"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 29 de diciembre de 2013

Santa Maria Madre de Dios

Santa María Madre de Dios
01 de Enero

Hoy primer domingo después de la fiesta de la Natividad del Señor se celebra el día de la Sagrada Familia, sin embargo todo lo escrito en el mes de Agosto fue dedicado al tema de la familia así que no creo que valga más reflexión por ahora, en su lugar intentaré exponer un tema dogmático que no se comprende tan fácil a veces ni por los católicos y con mucha más razón por quienes no son católicos, de los cuales muchos leen estas líneas y con quienes semana a semana comparto gratamente, sin necesidad de acuerdos, simplemente nos damos el gusto de compartir.

Me refiero al título de María Madre de Dios, primera fiesta en el calendario civil ¿Es que acaso Dios tiene Madre? Porque sí es así ha tenido un principio y la fe del Credo profesa un Dios existente desde siempre y creador no creatura, como escribió Ratzinger «¡Una mujer, madre de Dios! He aquí, de hecho, la gran paradoja. Dios se empequeñece. Se hace hombre, y con ello acepta también la condición de ser concebido y parido como un ser humano» [1].

La respuesta al tema de María Madre de Dios no se explica desde la mariología sino desde la cristología, como debe ser todo lo que se diga de María, por ello me veo forzado a hacer algunas acotaciones dogmáticas muy puntuales sin entrar en el detalle pues sin duda exigirían más que escribir:

1.      Dios es Dios desde siempre y desde siempre ha sido Padre, porque el Hijo siempre ha existido (relación de filiación).

2.      El Hijo no ha sido creado sino que es de la misma naturaleza (ou.si,a, ousia [2]) que el Padre, es decir es engendrado, por tanto posee en sí toda esa naturaleza de Dios, por ello es Dios.

3.      Por lo anterior Jesús ha asumido en su vida la totalidad de la condición humana sin perder nada de su condición divina, es decir en Jesús se dio la unión de las dos naturalezas (u.po,stasij, hypostasis) la humana y la divina.

4.      Quien ha nacido de María no es un ser humano posteriormente “divinizado” (herejía adopcionista)  sino que ha nacido un ser humano con todas las condiciones humanas pero que siendo Dios no pierde nada de ello y por tanto desde la encarnación se ha encarnado Dios mismo en la persona del Hijo, que es el mismo Dios (Trinidad).

El panorama histórico para llegar a estas y otras conclusiones es muy amplio, son cientos de años los que están de por medio, pero para la mejor comprensión habrá que citar rápidamente tres herejías que llevaron a la Iglesia a definir dogmáticamente que María es la Madre de Dios:

a.       El primero en escena es Arrio, sacerdote nacido en el 260. En su reflexión sobre Cristo plantea en grandes líneas que: El hijo no existió desde siempre, fue creado y no engendrado por tanto no es Dios, de esta forma quien nace de María no es Dios. Las implicaciones de la doctrina arriana en la historia de la Iglesia son impresionantes, hasta la fecha inclusive.

b.      En el centro de las herejías se haya Apolinar de Loadicea, Obispo hacia el 361, planteo que en Cristo todo lo humano actuaba, menos en su racionalidad, es decir que no pensaba como humano sino exclusivamente como Dios; el problema de este planteamiento era que entonces en Jesús no se dio una unión de las dos naturalezas como lo ha creído la Iglesia.

Estas dos primeras herejías y otras corrientes (ej. Gnosticismo) hacían que para la época ya existieran corrientes que debatían el título de Madre de Dios que se le daba a María, por ejemplo la Tradición desde el inicio ya reconocía tal honor, autores como Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lion y con mayor precisión Alejandro de Alejandría a quien se le atribuye usar por primera vez el término “Madre de Dios” eran celosos de cuidar esto, pero a partir de las posturas de Arrio otros autores declararon que María no era “Madre de Dios” (the,otho,koj, theothókos) sino “Madre del hombre” (antropothokoj, antropothókos) esto porque como vimos Arrio decía que Jesús no era Dios.

En medio de este panorama convulso aparece la figura de Nestorio patriarca de Constantinopla (428-431) quien tratando de solucionar el conflicto teológico-dogmático que se presentaba expuso su doctrina pero en su intento estableció una nueva herejía que llevaría su nombre, el Nestorianismo:

c.       Jesús es una persona compuesta que no es ni el Hijo de Dios ni un simple hombre, sino una persona nueva, por lo que no se le pueden atribuir las propiedades divinas al hombre ni las propiedades humanas a Dios, con esto quien nace de María es un “tercero” pero nunca el Hijo de Dios.

En respuesta a Nestorio y los graves problemas que el título de Madre de Dios estaban generando la Iglesia en el Concilio de Éfeso (431)  manteniéndose en la línea de los cuatro puntos que expuse al inicio, declaró oficialmente que “María es Madre de Dios” dice el texto del concilio:

Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Santa Virgen y luego descendió sobre Él el verbo, sino que, unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne. De esta manera (los santos Padres) no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios (theothokos) a la santa Virgen, no ciertamente porque la naturaleza del Verbo o su divinidad hubiera tenido origen de la Santa Virgen, sino porque nació de ella el santo cuerpo dotado de alma racional, a la cual el Verbo se unió sustancialmente, se dice que el Verbo nació según la carne [3]

De esta forma el concilio de Éfeso daba por cerrada la discusión dogmática a lo interno de la Iglesia sobre el tema de la “Madre de Dios” y con lo que he subrayado creo debe de entenderse claramente la posición eclesiástica, María no da origen a la naturaleza divina de Jesús, la asume en su vientre mientras que dotando a Jesús de su cuerpo (alma racional) se unen (hypostasis) sustancialmente ambas naturalezas, verdadero Dios y verdadero Hombre y por ello y la entrega maternal con la que da vida y acompaña a Jesús en su madurez es ciertamente la Madre de Dios. Vale agregar que de este Concilio nació la parte del "Dios te salve" que dice "Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte", queda claro el porque de la frase que rezamos.

Hasta acá no hemos hecho más que un somero recorrido por la historia de la Tradición que justifica el título “Madre de Dios”, hay que reconocer que desde la Escritura también podría realizarse un análisis, sin embargo haría muy largo este comentario.

Quizás valga solo algunas acotaciones a los textos que se leerán el miércoles, de Pablo el indispensable texto a los Gálatas 4,4 y del Evangelio de Lucas 2,16-21.

Del texto paulino rescatar la frase (v.4a) “Pero al llegar la plenitud de los tiempos envió Dios a su hijo, nacido de mujer…” la traducción “nacido” no es la mejor de todas pues el verbo en griego es mucho más profundo que simplemente “nacer”, el verbo gi,nomai (guinomai) expresa la dependencia total de lo que se da de quien lo da, el verbo expresa que el hijo de Dios llega a existir por una mujer y con la implicación de una mujer, es decir María no es una receptora pasiva sino que participa activamente de la maternidad del Hijo de Dios, es la Madre de Dios porque participa de la encarnación. Para profundizar más al respecto esta parte de la homilía de Benedicto XVI ayuda:

En el pasaje de la carta a los Gálatas san Pablo afirma: “Dios envió a su Hijo nacido de mujer” (Gal 4,4). Orígenes comenta: “Mira bien que no dice: nacido a través de una mujer, sino nacido de mujer”. Esta aguda observación del gran exegeta y escritor eclesiástico es importante porque, si el Hijo de Dios hubiera nacido solamente a través de una mujer, en realidad no habría asumido nuestra humanidad, y esto es precisamente lo que hizo tomar carne de María. Por consiguiente la maternidad de María es verdadera y plenamente humana. En la frase “Dios envió a su Hijo nacido de mujer” se halla condensada la verdad fundamental sobre Jesús como Persona divina que asumió plenamente nuestra naturaleza. Él es el Hijo de Dios, fue engendrado por Él; y al mismo tiempo es hijo de una mujer, de María. Viene de ella. Es de Dios y de María. Por eso la Madre de Jesús se puede y se debe llamar Madre de Dios.[4]

El texto de Lucas la frase que sentencia la fuerza de la maternidad de María habrá que hallarla en 2,19 “María por su parte, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”, en lo personal me llama la atención el “por su parte” esta frase se usa cuando se desea hacer notar una diferencia de actitud entre personas, es decir el texto nos está diciendo que María no actuaba igual ante las cosas que Jesús hacía, ella era diferente, no sabemos que pasaba solo que se refugiaba en su corazón. Ese refugio y ese “por su parte” solo puede ser posible porque en ella actúa una realidad, un vínculo profundo con su Hijo, que le hace comprender que siendo su Madre también está ante su salvador, y en lo tibio de la duda, se sabe Madre del Salvador que es Dios mismo.

Hoy por hoy la Iglesia no duda en llamar a María “Madre de Dios” y da a ella un lugar especial entre el pueblo de Dios, pues es la primera Bienaventurada, sin embargo la Iglesia sigue teniendo claro que toda la alabanza y la Gloria es al Padre por el Hijo y nunca en su doctrina ha pretendido ubicar por encima de ello el sano culto a la Virgen, otra cosa será lo que en lo “popular” se haya desarrollado. Cristo es la Cabeza de la Iglesia y con Él caminamos hacia el Padre, en María Madre de Dios vemos el espejo de la Iglesia como decía Pablo VI y en ella encontramos el modelo de vida que nos acerca a Cristo, único camino al Padre.

Paz y Bien.

[1] Ratzinger, Joseph, “Dios y el mundo”. p.275
[2] Sustancia, es la traducción más precisa.
[3] DzH 251
[4] Benedicto XVI, Homilía en las Vísperas (31-12-2006)

domingo, 22 de diciembre de 2013

Él se ha encarnado

Mt 1,18-24

Todos estos domingos de adviento nos han venido proponiendo temas y figuras a través de las cuales reflexionar nuestras actitudes de cara al acontecimiento de la natividad de Jesús, hoy a tan solo días de rememorar aquel momento único en la historia las palabras de Pablo hacen un eco profundo en el corazón de cristiano “a vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (Rm 1,7).

El evangelista Mateo es muy breve al presentar el tema de la encarnación, comparándolo con Lucas que es quien más se detiene en ello. Mateo abre su evangelio mostrando las raíces judías de Jesús y su clara descendencia del trono de David, pero en el versículo 16 del primer capítulo hace una pequeña variación, no pone a Jesús como descendiente de José, sino de María de quien dice Mateo, nació Cristo. Allí en ese pequeño juego de palabras ha escondido Mateo el misterio de la encarnación, Jesús no ha dependido de José para nacer, porque es el Cristo, José asume la misión de darle identidad social a Jesús, una identidad que le ubica en línea con David, pero que no agota todo lo que Jesús es. La encarnación, escondida en ese v.16 queda reafirmada más adelante cuando se dice que María “se encontró en cinta por obra del Espíritu Santo” (v.18c). De esta forma Mateo nos presenta como Dios se encarna y se hace parte de nuestra realidad.

Mateo le da más protagonismo a José que a María, es un tema estratégico del autor, que desea reafirmar el linaje davídico de Jesús frente a la comunidad que lee su evangelio, sobre todo a la luz de las palabras de Isaías y lo reafirmará con la profecía de la doncella “la doncella concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel” Is 7,14b. Al respecto la mayoría de las versiones latinas han traducido “la virgen”, tomando como base la traducción de la Biblia de los LXX, sin embargo el texto hebreo original menciona la palabra ´almah que significa: doncella o joven recién casada.

Sin entrar en los detalles de la discusión, lo cierto del caso es que José comprende lo que está sucediendo en María y asume la responsabilidad del hecho y hasta ahí llega Mateo el tema de José; si prestamos atención entonces para Mateo el tema no es tanto el papel de María o de José, sino lo que el acontecimiento mismo representa y que lo define el nombre que el ángel le revela a José: Emmanuel. Lo relevante no son los padres, lo relevante es que “Dios está con nosotros”.

El misterio de la Encarnación del Verbo no pasa por la humanidad de sus padres, sino por el momento en donde Dios Hijo desde siempre existente asume nuestra totalidad humana y siendo verdadero Dios y verdadero hombre, viene a traernos el Reino de Dios a nosotros, como muestra del amor eterno del Padre que no duda en entregar a su único Hijo.

Hoy, en medio de la convulsionada sociedad, se ha perdido de perspectiva el hecho de que Dios se haya encarnado, pasa casi como un imperceptible, como si fuese un nacimiento más; en medio de las luces, los regalos y el liberalismo de consumo, La Encarnación ha dejado de ser asumida como el hecho de “Dios con nosotros” casi acomodándolo a un “nosotros con Dios”.

Hay un temor terrible de enfrentar la pregunta ¿Cómo tu Dios siendo quien eres has podido asumir nuestra condición humana?, y mientras que los cristianos la evadimos, otros racionalistas se deleitan atacando nuestra incapacidad de dar respuesta o bien los más fanáticos religiosos se contentan con respuestas que rayan la heterodoxia más sublime.

El P. González de Cardedal aseveraba que “… la encarnación inicia en el seno de María y finaliza con los brazos extendidos de Jesús en la Cruz”; es decir lo que rememoramos en navidad no es solo el acontecimiento puntual del nacimiento del Verbo sino que recordamos su vida, toda ella, la vida de Dios mismo entre nosotros. No puede entonces sino entristecer el hecho de ver tanta cosa banal alrededor de tan hermoso momento.

Pero depende de usted y de mí que pueda ser diferente; depende de usted y de mí que realmente celebremos el hecho de Dios mismo que se dona por nosotros, que logremos trascender de lo simplemente material a la acción de amor que el acto merece, ahí con los suyos sepa recordar lo realmente importante; no se trata del cumpleaños de Jesús, se trata de ese momento que cambió nuestra historia, el momento mismo en que el tiempo dejo de correr y se detuvo para insertarnos en la eternidad de Dios.
 

¡Feliz Navidad Amigos, Una feliz y VERDADERA Navidad!

 Paz y Bien,

JAVC

domingo, 15 de diciembre de 2013

La duda del Bautista


La vida de fe siempre en algún punto se transforma en duda; no existe cristiano que no haya vivido un momento de duda en su fe, y esto es así porque hacer calzar el mensaje de Jesús con lo que la cotidianidad nos propone no siempre es sencillo. En todo caso habrá que decirlo tal como los especialistas en espiritualidad lo dicen, que son esos momentos de duda los que realmente afirman el don de la fe.

El texto de Mt 11,2-11 vuelve a retomar la figura de Juan el Bautista, pero ahora ya no libre como en la lectura de la semana pasada (Mt 3,1-12) sino en la figura de un encarcelado. Del texto de esta semana vale rescatar que es la primera vez que en el Evangelio de Mateo Jesús recibe el título de “Cristo” (v.2), que en su interpretación original en Mateo refiere al “mesías de Israel”.

