"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 20 de abril de 2014

Juan XXIII el Papa que comprendió la necesidad del Concilio


Este próximo 27 de abril llegará una fecha muy esperada por la Iglesia, la canonización del Beato Juan XXIII, Papa que en el año 1959 convocó al Concilio Vaticano II, lamentablemente tal canonización ha pasado casi desapercibida por el furor de la que recibirá ese mismo día el Beato Juan Pablo II, más contemporáneo a la mayoría de la población católica actual y por tanto más llamativa, y bueno en Costa Rica con el sazón de que el milagro que se atribuye a su intercesión y que fue validado para la elevación a los altares del Papa polaco se dio acá.

Pero en medio del silencio, quisiera poder dedicar algunas palabras para exponer algo de la vida de Angelo Guiseppe Roncali (Juan XXIII), no olviden ese apellido Roncali, a él me referiré en algunas ocasiones y lo iré relacionando con algunos Papas, entre paréntesis ubicaré las fechas de sus papados y otras para tenerlas de referencia. Nacido en  Lombardía Italia en 1871, nace apenas un año después de que se suspendiese el Concilio Vaticano I convocado por el entonces Papa Pio IX (Beato. 1846-1878). Roncali es ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, hizo sus estudios sacerdotales durante el pontificado del gran reformador social León XIII (1878-1903) y es ordenado bajo el papado de Pio X (Santo. 1903-1914). Después de una larga y fructífera vida como sacerdote, reconocido por su bondad y cercanía con el pueblo, el 19 de marzo de 1925 es llevado al orden episcopal y desde ese momento iniciaría trabajos en diferentes lugares de Europa, en 1953 Pio XII (1939-1958) le hace cardenal y en 1958 es nombrado Obispo de Roma, asumiendo el nombre de Juan XXIII, inspirado por el nombre de su padre, el del patrono de su ciudad y finalmente el evangelista.

Las fechas y los personajes citados en el párrafo anterior no son simple coincidencia, pues para comprender las motivaciones de Juan XXIII para la convocatoria del Concilio Vaticano II es imprescindible comprender el contexto socio-religioso en que desarrolla su pastoral sacerdotal, para ello me permitiré resumirle en dos aspectos: condiciones sociales y condiciones eclesiales.

Condiciones sociales

Como se dijo Roncali nace (1871) durante el papado de Pio IX (Beato. 1846-1878)  habiéndose recién suspendido el Concilio Vaticano I (1870) de paso un concilio sumamente convulso, que desde el inicio pretendía establecer la infabilidad papal, como bien lo conseguiría a pesar de las oposiciones; otros logros del Vaticano I fueron el replanteamiento de la curia romana alrededor de la infabilidad y el papel de los obispos así como algunos conceptos novedosos de eclesiología que quedaron recogidos en el documento “De ecclesia”; otro aporte del Concilio Vaticano I será el documento “Dei Filius” una primera apertura en temas de Sagrada Escritura y de Revelación. Roncali hará su preparación teológica estudiando esta visión de Iglesia, pero con una influencia aún soberana del Concilio de Trento (1545-1563) nacido de la reforma protestante de Lutero, desde Trento no se había convocado otro concilio hasta el Vaticano I (1869), son muchos años de una misma línea doctrinal que no cambiaría rápidamente. Vaticano I se suspende (1870), dicen los expertos (cf. Alberigo) porque en mucho ya su fin se había logrado “la infabilidad” y por otro lado por los problemas políticos de la naciente nación italiana. En todo caso Roncali será formado en la escuela de Trento y del naciente Vaticano I.

Sin embargo esto sería el menor de los temas, durante su formación sacerdotal Roncali verá nacer la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)  primero con algunos aportes de Pio IX (Beato.1846-1878) que tomará postura contra el comunismo y el socialismo (recordemos que para esta época Carlos Marx publicaba su manifiesto comunista) algunos documentos de Pio IX al respecto son: Qui pluribus (1849) Quibus quantisque (1849) y Nostis et nobiscum (1849) sin embargo será con el impresionante aporte del papa León XIII (1878-1903) que la DSI iniciará un proceso profundo de reflexión, en donde el tema no era solamente el comunismo sino la ya evidente industrialización (iniciada en el S. XVIII) y la forma de hacer comulgar todo ello con la doctrina de la Iglesia. León XIII corona su magisterio social con la Encíclica “Rerum novarum” (1891) un paso a favor de la clase obrera y un llamado de atención al naciente capitalismo y a las luchas contra el comunismo, pero este fue solo el resultado de más de 8 documentos diferentes sobre la justicia social. Roncali asume toda esta realidad social en medio de su formación sacerdotal y no puede menos que calar en su pastoral.

A partir de la Rerum Novarum la DSI se inserta en el corazón de la Iglesia y así los cambios sociales se dejan impregnar por esta y viceversa. La llegada del siglo XX trajo acontecimientos fundamentales para la sociedad del joven sacerdote Roncali: la I Guerra Mundial (1914-1918), la revolución bolchevique en Rusia (1917) y el desplome de la Bolsa de Nueva York (1929) con todas sus implicaciones sociales junto al desarrollo capitalista y las luchas comunistas. Para entonces entra en escena otro reformador social de la Iglesia Pio XI (1922 -1939) quien publicará la impresionante “Quadragesimo anno” (1931) en el cual se hace un homenaje al 40 aniversario de la Rerum Novarum pero a la vez se toma posición frente al desarrollo del capitalismo y el comunismo. Para estas fechas en que Pio XI luchaba contra las injusticias sociales Roncali ya era obispo y empezaba a consolidar su magisterio. El período de 1938 a 1959 verá el nacimiento de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría, habrá que rescatar de Pio XII (1939-1958) el discurso “La solennitá” (1941) conmemorando el 50 aniversario de la Rerun Novarum y atacando los problemas sociales eminentes, para esta fecha Roncali ya había madurado su ministerio episcopal y para 1953 será nombrado cardenal por el mismo Pio XII.

De forma muy somera, los anteriores párrafos nos ayudan a ubicarnos en medio del convulso escenario social en el que Roncali se va desarrollando y formando, muchos más aspectos se dieron pero en aras de la brevedad, considerémoslo suficiente.

