Confesamos los cristianos la
existencia de un único Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, entre ellos existe
una relación tal que cada uno está en el otro, siempre siendo personas
distintas pero con una misma esencia. Así las cosas no es difícil comprender
que Jesús siempre tuvo consigo el Espíritu Santo, así como el Padre siempre
habitó en Él, decir lo contrario sería punto de herejía contra el dogma que
desde los primeros años la Iglesia ha sostenido.
Si el Espíritu Santo siempre
habitó en Jesús ¿Qué significa ese extraño acontecimiento que narra Mt
3,13-17?, porque Jesús se acerca a Juan el Bautista para ser bautizado.
Vamos a tratar de bordear el tema
dogmático porque caso contrario nos requeriría sumo tiempo el lograr aterrizar
una idea y trataremos más de concretar el punto desde la teología del texto,
aunque siempre habremos de pasar por la dogmática. Lo haremos en tres tiempos.
Lo primero es poner en contexto el bautismo que Juan
confería. Juan pertenece a la casta judía que asumía la vida ascética (de
penitencia) como su forma de vivir la ley de Moisés, entre los ascetas era
común no solo la predicación para la conversión, entendiendo conversión como
disposición a vivir la vida de acuerdo a la ley, sino que además era común los
rituales que demostraran que el cambio era voluntario. En todo caso para los
judíos los baños rituales eran comunes, movimientos como los fariseos, escenios
y saduceos realizaban estos ritos en el agua como una forma de purificarse.
El movimiento de Juan, aunque
judío, no pertenecía a ningún grupo particular, de hecho se ha de reconocer que
su bautismo se diferencia de los ritos de purificación porque: primero se daba
una única vez y segundo quien sumerge en el agua es un segundo; los ritos de
purificación podían ser dados varias veces y quien se sumerge es el receptor
directo del rito.
Esta diferencia entre el bautismo
de Juan y el de otros movimientos judíos era lo que tantos problemas le causaba
a Juan con respecto a las autoridades religiosas de la época, recuérdese por
ejemplo en Jn 3,25 que dice “Se suscitó
una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la
purificación”, pero al mismo tiempo era lo que le hacía tan atractivo para
otros. El bautismo de Juan no es un bautismo definitivo, pues era con agua,
Juan como buen judío sabía que vendría un Mesías que lograría un bautismo más
profundo que operaría en el espíritu del hombre, el bautismo de Juan preparaba
a quien lo recibía, era como un sello indeleble que sería utilizado en el
bautismo final, cuando el mesías redimiese, de modo que entonces serían
perdonados sus pecados.
De este modo habría que concluir
que el bautismo de Juan es un bautismo que preparaba para que en los tiempos
mesiánicos todos los pecados fueran perdonados; a este momento habría que
plantearse la pregunta ¿requería Jesús de este bautismo?, la respuesta en forma
es No, nada en Él debía ser purificado o perdonado.
Lo segundo que corresponde son algunas precisiones al texto
propiamente:
i.
El texto es una teofanía, es decir es una
reconstrucción a través de símbolos o imágenes de elementos profundos que el
autor desea externar. Que se abran los cielos, la voz poderosa, el ave que
desciende es una forma simbólica de demostrar la presencia de Dios en Jesús, si
hubiese sido un evento público, es casi seguro que ahí mismo todos hubiesen
creído en Jesús, por lo maravilloso y sobrenatural del acontecimiento.
ii.
El v.14 en la mayoría de las Biblias dice “Juan
trataba de impedírselo”, el verbo original es menos violento diakwlu,w (diakoluo) significa tratar de disuadir a alguien de prevenirlo sobre
algo, Juan no impediría nada de Jesús pero si trata de convencerle, pero con un
amor profundo, veamos.
iii.
El mismo v.14 nos pone una trampa en la
traducción y por eso es tan difícil notar como Juan disuadía a Jesús, en las
Biblias por lo general dice “Soy yo el
que necesita ser bautizado por ti”, la traducción del original nos propone
un texto como el siguiente “Yo
necesito/yo deseo ser bautizado por ti”. El verbo que se usa para decir “necesitar”
en griego bíblico no refiere a una necesidad externa, sino que lleva implícito
el deseo profundo de lo que se quiere, por ello cuando Juan trata de disuadir a
Jesús es porque el desea ahora ser bautizado, quien bautizaba sabe que ya su
bautizo no tiene peso, ahora ha llegado el que da el bautismo definitivo, habría
que decir que en el caso de Juan con Jesús lo que desea no es impedirlo es
pedirlo.
iv.
El v.15 también requiere una precisión que
de alguna forma justificaría el bautismo de Jesús, dice “… así cumplamos toda justicia”, no se trata de justicia en término
jurídicos: juicio, condena, etc, sino justicia en términos bíblicos:
misericordia, amor, perdón y lo más importante Dios en medio de los hombres (lo
que llamamos el “Reino de Dios”). Jesús quiere con el bautismo según el texto
permitir que una nueva relación con Dios inicie, una ya no de temor sino de
Amor, una que anuncia que “El Reino de Dios” ha llegado y que no es otro que
Jesús mismo.
v.