Juan encarcelado manda a preguntar a Jesús ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?(v.3). Esta pregunta es extraña en Juan quien al inicio del Evangelio mostraba una actitud distinta, recordemos que es Juan quien le dice a Jesús “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti,   y vienes tú donde mí?” (Mt 3,14b).

Entonces cabe preguntarse ¿Qué pasó? ¿Por qué este cambio de actitud en Juan?

La exégesis del texto de hoy no es sencilla y son varias las líneas por las que hay que leer lo que sucede, sin embargo tratando de resumir (con todos los riesgos asumidos) habría que proponer dos elementos como fundamentales en la actitud que muestra Juan, y ambos son de naturaleza muy humana:

a.       Si efectivamente el Bautista estaba encarcelado, es evidente que la situación de aislamiento haya producido en él un estado de “desesperación” que le llevase a dudas fundamentales en su fe y conociendo a Jesús era para él necesario saber que estaba haciendo este.

b.      El segundo elemento procede de la Escritura misma y está “escondido” en la lectura de la semana pasada, Juan decía “… Él os bautizará con espíritu y fuego” (Mt 3,11c), cierta dificultad representa a que se refiere con Espíritu, pero esa no es la que hoy puede interesarnos sino la palabra “fuego”, el texto griego utiliza la palabra πῦρ (pir) que en su primera acepción significa eso exactamente “fuego”, de hecho de ahí deriva nuestra palabra “pirotécnico”, sin embargo πῦρ según el contexto puede llevar implícito esa fuerza necesaria para luchar para cobijar y dar calor a muchos que lo necesitan pero a través de una lucha fuerte y en el caso de Juan el Bautista así lo han definido los exégetas «El Bautista echaba de menos en la persona y la actuación de Jesús  precisamente el rasgo que él en su predicación más había destacado, el bautismo de fuego del juez que- castiga. Echaba de menos  a demás el éxito arrollador en el pueblo y la confesión clara y abierta de que él era realmente el Mesías» [1].

 Juan era el profeta escatológico, es decir el que anunciaba la llegada del Reino de los Cielos, pero al igual que sus hermanos judíos, el gran libertador sería como David un Rey Guerrero, de lucha (Fuego, πῦρ) que los liberaría de la “esclavitud” imperial romana. La visión de Juan para con Jesús era la que Isaías anunciaba en el Antiguo Testamento. Pero ahora estando en la cárcel se enteraba que la predicación de Jesús no era ese “fuego” de lucha que esperaban sino que iba por otro lado, que alentaba al amor al perdón y la misericordia y eso para Juan era causa de confusión, por ello urge a sus discípulos que vayan a preguntarle a Jesús ¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?(v.3).

Pero Jesús se da cuenta de la duda de Juan y no solo eso sino que la entiende y en lugar de mandar a decirle un “sí” directo, que es lo que en Teología Bíblica se conoce como el “silencio mesiánico” (Jesús nunca se declara a sí mismo mesías), Jesús le responde a Juan desde la fuente misma de su duda y tomando diferentes partes del libro de Isaías le dice “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (v.5). Jesús no está pensando tanto en lo que Él hacía, sino en lo que Isaías decía eran características del Mesías y como Juan está tratando de ver en Jesús el mesías anunciado por Isaías Jesús le responde con las palabras mismas del profeta. Nada se dice de la reacción de Juan a la respuesta de Jesús, aunque tácitamente está claro que ha de haber entendido el mensaje cifrado de Jesús que en el fondo lleva el “Yo Soy”, no deberíamos dudar de que Juan ha comprendido lo que Jesús le manda a decir.

Y en la respuesta de Jesús, Juan ha encontrado fuerza para su esperanza y no cabe duda que cuando la esperanza se anima, el corazón se llena de una alegría impresionante, casi indescriptible, una alegría como es el nombre del tercer domingo de adviento “Gaudete” – alegría, regocijo - , una alegría y regocijo que viene de la cercanía del gran momento en que recordamos como el Verbo siempre existente, engendrado por el Padre desde la eternidad asume nuestra condición humana en pleno y se acerca a nosotros, he allí que toma sentido la frase de la Carta de Santiago que la segunda lectura propone “Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones porque la Venida del Señor está cerca” (St 5,8).

Esperar no es sencillo, por eso la liturgia de la palabra nos pone como ejemplo la duda de Juan, porque esperar y desesperarse es ciertamente humano y en la vida de fe se vale, sin embargo Juan también nos da el ejemplo, ante la duda consulta, lo peor que el cristiano puede hacer ante una duda de fe es encerrarse en sí mismo tratando de cuidarse de la respuesta o buscándola dentro de sí. Hoy la propuesta del Gaudete es la de animarnos aún en medio de las dificultades que estemos viviendo pues está cerca el momento en que nos es recordado que Dios se hizo uno de nosotros.

El Papa Francisco para este adviento nos compartió la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” -La alegría del Evangelio-, que merece ser leída y comprendida, pero que inicia con esta hermosa frase «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».
 
