Hijo amado, por Él tenemos acceso al Padre,
sepamos entonces en estos pocos días de adviento que nos quedan, avivar nuestra
esperanza en las promesas ya cumplidas en Cristo que día a día tenemos la
oportunidad de vivir, ya no hay nada que esperar en Cristo fue todo Revelado
[2] nuestro caminar es un caminar hacia el encuentro con Jesús Resucitado, pero
los gozos de la salvación ya están en y entre nosotros, disfrutémoslos y
compartámoslos.
Y
finalmente no nos dejemos llevar, Navidad empieza el 25 de diciembre, no el 1
de octubre, Navidad no es posesión de una tienda es la actitud del cristiano
frente al hermano, Navidad no es un regalo material, es la alegría de sabernos
amados por Él y capaces de amar como Él.
Paz
y Bien
JAVC
[1] Schmid, Josef, “El Evangelio de Mateo”, p. 275.
[2] Cf. Concilio Vaticano II, Dei
Verbum.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario