"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 27 de octubre de 2013

La verdad de la Biblia


Aún hoy, entrados en la segunda década del Siglo XXI, muchos siguen creyendo en la inexistencia de “errores” en la Biblia y defienden lo indefendible. Ciertamente ha de decirse y creerse que la Biblia contiene una verdad, pero con ella también una serie de imprecisiones propias de una mentalidad y cultura limitada a nuestros ojos “modernistas”, bajo las cuales se fueron desarrollando los textos bíblicos. Nada de sorprendente hay en pensar que la Biblia comete errores en cuanto lo que a la luz de las investigaciones hoy podemos explicar con mayor exactitud; sin embargo hay una verdad que sigue brillando y que sin importar el tiempo siempre será actual para todo hombre y mujer y es aquella de nuestra salvación.

El tema de la verdad en la Biblia ha sido desde siempre difícil, por ejemplo Justino (siglo II) en su obra “Contra Tifón” decía:

Jamás me atreveré a pensar, ni a decir que las Escrituras presentan contradicciones entre sí; y si alguna Escritura me pareciera tal, más bien confesaré que no entiendo su significado y trataré de persuadir a todos aquellos quienes sospechan que en las Escrituras existen contradicciones, que adopten mi forma de pensar [1].

Ante tales dificultades que el tema representaba muchos Padres de la Iglesia reflexionaron profundamente sobre ello, uno de los principios fundamentales los plantearía San Agustín al decir que Dios tenía como fin a través de los Textos Sagrados hacer cristianos y no científicos y por eso enseñó aquello que era necesario para la salvación.

La llegada y evolución de las ciencias generó todo un “dilema” en cuanto a la exactitud de la Biblia en relación a todo lo que dice, la aparición de las corrientes del racionalismo y el empirismo comenzaron a cuestionar “la verdad” dentro de la Biblia, tema que años antes se había enfrentado a las propuestas de Galileo Galilei [2] que continuaba la teoría del heliocentrismo que ya Copérnico [3] había planteado. Para Copérnico y luego Galileo la tierra giraba en torno al sol, Galileo fue condenado pues la Biblia decía lo contrario, basados en el texto de Jos 10, 12-13. Galileo era creyente y sobretodo de la escritura por ello decía “La Biblia no pretende decir cómo va el cielo, sino como se va al cielo”.

Durante muchos años la Iglesia desarrolló el concepto de “La inerrancia Bíblica” para contrarrestar las diferentes ideas y lo continuaría más recientemente con el Vaticano I, la “Providentisumus Deus” de León XIII y la “Divino Afflante Spiritu” de Pio XII; aunque debe advertirse que esta última ya abría un espacio para la investigación y el manejo de la inerrancia a partir del reconocimiento de diferentes géneros literarios. La precisión o no de algunos textos (cf. Gn 1,1-2,4a; Lv 1-8; Jos 10,12-14; Sal 24, entre muchos otros) cuestionaban la validez del Dato Revelado.

Sin embargo el gran giro llegó a partir del Concilio Vaticano II [4] quien planteará la cuestión ya no en función de “la inerrancia” sino en términos de “verdad”, es decir ya no debe observarse el tema con un enfoque negativo sino positivo, así dirá la Dei Verbun «… hay que confesar que los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error la verdad que Dios quiso consignar las sagradas letras para nuestra salvación» [5]. Preocupa el hecho de que muchos manuales y cursos sobre Biblia siguen insistiendo en el tema de la inerrancia, aún y cuando el Magisterio reciente se ha olvidado ya de ella.

En todo caso el tema que ahora debe abordarse es “la verdad que Dios quiso consignar” y acá la pregunta es ¿Cuál es esa verdad?; la respuesta sería: la que se nos plantea en la  revelación, la salvación «Dios, en el fondo, no quiere revelar otra cosas que: el misterio de la salvación realizado en Cristo» [6]. La Biblia no pretende sino mostrar la forma en como Dios ha actuado a través de la historia, los hagiógrafos al escribir buscaban ante todo mostrar ese actuar de Dios en los diferentes acontecimientos y la incansable lucha de Dios por salvar al hombre.

Así las cosas, no se debe seguir hablando de “inerrancia” sino de “verdad” y debe saber dimensionarse este concepto de verdad en su correcta aplicación, no buscando una precisión tal cual lo conocemos hoy, ante esto advierte Benedicto XVI «La revelación se acomoda al nivel cultural y moral de épocas lejanas y por tanto, narra hechos y costumbres…»[7]

Ayuda como conclusión a estas ideas presentadas el decir

Por lo tanto, podemos afirmar que la Escritura no enseña errores por lo que toca a nuestra salvación. En la Biblia podrá haber inexactitudes o errores geográficos, históricos, científicos, y de hecho los hay, pero en el conjunto de la Escritura, vista su unidad en Cristo, no habrá ningún error en lo que se refiere a nuestra salvación. [8].