Esta pequeña frase resume la esencia del Gaudete, que hoy se nos dibuja en la duda del Bautista, en Jesús siempre nace y renace la alegría. Cabría preguntarse ¿y cuál es esa alegría en medio de tantos que sufren pobreza (material y/o espiritual)?, esa alegría es la que usted y yo tenemos que llevar, así como los discípulos de Juan le llevaron la respuesta de Jesús para que él se alegrara, así mismo usted y yo debemos llevar la noticia a los pobres y darles alegría: alimento, vestido, un regalo, un abrazo, un consejo, silencio, sonrisas, compañía, etc, tanto que podemos dar para que este Gaudete se transforme el 25 de este mes en un verdadero gozo, en una verdadera navidad como nos recordaba la primera lectura en boca de Isaías ¡Regocijo y alegría les acompañarán!”(Is 35,10c). Cristo no vuelve a nacer en navidad, pues Él sigue entre nosotros, somos usted y yo quienes le hacemos presente en nuestra vida, la de los nuestros y del prójimo.

Nuestro corazón solo experimentará la alegría de la navidad cuando hayamos hecho presente a Cristo en la vida de los otros, porque navidad sin entrega no tiene sentido, pues quien vino en esa fecha vino a entregarse por usted y por mí.

Si hoy como Juan usted duda, su fe es blanda, si siente que como Juan está en medio de una cárcel regocíjese (Gaudete) porque en usted está esa capacidad de amar y dar, tal como lo recitaba Sn Francisco de Asís “es dando que recibimos” y porque cerca suyo hay alguien dispuesto a mostrarle lo que realmente es la navidad.

Si por el contrario esta fuerte en su fe, haga lo que hicieron los discípulos de Juan y lleve la noticia a muchos, llene de alegría tantos corazones como pueda, ahí y solo ahí la navidad tomará sentido.

Dios se ha revelado en Jesucristo, su Hijo amado, por Él tenemos acceso al Padre, sepamos entonces en estos pocos días de adviento que nos quedan, avivar nuestra esperanza en las promesas ya cumplidas en Cristo que día a día tenemos la oportunidad de vivir, ya no hay nada que esperar en Cristo fue todo Revelado [2] nuestro caminar es un caminar hacia el encuentro con Jesús Resucitado, pero los gozos de la salvación ya están en y entre nosotros, disfrutémoslos y compartámoslos.
 
Y finalmente no nos dejemos llevar, Navidad empieza el 25 de diciembre, no el 1 de octubre, Navidad no es posesión de una tienda es la actitud del cristiano frente al hermano, Navidad no es un regalo material, es la alegría de sabernos amados por Él y capaces de amar como Él.
 

Paz y Bien

JAVC

 
[1] Schmid, Josef, “El Evangelio de Mateo”, p. 275.

[2] Cf. Concilio Vaticano II, Dei Verbum.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Juan el Bautista, el hombre

El primer Santo de la Iglesia, le llaman algunos al Bautista, el criterio no parece tan claro, pero en todo caso no es algo que afecte la fe.

Los principales datos alrededor de Juan el Bautista deben obtenerse de la Sagrada Escritura, los cuatro evangelios dan referencias de él y complementarse con algunos históricos propios de historiadores de la época, además de aquellos datos que algunas ciencias como la socio, antro y arqueología han permitido ir construyendo. No nos concentraremos en la densidad simbólica y teológica de los textos, a eso nos avocamos en las diferentes lecturas, la próxima será el 29 de Agosto cuando recordemos su martirio, sino que acá iremos al hombre Juan, solamente.

Datos biográficos

El nombre de sus padres está claro: Isabel y Zacarías. Isabel tiene una decendencia noble, es de la casa de Aarón y Zacarías es un sacerdote del Templo, de una de las 24 cases sacerdotales que existían, cruzando los datos se puede asegurar que Zacarías sería de la octava clase, sin embargo no era de la aristocracia sacerdotal, sino más bien  de lo simples sacerdotes, pobres y en condiciones económicas y culturales precarias.

Isabel era estéril, lo que ponía a la familia en una situación de “abandonados (castigados) por Yahvé”, sin embargo dice Lucas “eran justos ante Dios”(v6). La lectura de esta familia debe hacerse en relación a otras en las cuales la esterilidad estuvo presente y Dios actuó en medio de ellas con los nacimientos, por ejemplo de Isaac, Jacob, Esaú, José, Benjamín, etc. y como Abraham y Sara Isabel y Zacarías eran de edad avanzada.

Juan nacerá después de una serie de anuncios “angélicos” que desatarán la duda de su Padre, pero que sin embargo verán nacer, todo parece, a un profeta muy particular. El nacimiento de Juan de acuerdo a la Biblia fue silencioso, en tanto pocos se enteraron de la dicha de los esposos.

Juan debe haber crecido en Jerusalén o en las cercanías de esta ciudad, ciertamente habrá sido en la Provincia de Judea, algunos datos refieren a una ciudad llamada Ain Karen como a 6 kms de Jerusalén. Sin duda alguna su educación ha de haber sido profunda en los Textos Sagrados y ha de haber recibido desde muy niño una profunda guía espiritual de su Padre.