El v.16 ya dijimos es una teofanía, no es
algo que pasa visiblemente sino una forma de narrar un acontecimiento
fundamental en la fe de la comunidad, en este caso el autor que escribe más de
40 años después del evento, utiliza este momento para mostrar la divinidad de
Jesús y la pertenencia de la vida trinitaria, El Padre que reconoce al Hijo, el
Hijo que atiende al Padre y el Espíritu que les une en su eterno amor. Del
mismo modo la voz que se escucha lo que hace es citar a Is 42,1s, que es la
primer lectura de domingo.
Lo tercero y último, la razón propiamente del bautismo.
Hemos de descartar que Jesús buscase una purificación o perdón de pecados. La
atención habría que centrarla en la identificación con el pueblo. Jesús vive el
dolor de los suyos la opresión de los suyos, escucha su clamor y siendo de
ellos, actúa con ellos, Jesús se acerca al bautismo de Juan porque siendo
hombre sale de entre su pueblo se sumerge en el agua y emerge de ella para iniciar
su vida pública y con ella la misión que le ha sido encomendada. El v16 dice “Una vez bautizado Jesús salió del agua”,
el verbo anebe (anebe) en griego significa “salir”
ciertamente pero también es el verbo que los evangelistas utilizan para decir
que Jesús “ascendió” a los cielos, sin entrar en el detalle es un tema
interesante.
Jesús se ha bautizado porque se ha identificado
con la proclama del Bautista, porque es parte del pueblo pero sobre todo porque
ha comprendido que ha llegado el momento, como dice Puig «Por tanto, con este bautismo, más que hacerse solidario con el pecado
de la humanidad a la espera de un perdón inminente, Jesús reconoce públicamente
la llegada de este perdón y, por tanto, la realización, ahora y aquí de la
esperanza de Israel» [1].
Este reconocer de Jesús de que el momento ha llegado
que puede deducirse desde la interpretación de la Sagrada Escritura, es lo que
ha permitido también a la dogmática de la Iglesia reconocer en este momento el
inicio de la misión del Hijo; en este particular coincidiendo con lo que
afirman varios exégetas es importante aclarar que este no es un momento
vocacional, es decir, como que Jesús sintió y supo cuál era su misión, Él es
Dios, lo que había de hacer siempre lo supo, lo que opera en Jesús es la
percepción de que ahora es el momento. No es que Jesús reciba el Espíritu,
porque nunca ha dejado de tenerlo (Trinidad) es que ahora en la misión del Hijo
se hace visible la comunión de Amor de la Trinidad, Jesús nos ha enseñado quien
es el Padre y quien es el Espíritu.
Jesús se bautiza para identificarse con su
pueblo y emerge del agua convencido de que el momento ha llegado, no emerge
purificado pues nada ha de purificarse, emerge para ser el Amor y el Perdón que
sellaría el bautismo de Juan, tal como el mismo Juan lo había reconocido “Él os bautizará con Espíritu Santo”.
El Espíritu Santo ha ungido a Jesús no como
nosotros somos ungidos en el sentido de que viene a, sino en el sentido de que
ahora la fuerza del Espíritu Santo en Jesús será visible por sus obras, de ahí
se puede entender la hermosísima frase del P. Olegario, uno de los cristólogos
más importantes de los últimos años «Decir
que Jesús es “ungido” por el Espíritu Santo, significa que la acción de este
conforma su humanidad, alumbra su conciencia, robustece su voluntad y le
confiere autoridad para realizar la misión que ha recibido» [2], por eso
Pedro en la segunda lectura (Hch 10,38) habla del Espíritu que unge a Jesús.
Debemos forzosamente dejar la “alegoría” de
lado para poder comprender el texto, ciertamente la voz, la paloma y todos esos
elementos le dan una carga emotiva al texto y lo hacen sumamente llamativo,
pero el fondo histórico que nos dice porque Jesús se bautiza no está en ellos,
sino en la realidad de su pueblo y la conciencia de su misión que Jesús para
ese momento ya había adquirido; la teofanía es la propuesta teológica, es decir
el mensaje que el autor quiere dejar, Jesús es el Hijo de Dios.
Finalmente no está de más decir que no debemos
comparar el bautismo de Juan o el de Jesús con el actual Bautismo cristiano,
las distancias son muchas, pero ese es tema de liturgia y para otro momento.
Hoy en la fiesta del Bautismo del Señor que
nos muestra un Jesús cercano a los suyos, comprensivo e identificado con su
pueblo, un Jesús que decide iniciar la misión que le ha sido encomendada,
nosotros podamos también reflexionar sobre los frutos que el Bautismo ha dejado
en nosotros y en que tanto hemos comprendido la misión que nos ha sido dada.
Paz y Bien
JAVC
[1] Puig, Armand, “Jesús, Una Biografía”. Ed.
Imago Mundi.
[2]Gonzalez, Olegario, “Cristología”. Ed. BAC
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