Es un libro cuya composición final
data de los años 167-164 a.C, es decir es un libro reciente en el Antiguo
Testamento si se le compara con otros. Sin embargo dentro del libro hay
materiales que pueden ser datados de entre los siglos V y IV a.C, basados
sobretodo en algunas referencias históricas que hace. Su autor no es uno, a
todas luces son varios con gran conocimiento de su religión«…
hay que concluir que el libro de Daniel
es fruto de diversos autores, individuales o colectivos, de distintas épocas,
que tratan de responder a problemáticas diferentes, aunque con un denominador
común: el pueblo judío se encuentra políticamente sometido a poderes
extranjeros» [1] ; el nombre Daniel pertenece estrictamente a su
personaje y no al autor, este nombre es común en el Antiguo Testamento (ej.
Cf. Ez 14,14.20; Esd 8,2) y
etimológicamente podría significar “Dios ha juzgado” o “Mi juez es
Dios”.
La estructura del libro claramente
responde a diferentes épocas, por ejemplo Dn 1-6 se puede datar hacia el siglo
III a.C durante el control de los Ptolomeos del Imperio Griego y cuyos
escritores conocían bien la historia del pueblo cuando estuvo exiliado en
Babilonia, por otro lado Dn 7-12 pertenece a la época de la insurrección
Macabea, allá por los años 167-164 a.C; aunque con respecto a la historia
Babilónica y Persa comete errores al citar lugares, tiempos, nombres, entre
otros. Si se recuerda en la primera intervención sobre apocalíptica se mencionó
que es fundamental para esta, el tema de la Revelación y el contexto histórico.
Quedándonos en este último, es fácil apreciar que el libro de Daniel al estar
respondiendo a tantos momentos históricos diferentes se convierte en un libro
que no es de fácil comprensión, pues deben conocerse todos estos hitos de
historia para poder asimilar lo que se está proponiendo, diferente con el
Apocalipsis del Nuevo Testamento que responde a un hecho histórico específico,
Roma.
La otra dificultad que conlleva
Daniel nos la presenta la traducción a lenguas vernáculas (el español en
nuestro caso), pues el libro está escrito en tres lenguas diferentes: hebreo,
arameo y griego, no son traducciones, sino que diferentes partes de libro están
escritas en esas lenguas. Un idioma no son solo las palabras, es también su
significación y contextualización, por ello al traducir a una lengua, es casi
inminente se pierda su esencia, con Dn algo parecido ha sucedido desde la
versión de los LXX y la Vulgata, el texto indudablemente perdió mucho de lo que
realmente quería decir y fue ajustado a un modelo lingüístico específico. Y
aunque esto no significa que no tenemos una versión válida, ciertamente no
tenemos el libro en su modo correcto y esto se puede prestar para peligrosas
interpretaciones, sobre todo de sectarios y deterministas, cuyas tragedias se
nutren de una lectura limitadísima del libro de Daniel.
A Daniel se le ha atribuido el
género literario de “apocalíptica” como su identificador, por el manejo de la
simbología, la reinterpretación de la historia, el dualismo (bien y mal) y
otras características, sin embargo a lo largo del texto se identifican otra
serie de géneros que también exigen que el texto no sea sometido a un análisis
homogéneo, por ejemplo se puede encontrar rasgos de midrash, relatos, visiones
sapienciales, complementos. Otro problema que presenta es su fundamentación en
el “Apocalipsis de Henoc” que es un libro apócrifo del Antiguo Testamento. Pero
en términos generales se puede decir que «El
género apocalíptico del libro de Daniel pretende transmitir la revelación y
anunciar lo que va a suceder con motivo de la llegada definitiva de Dios para
hacer justicia y para instaurar nuevamente su reino y el final de los tiempos»[2].
Pues
bien, como puede observase no es un libro sencillo. En todo caso como buena
apocalíptica, está releyendo un evento que se está dando a la luz de la acción
futura y absoluta de Dios que ha de liberar al pueblo de tal tragedia. Tal como
ya se dijo la semana anterior, no está adivinando nada, y tampoco profetizando
(abierto aún al debate esta última, en todo caso como ya se dijo la profecía no
es un adelantarse a los hechos), está contextualizando la historia a la luz de
la fe del momento, con la característica particular en Daniel que echa mano de
la historia pasada para apoyarse en el mensaje de esperanza que desea hacer
llegar al pueblo.
Quizás el peor error en la lectura,
en este y en cualquier libro de género apocalíptico sea la literalización, es decir
tomar el texto como viene; ni un solo versículo de un texto apocalíptico puede
ser sacado de su género, historia e intencionalidad, pues entonces caeríamos en
un serio problema, como en los que muchos nos tienen metidos hoy con sus
ortodoxias de lectura.
Daniel es un libro que da un mensaje
específico al pueblo de Israel, mientras que los griegos les imponían el culto
a otros dioses, mientras que una guerra interna se desarrolla y el pueblo
parece perder la esperanza. Es un libro que recuerda las promesas de Dios y en
vista de lo que se da, anuncia que estas se cumplirán pronto, con el fin de
levantar la moral de aquel pueblo sometido y herido. Es un libro que nos debe
mostrar como aún en medio de las mayores dificultades que puede un “país”
enfrentar, hay un algo que va más allá de lo que nosotros podemos comprender
que nos puede mantener con halito de vida.
Quizás un día como hoy, el libro de
Daniel nos ayude a reflexionar que si queremos un mejor país, debemos unirnos y
luchar por él, desde la justicia, el servicio, la lealtad la fidelidad y por
supuesto dando a Dios el sitio que merece, que es un tema que como sociedad
parece estarse perdiendo en medio de lo que ahora se ha llamado “libertad”.
Paz
y Bien
JAVC
[1] Asurmendi, JESUS, “El
libro de Daniel” en “Historia,
Narrativa y Apocalíptica”p.486
[2] Vázquez, JAIME, “Trasfondo
socio-histórico del libro de Daniel”, p.18
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