Juan, siguiendo nuestra estructura social, deberá considerarse primo segundo de Jesús, única familia que puede reconocerse según los datos, y todo parece ser que la relación entre María e Isabel era profunda y a pesar de estar a una distancia considerable, el contacto entre ellas es evidente. Por otro lado debe tenerse presente que las visitas a Jerusalén, sobre todo para las fiestas era costumbre, Ain Karen estaba de paso en el itinerario de Nazaret a Jerusalén.

¿Qué paso con Juan después de su nacimiento?

Ya adelantamos que Juan sin duda debió conocer muy bien las escrituras y ser un practicante Judío tal cual lo heredaría de sus Padres.

Es el mismo Lucas (1,80) quien da el dato de que Juan creía y su espíritu se fortalecía. Este es un estribillo usado comúnmente para referir el crecer no solo físico sino además para representar grandeza (Isaac, Sansón, etc.) el crecimiento en el conocimiento de Dios, algo similar se dirá de Jesús.

Lucas dice “vivió en lugares inhóspitos” y Mateo lo ubica en el desierto de Judea. Debe comprenderse que Lucas no es un conocedor de la geografía Palestina, a lo largo de su evangelio las imprecisiones geográficas son constantes, por tanto no da el dato exacto. No puede caber duda alguna, Juan en algún momento de su vida, emigró a vivir al desierto de Judea y allí iniciaría la preparación de su vida pública.

El desierto sería el refugio del Bautista y marcaría sin duda su forma de pensar. Es importante para entender tanto a Juan como a Jesús el momento social que el pueblo estaba viviendo, puntualmente y sin detalles, la opresión bajo la dominación romana, la relación político-religiosa entre el Sanedrín y los representantes de Roma, más todos los movimientos que decían hacer lo correcto frente a la ley: fariseos, saduceos, esenios, etc. A esto debe sumarse la desesperación que la pobreza causaba en muchos, el temor religioso que se había inyectado en la sociedad (sobretodo por los fariseos), y el abandono en que vivía el pueblo, ahunado a la esperanza de la llegada de aquel “rey” que les libraría de la dominación.

Ubicar a Juan en el desierto durante su vida de madurez es fundamental, es conocido por los estudios realizados, sobre todo a partir de los manuscritos de Qumrán, que en el desierto vivían anacoretas y cenobitas judíos, cuyo elemento común era ser de clase sacerdotal, requisito que Juan cumplía. Todo parece indicar que Juan sería un anacoreta, que literalmente significaría “un retirado”, este grupo tenía una forma particular de vivir la ley, no se llevaban con Fariseos y Saduceos por la “manipulación” que estos habían hecho de la ley, consideraban,  he acá porqué la reacción de Juan el Baustista en Mateo 3, 7 cuando les llama “raza de víboras”, además practicaban un fuerte ayuno y vestían diferente, quizás a eso se refiere Marcos en 1,6 y que Mateo traslada a 3,4 cuando nos detalla su vestimenta y su alimentación (aunque sin duda hay una referencia explícita al Antiguo Testamento), la vida de estos anacorétas era una vida en la que no se debía tener más de lo necesario y además de esto debía compartirse con quien no tenía, por ello la catequesis del Bautista en Lucas 3,10-14 y caso interesante, entre sus prácticas comunes estaban los “baños sagrados y de purificación”.

 Así las cosas Juan, aún y retirado al desierto y desde su praxis religiosa siguió de cerca el sufrimiento de su pueblo e interpretando las escrituras lejos de las prácticas del momento; decidió actuar y no permanecer aislado toda su vida. Esa decisión del Bautista será fundamental en la preparación del camino de Jesús de Nazareth; una vez más, no estamos interpretando la vida de Juan a la luz de Cristo, solo tratamos de acercarnos más a él.

El mensaje de Juan el Bautista

Ya se ha dibujado brevemente algunas de las razones que mueven al Bautista a actuar y de donde le vienen esos motivos, se instalará a las orillas del Jordán, siempre cerca del desierto de Judea.

El tema eje de Juan era “la llegada del Reino de Dios y su castigo” y la necesidad de la conversión como dice el Padre González “él inició un movimiento que preparaba un juicio inminente”, Jesús de Nazareth retomará la idea del Reino de Dios.

Juan conocía perfectamente que era necesario que la gente se arrepintiese de sus pecados y decidiese llevar una vida diferente, porque era la hora de actuar de Dios. Este mensaje de Juan fue tan impactante que llamó la atención de Jesús y este decide ir hasta Juan y bautizarse. El mismo Padre González en su reflexión añade “Jesús se une al movimiento de Juan y se hace bautizar. Ellos supone que comparte las preocupaciones y propuestas de Juan frente a un acontecimiento: El juicio de Dios”. Claro está ese unirse de Jesús conlleva un elemento de representación del pueblo y además Jesús irá moldeando el mensaje iniciado por Juan hasta llevarlo a la autenticidad del suyo propio, su vida y reflexión.

