"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 26 de enero de 2014

La conversión de San Pablo


La figura de Pablo de Tarso es todo menos enigmática, de hecho después de Jesús es la persona del Nuevo Testamento de quien más se tiene información, tanto por lo que nos cuenta Lucas así como por las cartas que el mismo Pablo y sus comunidades han escrito.

Siempre el tema de las fechas es delicado, pero por los datos que pueden estudiarse Pablo nació hacia el año 10 d.C, en una ciudad llamada Tarso de Cicilia, la capital de una provincia Romana. El nacer en esta ciudad revela datos importantes de Pablo. El primero de ellos que tuvo una formación en el ambiente griego y por tanto era una persona sumamente culta, lo segundo que siendo judío  pertenecía a lo que se conocían como judíos de la diáspora, es decir aquellos judíos que por diferentes razones no vivían en Jerusalén (de los mismos que nos aparecerán en el texto a leer). Los judíos de la diáspora se caracterizaban por ser sumamente ortodoxos, es decir defendían la Ley de Moisés y la vivían radicalmente, en el caso particular de Pablo todo parece indicar que tuvo una formación de lujo en Jerusalén, incluso bajo la tutela de uno de los rabinos más famosos de la época de nombre Gamaliel, así que estamos ante alguien que sabe. Una característica fundamental de los de Tarso era su abnegación al trabajo, eran reconocidos por ello, por eso constantemente en sus cartas escucharemos a Pablo referirse al trabajo: “Si alguno no quiere trabajar que tampoco coma” (2 Tes 3,10) o “Seguro que recordáis hermanos nuestros trabajo y fatigas, os proclamamos el Evangelio al tiempo que trabajábamos día y noche para no ser carga para vosotros” (I Tes 2,9.).

En palabras del propio Pablo tenemos “Fui circuncidado al octavo día, pertenezco al linaje de Israel a la tribu de Benjamín soy hebreo e hijo de hebreos, en cuanto a la Ley fariseo en cuanto al celo, perseguidor de la Iglesia, en cuanto a la justicia que proporciona la ley intachable” Flp 3,5-6.

Además de lo anterior Pablo tenía la ciudadanía romana (cf. Hch 22,25-29), que por los datos que da el tribuno era posible comprarla. En el caso de Pablo alguien de su familia pago tal derecho. Esto y la valiosa educación de Pablo hacen ver que pertenecía a una familia muy acomodada. Debe advertirse que no era la única forma de alcanzar la ciudadanía.

Por otro lado tenemos el tema de la “Apostolicidad de Pablo”, pues este nunca estuvo con Jesús y menos con los 12; en sus cartas se deja ver claramente que tenía serios conflictos con el grupo de los apóstoles por ese título “Si para otros no soy apóstol para vosotros sí que lo soy” (I Cor 9, 2a)    “En realidad soy el último de los apóstoles, incluso de tal nombre…” ( I Cor 15,9) incluso en la misma Carta a los Corintios y en otras inicia con una afirmación que es un claro mensaje a quienes cuestionaban su “apostolicidad” dice Pablo “Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios”. Realmente este es un tema extenso de tratar, lo cierto es que las relaciones entre Pablo y los apóstoles no parecen haber sido tan buenas, aunque no se puede negar que algunos pasajes de Hechos se esfuerzan por desaparecer tales (cf. Hch 15,25).

Para un judío observante de la talla de Pablo de Tarso, el mensaje de los cristianos era IRREVERENTE, era una ABERRACIÓN de la ley y por tanto era necesario abolirlos, desaparecerlos. Pablo era un adulto judío para los tiempos de Jesús, más aún ante la Iglesia naciente.

Sin duda por lo ya dicho, la Conversión de Pablo supone una intervención de Dios que va contra toda posibilidad humana, el encuentro de Pablo es con Jesús Glorificado por eso el impacto de la narración y la cantidad de símbolos para narrar el encuentro: una luz que lo cegó, lo impactó, lo hizo caer, y el poder de la voz que pide un cambio en su vida. El mensaje es clarísimo no puede existir un encuentro real con Jesús que no nos mueva el piso.

Dejemos de lado la “alegoría” bíblica en donde nos preocupamos por dar significado a cada simbolito, y demos paso al fondo teológico que Lucas propone.

El texto de Hechos que se leyó ayer no es la narración lucana sobre la conversión propiamente, este se encuentra en Hch 9; ayer se leyó un texto rico en mensaje y profundidad, un discurso paulino lleno de sabiduría donde es el mismo Pablo quien cuenta su conversión y es el de Hch 22,3-16 que ubica a Pablo mientras está siendo arrestado en Jerusalen a petición de los judíos (judíos de la diáspora, pues dice el texto que venían de Asia), Pablo va camino al cuartel y pide poder dirigirse a estos judíos que le increpan,

La pregunta de fondo para comprender el texto es: ¿Por qué Lucas pone a Pablo, contando su conversión si ya antes la había el mismo Lucas narrado?

