Me he dispuesto a escribir sobre
este tema, aún y conociendo que puede tocar fibras sensibles, pero lo hago
porque como Católico tengo no solo el derecho de hacerlo sino el deber,
teniendo claro que no pretendo absolutizar mi posición y menos aún someter la
del otro a la mía.
Hablar del principio petrino [1]
es eclesiología en su más pura expresión, no puede comprenderse el tema de la
sucesión de Pedro sino se tiene clara la base teológica-dogmática que le
desarrolla, ciertamente no haremos exposición acá del tema y en todo caso creo
ser el menos capaz para hacerlo.
Sin embargo hay que reconocer que
el papado tal cual lo conocemos nosotros hoy es un tema muy reciente, quizás de
mayor evolución a partir del Vaticano I (1869) y por su puesto radicalmente
diferente a partir del Vaticano II (1962) y digo radicalmente diferente porque
la eclesiología cambia a partir de este y si esta cambia el papado también.
Desde Juan XXIII iniciador del
Vaticano II a la fecha han pasado por la Cátedra de Pedro: Pablo VI, Juan Pablo
I, Juan Pablo II, Benedicto XIV y ahora Francisco, sin embargo Pablo VI ha de
reconocerse como el continuador y quien logró dar fin al Vaticano II, Juan
Pablo I durará 33 días como Papa, lo que nos deja en la línea de sucesión a dos:
Juan Pablo II y Benedicto XVI, Francisco lo veremos por aparte.
Durante años tuve el honor de
leer gran cantidad de reflexiones de curas y no curas sobre las profundas
palabras de Juan Pablo II y Benedicto XVI, era común ver como se compartían
frases o en ocasiones reflexiones profundas sobre todo en cuanto a la
eclesiología en el Magisterio de estos dos Papas, que hay que reconocer hizo
pocos cambios en lo que a la famosa pirámide eclesial se refiere. La esencia
era la misma, en la parte alta el Papa y abajo, seguidor de toda la estructura
“el pueblo” (llamado laical), cuando una lectura adecuada del Concilio ha de
demostrar que esa pirámide solo tomaba sentido cuando su fin último es el
servicio. Debo dejar claro que esto no es un llamado a la “anarquía
eclesiológica”, pues ha de aceptarse que una organización sin estructura está
destinada al fracaso, la estructura no solo es necesaria sino imprescindible
para el sano funcionamiento de cualquier grupo social.
Sin embargo el profundo nexo que
se creó en los primeros años de cristiandad (sobre todo a partir del edicto de
Milán 311 d.C y la ratificación de Teodosio 380 d.C) entre el Emperador y la
“jerarquía eclesiástica” sentó bases muy fuertes en cuanto al papel de los
anteriormente llamados “príncipes de la Iglesia”, logrando en algunos momentos
llevar al papado y al obispado a una situación con rasgos de “divinidad”
sumamente peligrosos.
Vaticano I no logra hacer una
diferencia en el tema por el contrario promulgará la “Infabilidad Papal”, sin embargo
habrá que reconocer que a partir de León XIII sí empieza a gestarse de forma
muy gradual un cambio a lo interno de la Iglesia, en mucho apoyado por los
movimientos bíblicos y litúrgicos que se desarrollaban por entonces que
detonarán el Vaticano II.
Les contaba que constantemente
escuchaba o leía menciones a estos dos Papas, sin embargo desde la llegada de
Francisco, muchas de estas personas que escribían o hablaban han dejado de
hacerlo, es como si algo incomodara, como si algo no les calzara.
Habrá que decirlo con claridad,
las estructuras de poder durante tantos años construidas parecen ahora ceder a
la esencia de la Iglesia, el servicio y el amor; iluso sería pensar que
Francisco habrá de eliminar “jerarquías”, es más no lo veo ni sano ni correcto,
lo que sí es cierto es que le está dando otro “sabor” para algunos dulce, pero
para otros incluso del gremio de “pastores” muy muy salado, casi amargo.
Ciertamente la Iglesia habrá de replantearse de frente al avance de las
investigaciones teológicas la forma de interpretar datos de la Sagrada
Escritura frente a muchas cuestiones, el principio petrino habrá de ser una de
ellas.
Francisco ha roto la continuidad
de sus antecesores, su eclesiología no es ni misionera ni teológica, para
Francisco la Iglesia es comunidad y los “jerarcas” deben oler a ovejas, la Iglesia no está dentro de un
templo o un salón, está en cada lugar donde un católico está presente,
Francisco está claramente optando por una Iglesia cuyo centro es Cristo y no un
hombre o un nombre.
La Cátedra de Pedro está
cambiando y está cambiando no porque la Iglesia requiera un cambio, cambia
porque la Iglesia de hoy requiere volver a su esencia, quiéranlo o no muchos
sectores conservadores, y no solo está cambiando, va a cambiar, el proceso ha
iniciado no sé si usted y yo lo veremos, pero ya no se puede detener, Francisco
ha hecho “girar la bola”. Hoy la Iglesia y en especial la nuestra, la de Costa
Rica debe empezar (digo empezar pues no percibo cambio) una profunda reflexión
sobre su modelo pastoral, sobre la eclesiología que misiona, es un proceso
doloroso, muchos habrán de pasar por el fuego de la “humildad” otros muchos ya
están preparados, pero lo cierto es que para que lo que en Roma se dice tenga
efecto, todos los Católicos tenemos que hacer seria reflexión y entender que
las cosas están cambiando, basta leer la Evangelii Gaudium (La primera y
reciente encíclica de Francisco) y darse cuenta que lo que viene es fuerte y
hay que irse encaminando hacia ello la pregunta es ¿Cuántos están dispuestos?.
La zona de confort de muchos se
terminó, la tierra sin fallas sísmicas que evitaba temblores ha desaparecido,
en la Iglesia se está gestando un nuevo modelo, querido por muchos poco
esperado por otros, la eclesiología del Vaticano II empieza a germinar, ahora
es cuestión de tiempo.
Espero con ansias la homilía de
Francisco este próximo Sábado 22, Fiesta de la Cátedra de Pedro, no tengo la
más mínima duda de que el mensaje será revelador. Espero con ansia también que
muchos como lo mencioné arriba que escribían sobre lo que decía Juan Pablo II o
Benedicto XVI retomen su sana práctica, ahora bajo la simpleza y franqueza de
Francisco.
Paz y Bien
JAVC
[1] Sígase en este caso las exposiciones sobre el tema de Von
Balthasar, desarrollador del concepto y sus justificaciones teológicas; por
ejemplo su libro “El complejo anti
romano”.
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