Condiciones eclesiales

Como hemos mencionado Roncali se forma a la luz de un Concilio de Trento (1545-1563) aún vigente a pesar del ya suspendido Concilio Vaticano I (1871), esto presupone una Iglesia en medio de una profunda reflexión sobre sí misma, Trento en medio de los avances que produjo atrincheró a la Iglesia y la refugió dentro de sí misma para defenderse de los ataques Luteranos, el Vaticano I salvo algunas excepciones sobre todo en la constitución “Dei Filius” había fortalecido la posición de la Iglesia frente a la sociedad y “sus riesgos sociales”, sobre todo desde la promulgación de la “Infabilidad Papal”. Sin embargo el haberle puesto “fin cronológico” al magisterio de Trento y la no conclusión del Vaticano I no podía pasar desapercibido. Dos movimientos paralelos que de alguna forma ya se venían gestando tomarán fuerza a lo interno de la iglesia: el movimiento bíblico y el movimiento litúrgico.

El movimiento bíblico, muy en resumido es un proceso que inicia hacia 1890 ante los riesgos  del gran desarrollo que la teología protestante estaba teniendo en la sociedad, haciendo llegar la Escritura a todas las personas y en su lengua oficial y conformando círculos de estudios protestantes en Europa. Ante ello en 1893 León XIII  (1878-1903) promulga la “Providentissiumus Deus” que da un nuevo enfoque al estudio de la Biblia, algún algo apologético por nacer de la Dei Filius del Vaticano I, pero ciertamente fue la puerta que se abrió para el estudio de la Biblia en la Iglesia Católica. De hecho ya en 1880 el mismo León XIII había abierto los archivos vaticanos para la investigación y en 1902 creó la Comisión Bíblica en el Vaticano. Debido a algunos abusos de los modernistas Pio X (Santo. 1903-1914) publicó  la encíclica Pascendi (1904) que replegó un poco la apertura que se traía, a pesar de que crea el Instituto Bíblico (1904) fue intransigente con el desarrollo teológico. Sin embargo para entonces un grupo de jóvenes había conformado un grupo llamado “Acción Católica” movimiento que buscaba junto al movimiento bíblico el que los seculares pudiesen accesar y estudiar la Biblia; a partir de la llegada de Benedicto XV (1914-1922) este movimiento contó con el apoyo de prácticamente todos los papas, Benedicto XV promulgará la encíclica “Spiritus Paraclitus” (1920) sobre las enseñanzas bíblicas de San Jerónimo, Pio XII (1939-1958) promulgará la “Divino Afflante Spiritu” (1943) para la correcta interpretación teológica de los textos ante el riesgo del alegorismo protestante que calaba en algunos católicos. Como todo, cuando al laico se le dan (regresan más bien) potestades que de por sí siempre ha tenido, el movimiento bíblico conto con una seria oposición de una parte del clero, oposición que poco lograría. Toda esta apertura al tema del estudio de la Biblia irá calando en la consciencia de Roncali quien ve que a lo interno de la Iglesia se gesta una idea de cambio, que no se vio satisfecha por el Vaticano I.

Por otro lado y en paralelo al movimiento bíblico, se encuentra el movimiento litúrgico. Trento había alejado la liturgia del pueblo, la había mantenido bajo el esquema rígido del latín y de la ritualidad “absurda” (opinión personal) sobre todo a partir de la intervención de Carlo Magno (s. X) y sus ideas de unificación de la cultura usando la Liturgia como elemento para ello. Desde entonces la Liturgia empezó a alejar al pueblo pero no el deseo de esto por poder ser más activo en la liturgia; los primeros pasos se dieron en Francia con el monje Gueranger entre 1850 y 1875 con sus ideales de acercar a liturgia, posterior a ello se vinieron una serie de intentos (variados personajes) por lograr reformar la liturgia de cara a las necesidades palpables de la Iglesia. Pero las luchas del movimiento litúrgico se verán coronadas en el papado de Pio X (Santo.1903-1914) quien realiza una reforma parcial en el Oficio Divino y en el calendario mientras que Pio XII (1939-1958) publicó la “Mediator Dei” (1947) y la “Musicae Sacrae disciplina” (1955), restauró la Semana Santa y autorizó el uso de lenguas vernáculas en la misa y en los Sacramentos, con lo que se abrió paso a cambios fundamentales. Mientras todo esto sucedía Roncali seguía asimilando todos los cambios que se gestaban.

Detener tanta convulsión

Los últimos años del S.XIX y los primeros 58 años del siglo XX habían significado para la Iglesia un verdadero “dolor de cabeza” (en buen sentido) por todos los movimientos internos que se presentaban; con el Vaticano I la Iglesia perdió la estabilidad “imperial” pues se enfrentó a la llamada “cuestión romana” es decir la unidad de Italia y la perdida de los Estados Pontificios que redujo el papel “político” del Papa, afectado de por si ya desde la Revolución Francesa (1789-1799); esa estabilidad “imperial” la había gozado casi desde que se le dejo de perseguir con el edicto de Milán del 313 y de su oficialización por Teodosio en el 380. Ahora finalizando el siglo XIX era una Iglesia expuesta, cuestionada por el modernismo, el racionalismo y la ilustración, en medio de cambios sociales, comunismo, industrialización y capitalismo, y con un movimiento laical que despertaba, así, las cosas ya no eran iguales; para terminar de complicar el tema, el papado de Pio XII había sido larguísimo de 1939 a 1958, y además un papa abierto al cambio (como se ha visto por sus posturas ante el movimiento bíblico y el litúrgico) y con una sensibilidad social impresionante en medio de la guerra; para la Iglesia era necesaria una pausa, se creyó en un papa de corto tiempo y bajo perfil que “bajara las revoluciones”, por ello las miradas se volvieron sobre un cardenal italiano de 77 años, de talante bondadoso y tranquilo, su nombre Angelo Guiseppe Roncali. Y así fue y en 1958 sería electo papa y elegiría el nombre de Juan XXIII.

