Varios países del mundo hoy
domingo marchan en defensa de la vida, don de Dios que ha confiado al hombre la
capacidad de engendrar vida (no crearla), es en la vida, unión inseparable de
cuerpo, alma y espíritu que reside la continua creación de Dios, reducir la
vida a un mero cuerpo o a la existencia de una facultad vegetativa de las
funciones neurobiológicas es caer en un dualismo terrible en el que el cuerpo
parece una cosa alejada e incomunicada del alma, olvidándonos por completo que
la existencia no distingue entre una y otra sino que somos lo que somos porque
cuerpo y alma son uno solo y de esta forma le dan identidad al sujeto a la
persona.
Pienso en el momento de la
Anunciación, aquel momento en el que el Hijo eterno toma la condición humana y
desde su divinidad y nunca perdiendo esta se une intensamente a la humanidad,
asumiendo en todo nuestra condición. Al saludo del Ángel y sus primeras
palabras, María no duda en preguntar ¿Cómo es esto posible? Y la respuesta es contundente “El Espíritu Santo vendrá sobre ti…”
(cf. Lc 1,35a), la Encarnación no depende de la conformación biológica, no
hubo que esperar nueve semanas para decir que La Palabra estaba encarnada que
ya había vida, La Encarnación se da por la acción del Espíritu Santo en el
momento mismo en que el Ángel deja a María, el Ángel no viene a anunciar un
hecho viene a hacerlo presente por la acción del Espíritu, el Hijo Encarnado
nace en la historia en el momento justo en que es anunciado, no se le anuncia
para esperar un tiempo y así decir que ya existe, es imposible imaginar que la
acción del Espíritu Santo queda en suspenso unas semanas para que el Hijo
exista, no no es así, el Hijo es la Vida y su Encarnación es la prueba de que
la vida existe desde el momento justo en que el engendrado se asienta en el
seno, porque no todo es biología, es también acción del Espíritu que da al ser
humano la capacidad de engendrar vida, pero vida en todo su sentido, no la mera
reducción corpórea o facultativa. El Hijo se encarna desde el primer momento en que el Espíritu actúa en María, no hay nada que
esperar, de la misma forma, hoy la vida que se engendra se resguarda en el seno
materno por ese don recibido de Dios de dar vida y se hace presente desde el
primer momento, porque la vida trasciende lo corpóreo, pues una vez que se da
la vida es para la eternidad pues la vida no muere, es eterna, y así como no
muere igualmente tiene un solo principio, no varios y menos aún uno que deba
esperar un tiempo prudencial para asegurar que ya existe, habrá aquí que hacer
eco de las palabras del Génesis “Dios
dijo: Hagamos al ser humano a imagen y semejanza nuestra […] creó Dios al ser
humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (Gn
1,26a.27) la creación del hombre no depende de un tiempo de espera, pues la
creación misma fue el acto inmediato de la voluntad de Dios, en Dios no hay
tiempo por tanto no hay espera, la vida es vida desde el primer momento porque
Dios crea ya y para siempre, y así como Dios crea ya y para siempre, así la
bendición de Dios “Sed fecundos y
multiplicaos” (Gn 28a.) lleva consigo la fecundidad inmediata del acto,
pues el ser humano transmite la vida en la forma en que Dios lo ha querido y le
ha permitido “ya y para siempre”, no hay espera en el don de la vida, porque el
Creador de la Vida así lo ha querido. Por ello en la Encarnación no hay un
tiempo de espera entre lo anunciado y la acción del Espíritu, lo anunciado a
María se efectúa en el momento mismo porque cuando se da la vida es “ya y para
siempre”, de la misma forma entonces usted y yo si damos vida es “ya y para
siempre”.
Dicho lo anterior, el aborto
siempre mata (sálvense los casos particulares que el Magisterio refiera, cf.
Evangelium Vitae por ejemplo), siempre mata porque la vida como don es “ya y
para siempre”. La vida no es un producto que se va construyendo, es el insumo
fundamental para que la biología pueda hacer su parte, no es el cuerpo el que
informa la vida, es la vida la que informa el cuerpo y así juntos dan esencia a
la persona; sí, si hay un principio de la existencia, la vida misma, don de Dios,
quien no lo crea así, y diga creer en Dios hace apostasía.
