01 de Enero
Hoy primer domingo después de la fiesta de la
Natividad del Señor se celebra el día de la Sagrada Familia, sin embargo todo
lo escrito en el mes de Agosto fue dedicado al tema de la familia así que no
creo que valga más reflexión por ahora, en su lugar intentaré exponer un tema
dogmático que no se comprende tan fácil a veces ni por los católicos y con
mucha más razón por quienes no son católicos, de los cuales muchos leen estas
líneas y con quienes semana a semana comparto gratamente, sin necesidad de
acuerdos, simplemente nos damos el gusto de compartir.
Me refiero al título de María Madre de Dios,
primera fiesta en el calendario civil ¿Es que acaso Dios tiene Madre? Porque sí
es así ha tenido un principio y la fe del Credo profesa un Dios existente desde
siempre y creador no creatura, como escribió Ratzinger «¡Una mujer, madre de Dios! He aquí, de hecho, la gran
paradoja. Dios se empequeñece. Se hace hombre, y con ello acepta también la
condición de ser concebido y parido como un ser humano» [1].
La respuesta al tema de María Madre de Dios no
se explica desde la mariología sino desde la cristología, como debe ser todo lo
que se diga de María, por ello me veo forzado a hacer algunas acotaciones
dogmáticas muy puntuales sin entrar en el detalle pues sin duda exigirían más
que escribir:
1. Dios
es Dios desde siempre y desde siempre ha sido Padre, porque el Hijo siempre ha
existido (relación de filiación).
2. El
Hijo no ha sido creado sino que es de la misma naturaleza (ou.si,a,
ousia [2]) que el Padre, es decir es engendrado, por
tanto posee en sí toda esa naturaleza de Dios, por ello es Dios.
3. Por
lo anterior Jesús ha asumido en su vida la totalidad de la condición humana sin
perder nada de su condición divina, es decir en Jesús se dio la unión de las
dos naturalezas (u.po,stasij, hypostasis) la humana y la divina.
4. Quien
ha nacido de María no es un ser humano posteriormente “divinizado” (herejía adopcionista) sino que ha nacido un ser humano con todas las
condiciones humanas pero que siendo Dios no pierde nada de ello y por tanto
desde la encarnación se ha encarnado Dios mismo en la persona del Hijo, que es
el mismo Dios (Trinidad).
El panorama histórico para llegar a estas y
otras conclusiones es muy amplio, son cientos de años los que están de por
medio, pero para la mejor comprensión habrá que citar rápidamente tres herejías
que llevaron a la Iglesia a definir dogmáticamente que María es la Madre de
Dios:
a. El
primero en escena es Arrio, sacerdote nacido en el 260. En su reflexión sobre
Cristo plantea en grandes líneas que: El hijo no existió desde siempre, fue
creado y no engendrado por tanto no es Dios, de esta forma quien nace de María
no es Dios. Las implicaciones de la doctrina arriana en la historia de la
Iglesia son impresionantes, hasta la fecha inclusive.
b. En
el centro de las herejías se haya Apolinar de Loadicea, Obispo hacia el 361,
planteo que en Cristo todo lo humano actuaba, menos en su racionalidad, es
decir que no pensaba como humano sino exclusivamente como Dios; el problema de
este planteamiento era que entonces en Jesús no se dio una unión de las dos
naturalezas como lo ha creído la Iglesia.
Estas dos primeras herejías y otras corrientes (ej. Gnosticismo) hacían que para la época ya existieran corrientes que debatían el título de Madre de Dios que se le daba a María, por ejemplo la Tradición desde el inicio ya reconocía tal honor, autores como Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lion y con mayor precisión Alejandro de Alejandría a quien se le atribuye usar por primera vez el término “Madre de Dios” eran celosos de cuidar esto, pero a partir de las posturas de Arrio otros autores declararon que María no era “Madre de Dios” (the,otho,koj, theothókos) sino “Madre del hombre” (antropothokoj, antropothókos) esto porque como vimos Arrio decía que Jesús no era Dios.
En medio de este panorama convulso aparece la figura de Nestorio patriarca de Constantinopla (428-431) quien tratando de solucionar el conflicto teológico-dogmático que se presentaba expuso su doctrina pero en su intento estableció una nueva herejía que llevaría su nombre, el Nestorianismo:
c. Jesús
es una persona compuesta que no es ni el Hijo de Dios ni un simple hombre, sino
una persona nueva, por lo que no se le pueden atribuir las propiedades divinas
al hombre ni las propiedades humanas a Dios, con esto quien nace de María es un
“tercero” pero nunca el Hijo de Dios.