Ciertamente su papado fue corto, llegó hasta 1963, en eso los cardenales electores acertaron; sin embargo la elección no fue tan atinada, pues en 1959 el papa bondadoso y tranquilo convocaría a nada más y nada menos que un Concilio, muchos creyeron al inicio que para finalizar la tarea inconclusa del Vaticano I, la sorpresa sería máxima cuando aclaró que no era esa la intención, que este era un Concilio Vaticano II y que llamaba a la Iglesia a un “aggiornamiento” es decir a volver a las fuentes… ¡Tamaña Sorpresa! dio el Papa bondadoso, en lugar de ser un tiempo de calma después de tanta convulsión, se vino el cambio definitivo, después de esto la Iglesia no sería jamás la misma.

Juan XXIII quien había vivido el nacimiento y la consolidación de la Doctrina Social de la Iglesia, que vivió de cerca el nacimiento de los movimientos bíblicos y litúrgicos, supo entender que la Iglesia debía responder no solo a esos cambios sino a lo que vendría; conocía bien Trento y Vaticano I pero tuvo la sensatez y humildad de reconocer que no era suficiente. Juan XXIII supo leer en el tiempo y la historia que si la Iglesia quería continuar siendo parte activa de la sociedad debía responder a los cambios, pero no cambiando en esencia sino volviendo a esta. En sus predecesores supo encontrar las pistas del cambio que se venía, leyó con sumo cuidado el Magisterio de cada Papa anterior a él, y propuso a la Iglesia un camino nuevo para que ese cambio fuese fructífero, Juan XXIII dirigió a la Iglesia hacia el oasis que necesitaba para enfrentar los convulsos años que vendrían, esa decisión valiente y sabia de 1959 ha permitido a la Iglesia seguir navegando hasta hoy, y por eso este próximo 27 de abril será canonizado.

Como todo grande, nunca vio los frutos de su trabajo, Juan XXIII inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962 y morirá el 03 de junio de 1963 “a medio camino”, pero sin saberlo marcó el destino de la Iglesia Católica para siempre. Otras de sus obras magisteriales reconocidas (sin ser las únicas) son: Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963).

La obra del Concilio no finalizó con su muerte, Giovanni Batista Montini fue electo papa y asumió el nombre de Pablo VI (1963-1978) y aunque se creyó que no daría continuidad al Concilio, fue todo lo contrario, le dio continuidad, lo reforzó y lo terminó. Algún día han de beatificarle al menos, y me gustaría poder verlo.

Juan XXIII como he tratado de exponerlo fue un hombre con la sabiduría y el talante para dirigir a la Iglesia a la senda de un cambio que era necesario y quizás - no tan convenientemente evidente- para algunos de la época, supo leer los cambios sociales, bíblicos, litúrgicos, eclesiológicos y pastorales que la Iglesia requería, hombre de oración, en ella encontró la valentía para tomar tan magna decisión.

No se ha de negar que la decisión de Juan XXIII encontró y sigue encontrando hoy detractores dentro de la misma Iglesia, que le han calificado de “hereje” al considerar que el Vaticano II hizo “otra iglesia” diferente a la anterior y que por tanto no es la Iglesia original, es un tema soso de discutir y le dejamos esas majaderías a los medievales y tridentinos modernos que siguen soñando con un imperio (eclesiológico) romano universal. ¡Buena Suerte!

Hoy a las puertas de su canonización habrá que reconocer que lejos está la Iglesia de ser la Iglesia que el Concilio propuso, sin embargo igual debe considerarse que algo ha cambiado, falta mucho ciertamente por cambiar aún, -el poder- sigue siendo el amo que esclaviza, y Francisco bien lo está leyendo (aunque como a Juan XXIII algunos ya lo empiezan a tachar de “hereje”), pero en la justa dimensión esta canonización es el reconocimiento de que Juan XXIII vio el futuro de la Iglesia en la sociedad y no a la sociedad en la Iglesia y los cambios operados hasta hoy van en esa vía. Elevar a los altares a Juan XXIII es reconocer que el cambio era y es necesario para esta Iglesia sedienta de volver a las fuentes.

¿Qué ha visto Francisco?

Juan XXIII fue beatificado en el 2000 por un milagro a una monja italiana en 1966, sin embargo aunque muchos milagros están en estudio, Francisco ha decidido canonizarlo sin la comprobación de un segundo milagro. Esto es posible porque el Papa tiene esa potestad y así lo explica el Secretario Lombardi “Un milagro es una visión teológica de la Iglesia, la prueba, la demostración del poder de intercesión, y la confirmación por parte de Dios de la santidad de una persona, pero no es un dogma de fe que de alguna manera sea necesario" […] "Por ejemplo, los mártires son beatificados sin milagro alguno, lo que quiere decir que los milagros por tradición y teología se dan comúnmente pedidos, pero no es una necesidad absoluta" [1]

 Pero, no deja de ser llamativo. No voy a detenerme en el análisis, lo cierto es que Francisco está dando un mensaje: la Iglesia del Concilio es la Iglesia que se requiere, canonizar a Juan XXIII por sobre la norma, es mostrar que el Concilio trae cosas nuevas que superan lo tradicional, aunque tantos y tantas se sigan resistiendo. No es cualquier canonización, les dejo el detalle para su reflexión.

Juan XXIII el papa que comprendió la necesidad del Concilio.

JAVC

[1] http://www.teinteresa.es/religion/Juan-XXIII-santo-mialgro-reconocido_0_1002500257.html

domingo, 6 de abril de 2014

PREGON PASCUAL





En silencio contemplemos los misterios de nuestra fe.... nos encontramos de nuevo en Pascua.



JAVC

2014.

domingo, 30 de marzo de 2014

Don Porfirio el guarda


Eran cerca de las 7 de la noche del miércoles, la vida me permitió conocer a Don Porfirio el guarda de un hotel. Don Porfirio tiene 42 años, casado y con tres hijos, uno de ellos con una enfermedad progresiva que inevitablemente le llevará a la muerte. Según sus propias palabras viven en una casita alquilada de 10 x 10, es lo que alcanza para pagar y durante su jornada de trabajo quizás come algo de arroz y frijoles, pues la comida la deja en casa para su esposa e hijos.

Ha hecho de todo lo honorable posible para sostener su familia, peón, recoge basura, soldador, pintor y otras muchas, hoy es guarda nocturno y al salir de su jornada a eso de las 6 de la mañana en lugar de dirigirse a su casa va a su otro trabajo como lavador de carros, después regresa a casa descansa un poco y sigue su vida.