El mensaje de Juan era diferente al de los fariseos, al de los saduceos y otros movimientos incluyendo los esenios a quienes conoció bien, el mensaje de Juan enfrentaba directamente al Poder Romano y por tanto al Sanedrín, que dependía de este, Juan se levantaba como un “Profeta”, como desde hacía muchos años no había uno, era inminente para Juan que Dios habría de castigar al pueblo a todo el pueblo si no había una conversión inmediata (en este tema y otros Jesús se alejará un poco), era necesario arrepentirse para encontrar la dicha de Yahvé y en este particular se circunscribe su bautismo, pero eso si, su bautismo tenía un componente moral ineludible, si te bautizabas era porque cambiarías tu vida, recuérdese el constante conflicto con Herodes, que finalmente lo silenciará, decapitándolo. Josefo un historiador de la época cuenta que Herodes manda a matar al Bautista por el temor de que pusiese el pueblo contra él.

El mensaje de Juan siempre fue claro, él no era, otro venía detrás de él. Juan reconocerá en Jesús el elegido de Dios, envía sus discípulos a seguirle y antes de morir manda a preguntarle si realmente Él es el elegido, Juan quiere estar seguro de que su vida anunció al Salvador.

El mensaje del Bautista es silenciado por Herodes como ya se dijo, sin embargo el cambio social que produjo fue innegable, quizás no impactó mucho en las clases religiosas o políticas, pero ciertamente despertó la esperanza de un pueblo. El silencio del Bautista sin duda fue seguida por una nueva voz, una que por su mensaje ya no bautizaría con Agua sino con Espíritu Santo, había dicho Juan, la voz del Hijo de María y José, Jesús de Nazareth.

En este segundo domingo de adviento, habrá que decir que la llamada de Juan el Bautista es a un arrepentimiento que tenga connotaciones prácticas, no se trata de un rito o de una purificación interna; nosotros no tenemos que ser como Juan o sus discípulos porque ellos venían “detrás” del Señor, nosotros vamos “después” del Señor en el sentido de que ya hemos recibido su salvación y nos corresponde con nuestras obras continuar haciendo que el Reino de Dios (que no es otra cosa que la presencia de Cristo entre nosotros que nos acercó a Dios) siga siendo vigente y siga llegando a muchos más, es la búsqueda de la paz y la justicia (entendida como el bien para todos, que es la correcta interpretación bíblica), de modo que como dice Isaías “Serán vecinos el libo y el cordero y el leopardo se echará con el cabrito, el novillo y el cachorro pacerán juntos y un niño pequeño los conducirá” (Is 11,6). Esta imagen de Isaías pretende mostrar el fruto de la paz, que no es otro que la capacidad de convivir aún en las diferencias que entre nosotros puedan existir, es el fruto de la conversión, el Amor, tal cual Cristo nos lo ha enseñado, tal cual lo menciona Pablo en la carta a los Romanos “Y el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús” (Rm 15,5).

Ciertamente esta lecturas escatológicas nos invitan a preparar nuestro camino de cara al encuentro con Cristo después de nuestra muerte, pero algunas como las de hoy domingo (8-12) nos invitan a dar aquellos giros que sean necesarios para que nuestra navidad sea tan plena como El lo quiere, la propuesta de hoy podría resumirse así: Si dices ser cristiano tendrás que tener los mismos sentimientos de Cristo, que empiezan en la proclama y vida de paz y finalizan en la entrega por amor, sin importar las diferencias entre unos y otros. ¿Seremos capaces?
 
Paz y Bien
JAVC

domingo, 1 de diciembre de 2013

Llego el adviento


Con el adviento inicia el Año Nuevo Católico, y con el vienen también lecturas cargadas de mesianismo, es decir, lecturas que anuncian la llegada del Salvador, son lecturas con una gran carga de esperanza, el problema es que no va a faltar el o los fatalistas que utilicen estas lecturas para hablar de temas de temor o de miedo, puntualmente de tragedias, pecado o de “fin” de mundo. El adviento es también el tiempo de Isaías (en el ciclo A del calendario litúrgico que es el que se está iniciando), el gran profeta, no el gran adivinador, es decir no podemos interpretar a Isaías como un vidente (Dios y magia no combinan) sino como un hombre de fe que ante las difíciles situaciones de su pueblo mantiene viva la esperanza de la salvación, sueña y cree en que vendrán tiempos mejores, confía en que Dios ha de librarles, espera que alguien sea capaz de hacerlo y aunque Isaías no piensa en Jesús como tal (eso sería adivinación) si pre figura en su esperanza mesiánica la idea de un hombre liberador; así las cosas Isaías nos acompañará durante este tiempo litúrgico.

El adviento parece haberse empezado a practicar al menos similar a como nosotros hoy lo conocemos entre los siglos VIII y X, cuando litúrgicamente fue tomando forma un período de preparación para la Navidad. Después de la celebración del misterio Pascual de Cristo no hay en la liturgia de la Iglesia otra celebración que revista mayor importancia que la Natividad del Señor y por ende el Adviento como preparación a esta. Adviento, Adventus que en latín significa “venida”, de ahí su nombre, parece que fue el nombre que algunos en los siglos V y VI empezaron a dar al ejercicio de prepararse para la navidad, Adventus Redemptoris “venida del Señor (Redentor)” era el llamado previo a la Navidad y así se fue consolidando poco a poco la celebración.

