"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 27 de octubre de 2013

La verdad de la Biblia


Aún hoy, entrados en la segunda década del Siglo XXI, muchos siguen creyendo en la inexistencia de “errores” en la Biblia y defienden lo indefendible. Ciertamente ha de decirse y creerse que la Biblia contiene una verdad, pero con ella también una serie de imprecisiones propias de una mentalidad y cultura limitada a nuestros ojos “modernistas”, bajo las cuales se fueron desarrollando los textos bíblicos. Nada de sorprendente hay en pensar que la Biblia comete errores en cuanto lo que a la luz de las investigaciones hoy podemos explicar con mayor exactitud; sin embargo hay una verdad que sigue brillando y que sin importar el tiempo siempre será actual para todo hombre y mujer y es aquella de nuestra salvación.

El tema de la verdad en la Biblia ha sido desde siempre difícil, por ejemplo Justino (siglo II) en su obra “Contra Tifón” decía:

Jamás me atreveré a pensar, ni a decir que las Escrituras presentan contradicciones entre sí; y si alguna Escritura me pareciera tal, más bien confesaré que no entiendo su significado y trataré de persuadir a todos aquellos quienes sospechan que en las Escrituras existen contradicciones, que adopten mi forma de pensar [1].

Ante tales dificultades que el tema representaba muchos Padres de la Iglesia reflexionaron profundamente sobre ello, uno de los principios fundamentales los plantearía San Agustín al decir que Dios tenía como fin a través de los Textos Sagrados hacer cristianos y no científicos y por eso enseñó aquello que era necesario para la salvación.

La llegada y evolución de las ciencias generó todo un “dilema” en cuanto a la exactitud de la Biblia en relación a todo lo que dice, la aparición de las corrientes del racionalismo y el empirismo comenzaron a cuestionar “la verdad” dentro de la Biblia, tema que años antes se había enfrentado a las propuestas de Galileo Galilei [2] que continuaba la teoría del heliocentrismo que ya Copérnico [3] había planteado. Para Copérnico y luego Galileo la tierra giraba en torno al sol, Galileo fue condenado pues la Biblia decía lo contrario, basados en el texto de Jos 10, 12-13. Galileo era creyente y sobretodo de la escritura por ello decía “La Biblia no pretende decir cómo va el cielo, sino como se va al cielo”.

Durante muchos años la Iglesia desarrolló el concepto de “La inerrancia Bíblica” para contrarrestar las diferentes ideas y lo continuaría más recientemente con el Vaticano I, la “Providentisumus Deus” de León XIII y la “Divino Afflante Spiritu” de Pio XII; aunque debe advertirse que esta última ya abría un espacio para la investigación y el manejo de la inerrancia a partir del reconocimiento de diferentes géneros literarios. La precisión o no de algunos textos (cf. Gn 1,1-2,4a; Lv 1-8; Jos 10,12-14; Sal 24, entre muchos otros) cuestionaban la validez del Dato Revelado.

Sin embargo el gran giro llegó a partir del Concilio Vaticano II [4] quien planteará la cuestión ya no en función de “la inerrancia” sino en términos de “verdad”, es decir ya no debe observarse el tema con un enfoque negativo sino positivo, así dirá la Dei Verbun «… hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error la verdad que Dios quiso consignar las sagradas letras para nuestra salvación» [5]. Preocupa el hecho de que muchos manuales y cursos sobre Biblia siguen insistiendo en el tema de la inerrancia, aún y cuando el Magisterio reciente se ha olvidado ya de ella.

En todo caso el tema que ahora debe abordarse es “la verdad que Dios quiso consignar” y acá la pregunta es ¿Cuál es esa verdad?; la respuesta sería: la que se nos plantea en la  revelación, la salvación «Dios, en el fondo, no quiere revelar otra cosas que: el misterio de la salvación realizado en Cristo» [6]. La Biblia no pretende sino mostrar la forma en como Dios ha actuado a través de la historia, los hagiógrafos al escribir buscaban ante todo mostrar ese actuar de Dios en los diferentes acontecimientos y la incansable lucha de Dios por salvar al hombre.

Así las cosas, no se debe seguir hablando de “inerrancia” sino de “verdad” y debe saber dimensionarse este concepto de verdad en su correcta aplicación, no buscando una precisión tal cual lo conocemos hoy, ante esto advierte Benedicto XVI «La revelación se acomoda al nivel cultural y moral de épocas lejanas y por tanto, narra hechos y costumbres…»[7]

Ayuda como conclusión a estas ideas presentadas el decir

Por lo tanto, podemos afirmar que la Escritura no enseña errores por lo que toca a nuestra salvación. En la Biblia podrá haber inexactitudes o errores geográficos, históricos, científicos, y de hecho los hay, pero en el conjunto de la Escritura, vista su unidad en Cristo, no habrá ningún error en lo que se refiere a nuestra salvación. [8].

Paz y Bien.

JAVC.

[1] San Justino; “Contra Tifón”, 65,2. En Pierre, GRELOT, “La Bible parole de Dieu" ,p.97.

[2] El 10 de Noviembre de 1979, Juan Pablo II ante la Pontificia Academia de las ciencias, invitó a replantear y reexaminar el llamado "caso o dossier Galileo". Para  cuaresma del 2.000 la Iglesia reconocería su error ante el tema de Galileo.

[3] Se conoce de Martín Lutero una frase en la que se refiere a Copérnico diciendo: “La gente presta oídos a un nuevo astrólogo que trata de demostrar que la tierra gira. Este loco quiere echar por el suelo toda la ciencia de la astronomía, pero la Escritura nos dice que Josué ordenó al sol que se detuviese, y no a la tierra”

[4] Sin embargo y esta afirmación, debe reconocerse que no es una novedad del Concilio, las notas al numeral 11 demuestra la existencia de esta idea en los Santos Padres; sin embargo el desarrollo histórico fue llevando el tema hacia otros puertos; realmente debe decirse que el Vaticano II lleva la nave a su puerto original.

[5] Concilio Ecuménico Vaticano II; “Constitución Dei Verbum”, No.11.

[6] Pierre, GRELOT, “La Bible...", p.97.

[7] BENEDICTO XVI, Exhortación “Verbum Domini”, No.20

[8] Carlos, JUNCO; “La Biblia libro sagrado”, p.236

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