En el devenir de la conversación (la cual me apuré a escribir luego en una hoja para no olvidar al menos sus ideas) Don Porfirio me comentó ser un creyente profundo en Dios, pero rápido advirtió a decir: y nada más; casi que previendo que yo le preguntara sobre alguna religión específica, sin embargo al oírlo hablar se escuchaban retazos de catolicismo, me decía: Hay noches donde lloro profundamente de impotencia, pero mi mente recuerda las peripecias de José cuidando a María y a Jesús y siento como que todo pasará y que lo que hoy vale la pena; y así se dejó decir unos cuantos.

Como el más impertinente no me pude callar y le dije: ¡Pero Dn Porfirio usted es más católico que yo!, ah inocencia la mía; sus ojos me miraron con una profundidad simplemente inexplicable y después de unos segundos y de poner una de sus manos en mi hombro, con toda la humildad que su apariencia podía expresar me dijo: ¿Quién es Católico?, a su pregunta se me ocurrieron cualquier cantidad de razonamientos, pero en el fondo sabía que nada serviría, a partir de aquí Dn Porfirio tomo control de la conversación, y palabras más o menos me dijo:

“¿Llamas católico a aquel que va a misa?, porque yo lo hacía, e iba a misa, y durante años pase esperando un hombro en cual llorar en medio de mis temores, pero solo encontré un montón de gente que repetía oraciones y señores muy finos que sacaban mucho dinero para la ofrenda mientras mi estómago pedía una pieza de panito (pan), o ¿llamas católico a aquellos que rezan muchos rosarios? Porque yo fui a muchos donde mi esperanza se alimentaba vagamente mientras unos que hoy no sé dónde están pedían por mí, pero la cosa estuvo igual”

A este punto iba recordando las palabras del Obispo Giraldi “¿Cómo se le habla del amor de Dios a un hombre con el estómago vacío?”, Dn Porfirio siguió su homilía:

“Nunca he visto a los católicos más cerca de ser católicos que durante la cuaresma, nos visitan en casa, nos comparte de su comida, que viene de su ayuno, se llenan de una caridad impresionante y nos sonríen, se preocupan por nosotros, dicen que misionan y que evangelizan, cuando vivo eso me digo, que lástima que no es cuaresma todo el año, porque entonces Sr. Andrés aún sería católico, pero no eso no pasa, después pasa todo y será hasta el próximo año”

Para este momento ya las palabras de Francisco se hacían gigantescas: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”

En medio de su humildad Dn Porfirio terminó: “Perdone sr Andrés si lo ofendo, pero no entiendo como aquello que Jesús enseñó solo se vive una vez al año y el resto del tiempo se reduce a una misa o una reunión, u oraciones que poco pan dan y poco consuelo llevan No tengo nada contra ninguna religión, pero para rezar no necesito estar en una, de estarlo es porque en ella encontraría hermanos y hasta ahora no ha pasado” por eso Sr. Andrés le pregunto ¿Quién es católico?

Para este momento toda palabra que cualquiera hubiese pronunciado era innecesaria, Dn. Porfirio me había dado la homilía de la Vigilia Pascual por adelantado.

Yo sé que no es lo mismo escribir esto que escucharlo de la fuente y quizás usted ya este analizando a Dn Porfirio y encontrándole “la conva al palo”, pero lo cierto es que lo dijo y al menos yo sí me sentí interpelado.

En un momento en que Francisco grita desde Roma aun en contra de muchos de su mismo “equipo”, que debe ser una “Iglesia pobre para los pobres” es inconcebible como podemos seguir siendo tan ciegos al mensaje del Evangelio. Que cómodos que estamos en las posiciones imperiales y medievales que todavía mojan la vida de iglesia (minúscula intencional), que miedo que se tiene de dejar la zona de confort donde la jerarquía se pinta de poder sobre el otro por una simple aberración a la lectura de los evangelios, en mucho acomodada a los intereses propios; que egoísmo se cierne sobre nosotros que no “tenemos tiempo” para el otro creyéndonos la idea que debemos ir construyendo nuestra felicidad a punta de sacrificar la fraternidad; que lindo ser el que habla en cuatro paredes y hacer amigos allí, que cómodos nos ponemos; ¡que fariseos que nos hemos vuelto! ¿Qué diría Jesús?...

Razón lleva Dn Porfirio de advertir católicos de cuaresma, que fácil dar durante 40 días, pero una sana catequesis, nos debería enseñar que la conversión es una actitud permanente y que debe alimentarse día a día, y solo es posible en el otro y por el otro, dando todo lo que somos a los otros.

Sin caridad, la misma Liturgia que ocupa el centro de la acción de la Iglesia, pierde todo el sentido; si la Liturgia en todas sus manifestaciones no se alimenta del y alimenta al amor, es un simple rito vacío; ¿para que la ceniza en la frente si no se entiende que el mensaje de conversión es primero un llamado a amar como Jesús ama?

Aún le quedan un par de semanas a esta Cuaresma como tiempo litúrgico, pero que hermoso sería que no se acabara nunca en las acciones para con los otros, en todo caso ¿Cómo vivir la Resurrección sin fraternidad?

Quizás nunca más vuelva a hablar con Dn Porfirio, quizás él nunca podrá dejar la carga de su pobreza extrema, pero ese hombre me ha recordado que Dios está más allá de una doctrina o una teología. Gracias Dn Porfirio por su sabiduría!!! Un abrazo a la distancia y mi dependencia y de todos los que esto leemos de su oración, tal como se lo pedí.

¡Gracias!

JAVC

sábado, 8 de marzo de 2014

Homilia del Papa Francisco el miércoles de Ceniza

«Rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos» (Jl 2, 13).

Con estas penetrantes palabras del profeta Joel, la liturgia nos introduce hoy en la Cuaresma, indicando en la conversión del corazón la característica de este tiempo de gracia. El llamamiento profético constituye un desafío para todos nosotros, ninguno excluido, y nos recuerda que la conversión no se reduce a formas exteriores o a vagos propósitos, sino que implica y transforma toda la existencia a partir del centro de la persona, desde la conciencia. Estamos invitados a emprender un camino en el cual, desafiando la rutina, nos esforzamos por abrir los ojos y los oídos, pero sobre todo, abrir el corazón, para ir más allá de nuestro «huertecito».