Cristo ocupa el lugar esencial en toda acción litúrgica, sin embargo durante el adviento habrá de reconocerse el papel de otros tres personajes: Isaías (cuando el ciclo lo propone), Juan el Bautista y María, en torno a estas tres personas también se va desarrollando la liturgia de la palabra.

Cuatro domingos con cuatro temas diferentes:

I Domingo: La esperanza como actitud fundamental del cristiano.

II Domingo: Conversión y nueva vida (con la presencia de Juan el Bautista)

III Domingo (Gaudete): La alegría por la venida de Cristo.

IV Domingo: Acontecimientos previos a la venida del Señor (María en la vida de la Iglesia).

 

Este año el Adviento goza de la particular y más que acertada Exhortación Apostólica del Papa Francisco, recién publicada la semana pasada “Evangelii Gaudium” – La Alegría del Evangelio- quizás pueda ser un ejercicio interesante tomarse estas semanas para meditar con ella. Una encíclica llena de vigor desde el inicio, que presenta una Iglesia remozada en la alegría de Cristo Resucitado e impulsada al servicio de todos, especialmente de quienes menos tienen.

¿Y cuál es la esperanza del cristiano?

No es la venida de Cristo, porque eso ya sucedió, no es la salvación porque esa ya la recibió. Las lecturas de domingo parecen darnos una pista al tener un tema en común la preparación para la luz, Isaías habla de “caminar hacia la luz de Yahvé”, el Salmo nos dice estar a las puertas de Jerusalen ciudad santa, Pablo en la carta a los romanos dirá “revistámonos de las armas de la luz” y Mateo ponen en boca de Jesús las palabras “estad preparados”.

Pero la preparación no es una esperanza, la esperanza habría que encontrarla en la razón por la que debemos estar preparados y aunque quizás lo más natural sea pensar en la manifestación gloriosa de Cristo (mal llamada segunda venida), he de pensar que aunque albergamos tal esperanza nada nos asegura vivirla en vida terrena, por lo que obligatoriamente nuestra esperanza tiene connotaciones escatológicas, es decir va más allá de nuestro fin en esta tierra.

La Natividad, aunque ciertamente pone en la palestra el recuerdo de la Encarnación y la llegada por ella de nuestra Salvación, hoy también nos invita a interpelarnos sobre el momento en que usted y yo nos encontremos con Cristo, en ese momento cumbre en donde nada podrá ser corregido ni cambiado, solo recibiremos el fruto de nuestra obra.

La esperanza del cristiano es la de actuar hoy conforme a aquello que nos garantiza la vida del mañana; la esperanza del cristiano es poder prepararse para ello siendo luz; la esperanza del cristiano es poder ser esa luz a partir de su testimonio de vida.

Navidad hoy para el cristiano, no es celebrar un cumpleaños, es confirmar su querer un mundo mejor a partir de su vida misma es como decía Pablo en la lectura a los Romanos “revestirnos del Señor”, que con nuestro diario vivir se denote y note que somos realmente cristianos.

Hoy primer domingo de Adviento las lecturas deben invitarnos a comprender que la esperanza del cristiano no puede ser una esperanza pasiva es decir que espera que algo sucede, la esperanza del cristiano es activa es decir hacen que las cosas sucedan, ya no hay nada que esperar más allá de Cristo mismo, por ello el cristiano debe ya ser luz  que debe iluminar si realmente es luz de Cristo.

Este adviento que inicia, nos reta a ser cristianos de acción, que en su esperanza lo único que se mueve es el servir a los demás, el entregarse en el amor por el otro. Es una acción allí en su casa, en su trabajo, en su estudio, donde sea que este. No puede haber verdadera Navidad si nuestra esperanza de un encuentro final con Cristo no nos anima a dar y ser mejores para los demás.

No habremos vivido un verdadero adviento si nuestra esperanza está detenida viendo para el cielo, como decía Jesús en el Evangelio “Velad”, es decir no estar quietos, es moverse para cuando llegue el dueño.

La esperanza del cristiano hoy, debe ser la de un mundo mejor, en donde la Salvación sea por todos aceptada, pero para ello debe trabajar, esforzarse, si seguimos creyendo que la esperanza del cristiano es la salvación, no hemos entendido lo que sucedió en la cruz; la esperanza hoy se traduce en obras porque en ellas nos unimos a Cristo, porque por ellas nos hacemos más humanos, porque en ellas la salvación ya recibida arraiga el reino de Dios en medio de nosotros y nos abre de esta forma las puertas de la vida eterna en Dios.

Que sepamos encontrar nuestra esperanza, esa que realmente nos haga decir el 25 de Diciembre, hoy si estoy viviendo una verdadera Navidad.

Paz y Bien

JAVC