Ciertamente, se marcha por la
vida, por la familia cuna de la vida pues como nos recuerda el Concilio
Vaticano II “La familia cristiana
proclama muy alto tanto las presentes virtudes del Reino de Dios, como la
esperanza de la vida bienaventurada” (LG 35.), es la familia la custodia de
la fecundidad, esa misma de Cristo con su Iglesia, es la familia la llamada a
ser protectora de la vida. Vida y Familia son inseparables, una depende de la
otra.
Pero aprovechando esta simbiosis
entre vida y familia, no quisiera pensar en que hoy en día el aborto solo
alcanza lo biológico (sin demeritar en nada el tema), pero es que también en
familia hoy se están abortando otras cosas:
Se
aborta tiempo con la familia por el incansable deseo de tener más….
Se
aborta amor, por el egoísmo de lo que yo quiero en detrimento de los otros…
Se
aborta esperanza, cuando no se escucha y aconseja a los hijos…
Se
aborta virtud, cuando los esposos viven juntos pero luchando por lo suyo propio…
Se
aborta fe, cuando Dios es un instrumento para los fines propios y no el fin.
Se
aborta humildad, cuando todo se tiene y se cree estar completos…
Se
aborta vida, cuando con mis actitudes aniquilo la sonrisa del otro…
Se
aborta comunidad, cuando quiero ser yo y solo yo…
Se
aborta cariño, cuando no nos abrazamos…
Se
aborta futuro, cuando no jugamos con nuestros hijos…
Se
aborta el Don de Dios, cuando los esposos olvidan porque se unieron…
Sí amigos (as), se aborta mucho más que vida; por
ello el Matrimonio la vida en familia es un reto inmenso, que requiere de tal
prioridad en la vida que todo lo que se haga debe ser para seguir construyendo
familia, si algo (además de Dios, claro está) se pone por encima de la familia
inmediatamente algo se ha de abortar.
Que estas marchas por la vida y la familia, sean
más que un evento (con algunos patrocinios comerciales de fe, lamentablemente)
y que no sean flor de un día, que sea una actitud con la cual evangelicemos
desde la caridad y el respeto.
Oremos unos por otros, familias por familias para
que en medio de las dificultades propias del día a día, podamos sostener el
barco; Que Dios nos llene de sabiduría para guiar la vida de los pequeños que
en nosotros confían y que seamos luz de quienes dudan en dejarles vivir; pero
sobre todo oremos porque las familias no perdamos de vista que lo importante no
está más allá de lo cercano, que lo realmente importante lo vemos cada día al
despertar, que aún en la situación más difícil solo la fuerza de una familia
unida basta y una familia no la une una cuenta de banco o un carro último
modelo o un trabajo “de alto rango”, una familia se une en lo simple y
sencillo, porque su esencia es esa.
Oremos también por esos hombres y mujeres que hoy
luchan en la pobreza por darles un mejor futuro a sus hijos, pero más que orar
por ellos oremos porque nosotros comprendamos el papel que debemos jugar para
con ellos, porque si están solos es porque a nosotros se nos ha olvidado que
hay que acompañarlos.
Oremos por tantas familias que hoy sufren en su
interior, porque algo parece haberse abortado, para que la luz de Cristo vuelva
a iluminar su caminar y que nosotros podamos estar atentos si es que debemos
ayudar a encender esa luz.
Oremos por esas parejas o bien mujeres que ahora en
su soledad y desesperación piensan en el aborto para que tengan la fuerza de
seguir adelante y oremos porque usted y yo sepamos guiarles cuando así sea el
caso.
La vida existe desde siempre, insistiré en mi idea,
porque Dios Creador de la vida la dio “desde ya y para siempre” y al darnos el
don de engendrar lo hace desde el mismo principio; el Hijo Encarnado es prueba
viva de ello, pues nada hubo que esperar después de la Anunciación para que La
Palabra Eterna estuviese entre nosotros, porque es la vida la que produce, no
lo producido lo que da vida.
“Queridas familias, vivan siempre
con fe y simplicidad, como la familia Sagrada de Nazareth”
Franciscus
PP. Mensaje a la Familias 27 octubre, 2013.
Paz y Bien
JAVC.
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