Abrirse a Dios y a los hermanos. Sabemos que este mundo cada vez más artificial nos hace vivir en una cultura del «hacer», de lo «útil», donde sin darnos cuenta excluimos a Dios de nuestro horizonte. Pero excluimos también el horizonte mismo. La Cuaresma nos llama a «espabilarnos», a recordarnos que somos creaturas, sencillamente que no somos Dios. Cuando veo en el pequeño ambiente cotidiano algunas luchas de poder por ocupar sitios, pienso: esta gente juega a ser Dios creador. Aún no se han dado cuenta de que no son Dios.

Y también en relación con los demás corremos el riesgo de cerrarnos, de olvidarlos. Pero sólo cuando las dificultades y los sufrimientos de nuestros hermanos nos interpelan, sólo entonces podemos iniciar nuestro camino de conversión hacia la Pascua. Es un itinerario que comprende la cruz y la renuncia. El Evangelio de hoy indica los elementos de este camino espiritual: la oración, el ayuno y la limosna (cf. Mt 6, 1-6.16-18). Los tres comportan la necesidad de no dejarse dominar por las cosas que aparentan: lo que cuenta no es la apariencia. El valor de la vida no depende de la aprobación de los demás o del éxito, sino de lo que tenemos dentro.

El primer elemento es la oración. La oración es la fuerza del cristiano y de cada persona creyente. En la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza de hijos y entrar en comunión con Él. Ante tantas heridas que nos hacen daño y que nos podrían endurecer el corazón, estamos llamados a sumergirnos en el mar de la oración, que es el mar inmenso de Dios, para gustar su ternura. La Cuaresma es tiempo de oración, de una oración más intensa, más prolongada, más asidua, más capaz de hacerse cargo de las necesidades de los hermanos; oración de intercesión, para interceder ante Dios por tantas situaciones de pobreza y sufrimiento.

El segundo elemento significativo del camino cuaresmal es el ayuno. Debemos estar atentos a no practicar un ayuno formal, o que en verdad nos «sacia» porque nos hace sentir satisfechos. El ayuno tiene sentido si verdaderamente menoscaba nuestra seguridad, e incluso si de ello se deriva un beneficio para los demás, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad y se ocupa de él. El ayuno comporta la elección de una vida sobria, en su estilo; una vida que no derrocha, una vida que no «descarta». Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón en la esencialidad y en el compartir. Es un signo de toma de conciencia y de responsabilidad ante las injusticias, los atropellos, especialmente respecto a los pobres y los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia.

Tercer elemento, es la limosna: ella indica la gratuidad, porque en la limosna se da a alguien de quien no se espera recibir algo a cambio. La gratuidad debería ser una de las características del cristiano, que, consciente de haber recibido todo de Dios gratuitamente, es decir, sin mérito alguno, aprende a donar a los demás gratuitamente. Hoy, a menudo, la gratuidad no forma parte de la vida cotidiana, donde todo se vende y se compra. Todo es cálculo y medida. La limosna nos ayuda a vivir la gratuidad del don, que es libertad de la obsesión del poseer, del miedo a perder lo que se tiene, de la tristeza de quien no quiere compartir con los demás el propio bienestar.

Con sus invitaciones a la conversión, la Cuaresma viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos del torpor, del riesgo de seguir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: «Convertíos a mí de todo corazón» (Jl 2, 12). ¿Por qué debemos volver a Dios? Porque algo no está bien en nosotros, no está bien en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un viraje. Y esto se llama tener necesidad de convertirnos. Una vez más la Cuaresma nos dirige su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y a nuestro alrededor, sencillamente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino.

Fuente:http://www.vatican.va/holy_father/francesco/homilies/2014/documents/papa-francesco_20140305_omelia-ceneri_sp.html

domingo, 2 de marzo de 2014

Lectura del libro de Joel el miércoles de ceniza


Llama la atención la lectura de algunos versículos del libro de Joel este próximo miércoles de ceniza y dado que rara vez este libro aparece en la liturgia, aprovecharemos para contextualizar un poco sobre él.

Iniciemos diciendo que su fecha de composición no está definida y va desde autores que lo ubican en el siglo IX a.C (Credner, Bic, otros)  en el siglo VII o VI a.C y aquellos que lo datan hacia el 400 a.C (Vatke, Schokel, otros). La exégesis actual se inclina por esta última fecha.

Con respecto al autor los especialistas han llegado a inclinarse por pensar en un solo autor, no precisamente presencial, es decir no es Joel mismo quien escribe sino que el libro lleva el nombre del personaje principal de los eventos que se narran, es una creación literaria con la que profetiza.

El libro tiene un tema central: una terrible plaga de langostas que es un riesgo inminente para la agricultura del pueblo (1,2-13), junto a esta terrible plaga hay otra menor, la sequía (1,14-20) y esas plagas juntas hacen pensar en una peor “porque está cerca el día del Señor” (1,15).

Cuando el juego imaginativo inicia Joel ve en la plaga de langostas un ejército aguerrido y ordenado que conquista la ciudad (2,1-11).

Tal catástrofe pone al pueblo en una situación de conversión profunda, que exige de todos una jornada de ayuno y penitencia para lograr la compasión divina (2,12-17), esta es precisamente la lectura que se hace el miércoles de ceniza. Las razones para colocar esta lectura en la liturgia de la palabra son obvias es un llamado a la conversión que tendrá respuesta más adelante pues en 2,12-19 pues a partir de un oráculo Dios pondrá fin a la plaga y a la sequía y las bendiciones tradicionales regresan a la tierra.

A partir de esta acción de Dios Joel coloca el evento de forma poética en un nivel de categoría religiosa es el “día del Señor” momentos de la historia en los que Dios interviene libremente, haciendo juicio, salvando o castigando.

Hacia el final del libro, Joel desarrolla una poesía profética de la forma en que Dios ha salvado a su pueblo y coloca algunos otros elementos políticos, económicos y sociales.