En respuesta a Nestorio y los graves problemas que el título de Madre de Dios estaban generando la Iglesia en el Concilio de Éfeso (431) manteniéndose en la línea de los cuatro puntos que expuse al inicio, declaró oficialmente que “María es Madre de Dios” dice el texto del concilio:
Porque no nació primeramente un hombre
cualquiera de la Santa Virgen y luego descendió sobre Él el verbo, sino que,
unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como
quien hace suyo el nacimiento de la propia carne. De esta manera (los santos
Padres) no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios (theothokos) a la
santa Virgen, no ciertamente porque la naturaleza del Verbo o su divinidad
hubiera tenido origen de la Santa Virgen, sino porque nació de ella el santo
cuerpo dotado de alma racional, a la cual el Verbo se unió sustancialmente,
se dice que el Verbo nació según la carne [3]
De
esta forma el concilio de Éfeso daba por cerrada la discusión dogmática a lo
interno de la Iglesia sobre el tema de la “Madre de Dios” y con lo que he
subrayado creo debe de entenderse claramente la posición eclesiástica, María no
da origen a la naturaleza divina de Jesús, la asume en su vientre mientras que
dotando a Jesús de su cuerpo (alma racional) se unen (hypostasis)
sustancialmente ambas naturalezas, verdadero Dios y verdadero Hombre y por ello
y la entrega maternal con la que da vida y acompaña a Jesús en su madurez es
ciertamente la Madre de Dios. Vale agregar que de este Concilio nació la parte del "Dios te salve" que dice "Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte", queda claro el porque de la frase que rezamos.
Hasta
acá no hemos hecho más que un somero recorrido por la historia de la Tradición
que justifica el título “Madre de Dios”, hay que reconocer que desde la
Escritura también podría realizarse un análisis, sin embargo haría muy largo
este comentario.
Quizás
valga solo algunas acotaciones a los textos que se leerán el miércoles, de
Pablo el indispensable texto a los Gálatas 4,4 y del Evangelio de Lucas
2,16-21.
Del
texto paulino rescatar la frase (v.4a) “Pero
al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su hijo, nacido de mujer…” la
traducción “nacido” no es la mejor de todas pues el verbo en griego es mucho
más profundo que simplemente “nacer”, el verbo gi,nomai
(guinomai) expresa la dependencia total de lo que se da de quien
lo da, el verbo expresa que el hijo de Dios llega a existir por una mujer y con
la implicación de una mujer, es decir María no es una receptora pasiva sino que
participa activamente de la maternidad del Hijo de Dios, es la Madre de Dios
porque participa de la encarnación. Para profundizar más al respecto esta parte
de la homilía de Benedicto XVI ayuda:
En el pasaje de la carta a los Gálatas san
Pablo afirma: “Dios envió a su Hijo nacido de mujer” (Gal 4,4). Orígenes
comenta: “Mira bien que no dice: nacido a través de una mujer, sino nacido de
mujer”. Esta aguda observación del gran exegeta y escritor eclesiástico es
importante porque, si el Hijo de Dios hubiera nacido solamente a través de una
mujer, en realidad no habría asumido nuestra humanidad, y esto es precisamente
lo que hizo tomar carne de María. Por consiguiente la maternidad de María es verdadera
y plenamente humana. En la frase “Dios envió a su Hijo nacido de mujer” se
halla condensada la verdad fundamental sobre Jesús como Persona divina que
asumió plenamente nuestra naturaleza. Él es el Hijo de Dios, fue engendrado por
Él; y al mismo tiempo es hijo de una mujer, de María. Viene de ella. Es de Dios
y de María. Por eso la Madre de Jesús se puede y se debe llamar Madre de Dios.[4]
El texto de Lucas la frase que sentencia la fuerza de la maternidad de María habrá que hallarla en 2,19 “María por su parte, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”, en lo personal me llama la atención el “por su parte” esta frase se usa cuando se desea hacer notar una diferencia de actitud entre personas, es decir el texto nos está diciendo que María no actuaba igual ante las cosas que Jesús hacía, ella era diferente, no sabemos que pasaba solo que se refugiaba en su corazón. Ese refugio y ese “por su parte” solo puede ser posible porque en ella actúa una realidad, un vínculo profundo con su Hijo, que le hace comprender que siendo su Madre también está ante su salvador, y en lo tibio de la duda, se sabe Madre del Salvador que es Dios mismo.
Hoy
por hoy la Iglesia no duda en llamar a María “Madre de Dios” y da a ella un
lugar especial entre el pueblo de Dios, pues es la primera Bienaventurada, sin
embargo la Iglesia sigue teniendo claro que toda la alabanza y la Gloria es al
Padre por el Hijo y nunca en su doctrina ha pretendido ubicar por encima de
ello el sano culto a la Virgen, otra cosa será lo que en lo “popular” se haya
desarrollado. Cristo es la Cabeza de la Iglesia y con Él caminamos hacia el
Padre, en María Madre de Dios vemos el espejo de la Iglesia como decía Pablo VI
y en ella encontramos el modelo de vida que nos acerca a Cristo, único camino
al Padre.
Paz y Bien.
[1] Ratzinger, Joseph, “Dios y el mundo”. p.275
[2] Sustancia, es la
traducción más precisa.[3] DzH 251
[4] Benedicto XVI, Homilía en las Vísperas (31-12-2006)
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