Fundamentalmente porque colocando en boca de Pablo la historia de su conversión y dirigida a gentiles (judíos en este caso) se posiciona el mensaje de Cristo como un mensaje sin distinciones, Pablo está tratando de hacer ver la importancia de convertirse a Cristo, incluso Lucas pone estas palabras en boca de Ananías  “Y ahora ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre?” (Hch 22,16), la forma en como se narra el temaba del bautismo entre Hch 9 y Hch 22 es totalmente diferente, lo que ayuda a concluir la intención ya mencionada del texto, mostrar que cuando se bautiza en el nombre de Jesús todo cambia y una nueva vida empieza. Pablo el que perseguía y se vio converso, ahora es perseguido y por sus palabras Cristo convierte. Pablo en el discurso empieza su defensa al igual que como la empezó Esteban (Hch 7,2 es clara la intención de Lucas de dejar clarísimo que tanto Esteban como Pablo sufren persecución) llamando a los judíos “Hermanos”, este título es crucial porque pone a Pablo en total comunión  racial y espiritual con quienes lo increpan y además les habla en su lengua, después les dirá “padres” que en el sentido en que se dice significa “notables”, el notable era un título que solo recibían los dirigentes de una nación judía; de esta forma Pablo se muestra de los suyos y reconoce su grandeza, soy uno de los suyos y siéndolo no solo no ataco la ley sino que la he visto perfeccionarse en Cristo; esta será la idea principal de este primer discurso.

Este primer discurso de Pablo, consta de 4 partes de las cuales se leyeron dos en la liturgia: Una primera donde expone su conversión (Hch 22,6-11) y una segunda su encuentro con Ananías (Hch 22,12-16); la conversión es ya conocida y del encuentro con Ananías, vale recordar que este era un judío piadoso ya converso al cristianismo (al que Pablo usa de ejemplo ante su audiencia sin mencionar su conversión) el cual con su oración logró que Pablo recuperase su vista (Hch 9,10-17). He acá la segunda gran idea: Para Pablo la acción de Cristo en la vida de los hombres, debe generar un cambio como en la suya y en Ananías, y esa acción de Cristo trasciende una raza una fe, ese es su grito a los judíos.

La cosa no terminará muy bien para Pablo en los versículos siguientes, pero eso se leerá otro día.

Como dice el Padre Remis «Ciertamente existe una diferencia fundamental entre la vida del Apóstol y la situación de los judíos. Pablo el perseguidor de los cristianos se encontró con el Señor en el camino a Damasco y se convirtió en propagador del Evangelio; pero los judíos que lo acosan no han tenido todavía ese encuentro personal con el Resucitado y por eso no cesan de fustigar el Camino representado en este caso por Pablo».

Teológicamente el texto de la conversión de Pablo no plantea un mensaje de corte apologético o dogmático, no se trata tanto de quienes no se han bautizado sino de los bautizados, la pregunta de fondo no es ¿Qué hacer para que otros se bauticen? Sino ¿Qué están haciendo los bautizados con su bautismo? Seguimos siendo en palabras del Papa Francisco “Fiscales de la Fe que ya no necesita la Iglesia” tal y como los judíos lo eran con Pablo por pensar y ser diferente, seguimos sintiendo que Dios nos pertenece por tener tal o cual creencia religiosa, tal como los judíos lo hacían, o como Pablo hemos entendido que convertirse a Cristo es llevar la buena nueva a todos, no porque me lo enseñaron doctrinalmente sino porque lo experimento en mi vida. Pablo después del encuentro con Cristo quedo ciego por un corto tiempo pero luego que recupera la vista, trabaja incesantemente por anunciar a Cristo con su vida, en ocasiones muchos cristianos se enamoran tanto de estar ciegos que pretenden quedarse así siempre porque es lo más fácil, el mismo Lucas pone a “dos hombres vestidos de blanco” a llamar la atención de los apóstoles porque se quedan viendo para el cielo en la Ascensión “Galileos ¿Por qué permanecéis mirando al cielo?” (Hch 1,11), porque el cristiano no se queda en la ceguera del encuentro ni viendo para arriba, el cristiano hace las veces de Cristo en la tierra y hace por tanto lo que Cristo hizo, Amar, sin distinciones ni restricciones.

La pregunta de Ananías a Pablo hoy resuena con fuerza para nosotros “Y ahora ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre?, el verbo levántate siempre tiene implícito una acción inmediata en la Biblia y en nuestra vida, nadie se levanta (ponerse en pie) para permanecer así por siempre, si hemos sido bautizados y en Cristo salvados, ¿Qué sigue ahora? O como dice Ananías en el texto ¿Qué esperas?

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