La lectura del libro de Joel puede verse guiada con el siguiente comentario de Schokel y Sicre [1]

Joel participa de la idea de que el día del Señor es terrible. En comparación con él, la plaga de la langosta y la sequía son males pequeños. Pero Joel está convencido de que el “Señor es compasivo y clemente, paciente y misericordioso y se arrepiente de las amenazas”(2,13) Para él la catástrofe presente no es signo de un castigo mayor. Anticipa una era de bendición y salvación para el pueblo.

Joel es una historia de esperanza, inicialmente revestida de una tragedia agrícola fruto del “pecado del pueblo” como es común en la teología posterior al exilio, por ello es necesaria la penitencia y el ayuno, pero el mismo Joel sabe que el “dia del Señor” (que es una figura no para hablar de un día en sí mismo sino de la acción de Dios) ha de ayudarles y salvarles de tal catástrofe; pero en ese día puede darse lo bueno o lo malo, dependerá de lo que el pueblo haya hecho, en el caso de Joel, quizás contrario al concepto de “día del Señor” en Jeremías y Sofonías, será un día de bendiciones, tal cual sucede pues las plagas son exterminadas por Dios.

Joel es el libro profético que de alguna forma nos muestra la fuerza del ayuno y la penitencia a los ojos de Dios, es un ayuno y penitencia que “mueve el corazón de Dios” para lograr las bendiciones de Este.

Este próximo miércoles cuando escuchemos la primer lectura, esta de Joel 2,12-18, recordemos que lo que ahí está sucediendo es que Joel está a través de un oráculo pidiendo que el pueblo haga  ayuno y penitencia para eliminar el terrible evento de las plagas que consumen la ciudad, las cuales han llegado porque el pueblo se ha olvidado de Dios y sus mandatos, por ello escucharemos que dice “…volved a Yahvé, vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, lento a la cólera y rico en misericordia…” (2,13b).

No pretendo hacer relación con las otras lecturas de miércoles ni explicar la cuaresma y su razón de ser, tanto litúrgica como bíblica pues estoy seguro en las homilías del día los responsables lo harán, tampoco pretendo hacer interpretaciones del libro de Joel aplicadas a la vida del cristiano, solo me propuse compartirles algunas ideas sobre el contexto del libro, pues por lo general es lo que menos se explica y por tanto lo que menos se entiende en el correcto contexto.

Espero que  una mejor comprensión del libro de Joel ayude a su reflexión a partir del Evangelio de miércoles que nos invita a una actitud de reflexión durante estos próximos cuarenta días.

Saludos,

JAVC.

[1] L. Alonso Schokel; J.L Sicre, “Profetas II”.

lunes, 17 de febrero de 2014

La Catedra de San Pedro


Me he dispuesto a escribir sobre este tema, aún y conociendo que puede tocar fibras sensibles, pero lo hago porque como Católico tengo no solo el derecho de hacerlo sino el deber, teniendo claro que no pretendo absolutizar mi posición y menos aún someter la del otro a la mía.

Hablar del principio petrino [1] es eclesiología en su más pura expresión, no puede comprenderse el tema de la sucesión de Pedro sino se tiene clara la base teológica-dogmática que le desarrolla, ciertamente no haremos exposición acá del tema y en todo caso creo ser el menos capaz para hacerlo.

Sin embargo hay que reconocer que el papado tal cual lo conocemos nosotros hoy es un tema muy reciente, quizás de mayor evolución a partir del Vaticano I (1869) y por su puesto radicalmente diferente a partir del Vaticano II (1962) y digo radicalmente diferente porque la eclesiología cambia a partir de este y si esta cambia el papado también.

Desde Juan XXIII iniciador del Vaticano II a la fecha han pasado por la Cátedra de Pedro: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XIV y ahora Francisco, sin embargo Pablo VI ha de reconocerse como el continuador y quien logró dar fin al Vaticano II, Juan Pablo I durará 33 días como Papa, lo que nos deja en la línea de sucesión a dos: Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco lo veremos por aparte.

Durante años tuve el honor de leer gran cantidad de reflexiones de curas y no curas sobre las profundas palabras de Juan Pablo II y Benedicto XVI, era común ver como se compartían frases o en ocasiones reflexiones profundas sobre todo en cuanto a la eclesiología en el Magisterio de estos dos Papas, que hay que reconocer hizo pocos cambios en lo que a la famosa pirámide eclesial se refiere. La esencia era la misma, en la parte alta el Papa y abajo, seguidor de toda la estructura “el pueblo” (llamado laical), cuando una lectura adecuada del Concilio ha de demostrar que esa pirámide solo tomaba sentido cuando su fin último es el servicio. Debo dejar claro que esto no es un llamado a la “anarquía eclesiológica”, pues ha de aceptarse que una organización sin estructura está destinada al fracaso, la estructura no solo es necesaria sino imprescindible para el sano funcionamiento de cualquier grupo social.

Sin embargo el profundo nexo que se creó en los primeros años de cristiandad (sobre todo a partir del edicto de Milán 311 d.C y la ratificación de Teodosio 380 d.C) entre el Emperador y la “jerarquía eclesiástica” sentó bases muy fuertes en cuanto al papel de los anteriormente llamados “príncipes de la Iglesia”, logrando en algunos momentos llevar al papado y al obispado a una situación con rasgos de “divinidad” sumamente peligrosos.

Vaticano I no logra hacer una diferencia en el tema por el contrario promulgará la “Infabilidad Papal”, sin embargo habrá que reconocer que a partir de León XIII sí empieza a gestarse de forma muy gradual un cambio a lo interno de la Iglesia, en mucho apoyado por los movimientos bíblicos y litúrgicos que se desarrollaban por entonces que detonarán el Vaticano II.

 No obstante, el papado y la “estructura jerárquica” siguieron siendo el centro de atención de la Iglesia, al menos hasta la llegada de Francisco quien diría con claridad “La Iglesia ha sido muy vaticano centrista debe volver a su esencia”. Esta continuidad en la visión tan piramidal de la Iglesia no fue claramente debatida en el Magisterio de Juan Pablo II y de Benedicto XVI, someras menciones, pues a título personal considero que incluso la Christifideles Laici de Juan Pablo II no solo se quedó corta sino que creó más diferencia entre “clero y laicado” (terrible separación de lo que debería ser Iglesia) lo mismo que documentos como Eclesia in America y otros dirigidos a su clero. De Benedicto XVI si uno lee una de sus últimas frases “El poder en la Iglesia es esencialmente servicio”, podría asumirse que algo intentó, pero difícil saberlo por ahora, magisterialmente su densidad teológica es poco lo que deja entrever al respecto.

Les contaba que constantemente escuchaba o leía menciones a estos dos Papas, sin embargo desde la llegada de Francisco, muchas de estas personas que escribían o hablaban han dejado de hacerlo, es como si algo incomodara, como si algo no les calzara.

Habrá que decirlo con claridad, las estructuras de poder durante tantos años construidas parecen ahora ceder a la esencia de la Iglesia, el servicio y el amor; iluso sería pensar que Francisco habrá de eliminar “jerarquías”, es más no lo veo ni sano ni correcto, lo que sí es cierto es que le está dando otro “sabor” para algunos dulce, pero para otros incluso del gremio de “pastores” muy muy salado, casi amargo. Ciertamente la Iglesia habrá de replantearse de frente al avance de las investigaciones teológicas la forma de interpretar datos de la Sagrada Escritura frente a muchas cuestiones, el principio petrino habrá de ser una de ellas.

Francisco ha roto la continuidad de sus antecesores, su eclesiología no es ni misionera ni teológica, para Francisco la Iglesia es comunidad y los “jerarcas” deben oler  a ovejas, la Iglesia no está dentro de un templo o un salón, está en cada lugar donde un católico está presente, Francisco está claramente optando por una Iglesia cuyo centro es Cristo y no un hombre o un nombre.

La Cátedra de Pedro está cambiando y está cambiando no porque la Iglesia requiera un cambio, cambia porque la Iglesia de hoy requiere volver a su esencia, quiéranlo o no muchos sectores conservadores, y no solo está cambiando, va a cambiar, el proceso ha iniciado no sé si usted y yo lo veremos, pero ya no se puede detener, Francisco ha hecho “girar la bola”. Hoy la Iglesia y en especial la nuestra, la de Costa Rica debe empezar (digo empezar pues no percibo cambio) una profunda reflexión sobre su modelo pastoral, sobre la eclesiología que misiona, es un proceso doloroso, muchos habrán de pasar por el fuego de la “humildad” otros muchos ya están preparados, pero lo cierto es que para que lo que en Roma se dice tenga efecto, todos los Católicos tenemos que hacer seria reflexión y entender que las cosas están cambiando, basta leer la Evangelii Gaudium (La primera y reciente encíclica de Francisco) y darse cuenta que lo que viene es fuerte y hay que irse encaminando hacia ello la pregunta es ¿Cuántos están dispuestos?.

La zona de confort de muchos se terminó, la tierra sin fallas sísmicas que evitaba temblores ha desaparecido, en la Iglesia se está gestando un nuevo modelo, querido por muchos poco esperado por otros, la eclesiología del Vaticano II empieza a germinar, ahora es cuestión de tiempo.

Espero con ansias la homilía de Francisco este próximo Sábado 22, Fiesta de la Cátedra de Pedro, no tengo la más mínima duda de que el mensaje será revelador. Espero con ansia también que muchos como lo mencioné arriba que escribían sobre lo que decía Juan Pablo II o Benedicto XVI retomen su sana práctica, ahora bajo la simpleza y franqueza de Francisco.

Paz y Bien

JAVC

[1] Sígase en este caso las exposiciones sobre el tema de Von Balthasar, desarrollador del concepto y sus justificaciones teológicas; por ejemplo su libro “El complejo anti romano”.

domingo, 2 de febrero de 2014

La cuestion de los salmos y el salterio


Los salmos, ¿Quién no ha leído uno o parte de este? ¿Quién no ha escuchado a alguien referirse a ellos? Sin lugar a duda son una parte fundamental de la experiencia de fe, su belleza y su “fácil” aplicación a los acontecimientos de hoy, le hacen para muchos la lectura favorita de la Biblia. Pero lejos estamos de vivir el verdadero sentido de estos, porque los salmos son la oración de fe de un particular para un momento específico, a primera vista no identificamos su naturaleza, porque usted y yo concebimos a las personas, el mundo y a Dios, diferente de aquel quien lo compuso, lo que no significa que no lo hagamos bien, simplemente que no es tan sencillo poder comprender el motivo de los salmos “de entrada”, porque son muy heterogéneos[1] y su realidad debe ser atendida con atención.

La palabra “Salmo” que hoy utilizamos nos viene del griego, de la versión de los LXX, que llamó a este conjunto de poemas psalmos (yalmo,j) a la hora de traducir el sustantivo hebreo mizmor que significaba “canto” pero un canto que se ejecuta con acompañamiento musical. Pero en la Biblia hebrea este no es el nombre de estos poemas, en ella se le llama Tehllim (cantos de alabanza, himnos) o Sefer Tehllim (libro de cantos o de alabanzas), que en todo caso es el fin de la oración salmódica, el alabar a Dios.

Otro nombre se le ha dado a los salmos, el de “salterio”. El nombre de salterio también viene de la versión de los LXX pero de otro códice[2]. La palabra “salmo” aparece en el Códice B (Vaticano) pero en el Códice A (Alejandrino) se le llama a esa parte “psalterion” (yalth,rion) que traduce la palabra hebrea nebel que significa “instrumento de cuerda” (el arpa, con seguridad) indicando el instrumento que se usaba para cantar los salmos. En todo caso ambos nombres “salmos” y “salterio” se usan indiferentemente, quizás el segundo con características más litúrgicas, pero no es definitivo.

Con respecto a los autores de los salmos, habrá que decir que estamos ante pseudonimia o bien ante autores anónimos, pero que atendiendo a la introducción de la Biblia de Jerusalén, esto no debería indicar una completa desvinculación a la tradición de los autores que se indica, sin embargo será una relación en todo caso indirecta, en cuanto a su fecha, habrá que referirse al estudio de cada salmo para poder definirlo pero en general se identifican 5 libros dentro de los salmos y posibles fechas de datación, por lo que se podría hablar de un “Pentateuco salmódico”,

Libro
Colección
Nombre Divino
Contenido principal
I (1-41)
(preexílico)
Davídica mayor
J
Súplica, confianza, acción de gracias.
II (42-72)
(716-686/609 a.C)
Hijos de Coré (h.49)
Davídica menor (h.72)
E
Culto, Templo, Sion; ídem a I.
III (73-89)
(716-686/609 a.C)
Asaf (h.83)
Hijos de Coré (h.89)
E (h.83)
J (h.89)
Didáctico sapiencial
Canticos Sion, suplica.
IV (90-106)
(s. III-II h 200 a.C)
 
J
Salmos de Yahvé rey (93;96.-99)
Salmos aleluyáticos (104-106)
V (107-150)
(s. III-II h 200 a.C)
David (108-110; 138-145)
J
Salmos aleluyáticos (111-136; 145-150)
Salmos graduales (120-134)

 

Si usted ha puesto atención a partir del Salmo 8 empieza un juego con la numeración de los salmos, como este: Salmo 11 (10); la razón para esta variación se encuentra en la estructuración de los salmos que da la Biblia Hebrea en el Texto Masorético (TM)  y la versión griega (G)  de los LXX.

Por lo general la base de numeración de las Biblias, es la biblia hebrea pues es la fuente original de los salmos (escritos en hebreo), de suerte que la numeración fuera de paréntesis se refiere al TM y la que está entre paréntesis a G. La causa de esta división es principalmente litúrgica o bien del uso que de los salmos se hizo a nivel de la alabanza en medio de las dos versiones, los ajustes son los siguientes:

TM
G
TM
G
Sal 1-8
Sal 1-8
Sal 116,10-19
Sal 115
Sal 9-10
Sal 9
Sal 117-146
Sal 116-145
Sal 11-113
Sal 10-112
Sal 147,1-11
Sal 146
Sal 114-115
Sal 113
Sal 147,12-20
Sal 147
Sal 116,1-9
Sal 114
Sal 148-150
Sal 148-150

 

Como puede observase G une los salmos 9 y 10 así como 114 y 115 de TM, pero divide en dos los Sal 116 y 147 de TM, es en esos puntos donde se hace la diferencia.

Todos los salmos llevan un título “cabecera”, este particular es todo un mundo de análisis, para lo cual remitiríamos a las obras especializadas (ej. véase cita 138), al respecto es importante decir que las versiones originales no tenían estos “títulos” sino que es algo que se agregará después, para los siglos III-II a.C ya se evidencian algunos de ellos. Hoy la mayoría de las Biblias titulan todos los salmos, sin embargo en LXX y Vulgata los salmos 19 y 20 no lo tienen lo mismo que alrededor de 24 salmos en TM. Por lo general en estos títulos han de encontrarse de variados tipos que por ahora mencionaremos y que hacen referencia sea al contenido sea al método de recitación:

Å      Títulos de carácter musical. (ej. Sal 4;5;6)

Å      Indicaciones litúrgicas. (Sal 120;134)

Å      Circunstancias históricas ( Sal 7;18)

Å      Lamentaciones (lamed auctoris) (Sal  73;50)

Con esto debemos tener presente que «No cabe duda que los salmos son fruto de una experiencia religiosa, aunque en ciertos casos sea imposible determinar con un grado aceptable de precisión su naturaleza, su objeto y las circunstancias que lo provocaron»[3].

Los géneros literarios de los salmos son variados, el siguiente cuadro podrá servir de breve presentación y de resumen:

Género
Sub género
Descripción
Ejemplo
Himnos
Himnos
Cantos de alabanza
 19;104
Salmos de realeza
Alaban la realeza de Yahvé
47;93
Cánticos de Sion
Se celebra la presencia protectora de Yahvé sobre Sion (Jerusalén)
46;84
Súplica
Individual
Oración intensa a Yahvé
38;88
Penitenciales
Dolor por los pecados
51; 130
Colectivos
Oración intensa a Yahvé
74;79
Confianza
Demuestran la fe en medio de las dificultades
23
Acción de gracias
Acción de gracias
Oración intensa a Yahvé
118
Salmos Reales
Realismo mesiánico
Exaltan la figura del Rey como prototipo mesiánico
45
Salmos sapienciales
Meditativos
Enseñar el camino de la sabiduría
1
Históricos
Meditaciones sobre la obra de Yahvé en la historia.
78
Liturgias
Peregrinaje
Alegría del peregrino al llegar a Jerusalén.
95
Ingreso y proféticas
Utilizados al ingresar al Templo
15
Requisitoria o juicio
El juicio de Dios contra los impíos
52
Alfabéticos
Acrósticos, cripto-acrósticos
Juego con las letras del alfabeto hebreo para formar el orden de este o bien palabras.
111

 

Con la información dada, se puede tener una mejor comprensión del basto mundo de los salmos, que sin lugar a dudas requieren de una dedicación profunda para poder conocerles; sin embargo no puede negarse la fuerza de estos para quien hoy en día se acerca a ellos como nos dice Gruson

 

Ciertamente, no se pueden rezar los Salmos sin cierto aprendizaje, pero todos los creyentes pueden ser aprendices en este terreno: les basta con dejarse arrastrar, pacientemente, por esos caminos que recorren los creyentes, judíos y cristianos; son caminos seguros que llevan a Dios. ¿Por qué no confiar en estos caminos que siguió el mismo Jesús? ¿No hizo él suyas las quejas y las alabanzas de sus hermanos de Israel? ¿No encontró en estos salmos las palabras para decir al Padre su confianza, su gozo y su súplica?[4]




[1] No hay duda que la monumental obra de Hans-Joachim Kraus, “Los Salmos” I y II, son una de las mejores referencias en español para el estudio individual del salterio completo. La única desventaja es el uso que del hebreo realiza el autor, lo que hace de la obra, de consulta casi para personas con dominio de esa lengua, aunque muchas ideas pueden ser apreciadas sin necesidad de ello.
[2] Los códices se llaman a las diferentes copias de la Biblia o parte de estas que se han hallado, códice sinaítico, códice vaticano, alejandrino, etc.
[3] Morla, VICTOR, “Libros sapienciales…”,p.293
[4] Philippe Gruson, en la introducción al libro de Matthieu Collin “Los Salmos”