Paz y Bien.

JAVC.

[1] San Justino; “Contra Tifón”, 65,2. En Pierre, GRELOT, “La Bible parole de Dieu" ,p.97.

[2] El 10 de Noviembre de 1979, Juan Pablo II ante la Pontificia Academia de las ciencias, invitó a replantear y reexaminar el llamado "caso o dossier Galileo". Para  cuaresma del 2.000 la Iglesia reconocería su error ante el tema de Galileo.

[3] Se conoce de Martín Lutero una frase en la que se refiere a Copérnico diciendo: “La gente presta oídos a un nuevo astrólogo que trata de demostrar que la tierra gira. Este loco quiere echar por el suelo toda la ciencia de la astronomía, pero la Escritura nos dice que Josué ordenó al sol que se detuviese, y no a la tierra”

[4] Sin embargo y esta afirmación, debe reconocerse que no es una novedad del Concilio, las notas al numeral 11 demuestra la existencia de esta idea en los Santos Padres; sin embargo el desarrollo histórico fue llevando el tema hacia otros puertos; realmente debe decirse que el Vaticano II lleva la nave a su puerto original.

[5] Concilio Ecuménico Vaticano II; “Constitución Dei Verbum”, No.11.

[6] Pierre, GRELOT, “La Bible...", p.97.

[7] BENEDICTO XVI, Exhortación “Verbum Domini”, No.20

[8] Carlos, JUNCO; “La Biblia libro sagrado”, p.236

lunes, 21 de octubre de 2013

Octubre y las misiones


El Papa Francisco decía con la fuerza que le caracteriza ¡El que ha sido bautizado tiene la fuerza para evangelizar! Y la frase la tomó la Conferencia Episcopal de Costa Rica para animar en el mes de las misiones. Sin embargo como todo cuando se masifica corre el riesgo de perderse en medio de la atención y las cosas secundarias vienen a minimizar lo verdaderamente importante.

Desde las palabras de Cristo a los apóstoles en Galilea “Id, pues y haced discípulos a todas las gentes…” (Mt 28,19) la Iglesia encontró su misión, no puede decirse otra cosa sino es que la Iglesia es esencialmente “misión” incluso así se ha entendido desde el Concilio Vaticano II «La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza, puesto que procede de la misión del Hijo, de la misión del Espíritu Santo según el designio de Dios Padre» [1] si esta no está como la razón de la Iglesia y de los cristianos, no hemos comprendido lo que pertenecer y ser Iglesia significa.

Pero la posibilidad de que esta misión sea desarrollada, reside en la acción del Espíritu Santo que anima en hombres y mujeres el deseo de anunciar, por ello en la continuación del mensaje a los discípulos dice Cristo “… bautizándolas en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo…”, la aceptación del Espíritu Santo en la vida del creyente no es una acción pasiva, quien se bautiza no es un sujeto receptor exclusivamente, por el contrario es el sujeto activo.

Con lo anterior pretendo decir que el Bautismo no es un rito cultural o cultual que por herencia nos vemos obligados a realizar, sino que encierra en sí todo el misterio de Cristo Resucitado (Sacramento) y que recibiéndole no nos limitamos a la idea de que “somos parte de la Iglesia” sino que nos hacemos parte del tiempo de salvación inaugurado en la Pascua y que ha de tener su culmen en su segunda manifestación, ya definitiva. Es decir por el Bautismo hemos sido injertados en el tiempo de Dios y con ello, hemos recibido todo lo necesario para hacer a otros partícipes de esta realidad.

Sin embargo, ha de reconocerse que la misma masificación a la que hemos sido sometidos desde el Siglo IV, la intensa secularización de la práctica cristiana aunada a las filosofías racionalistas y otras que “acomodan” estos misterios a la simple religión, han hecho que la idea de ser bautizado no pase más allá del cumplimiento ritual.

Pero es precisamente acá donde la frase de Francisco se torna sumamente interesante. Quizás si usted es miembro activo de una parroquia o de algún movimiento particular al leer la frase se siente aludido por ella y eso le motive a continuar su labor, ¡Excelente por ello!, pero… ¿se ha puesto usted a pensar que esa frase es también para el que no tiene ninguna acción pastoral?, es más tomándome una inmensa atribución, me permito pensar que Francisco al pensarla la piensa más en los segundos que en los primeros. La frase no es una frase cajonera que pretende exaltar el trabajo de quienes ya están en la Iglesia, la frase en sí misma es misionera, pues pretende despertar las conciencias de quienes quizás no participan activamente (ojo que digo activamente) de la vida de la Iglesia misionera.

El tema no es si usted participa o no en algún grupo, la frase no está haciendo distinciones, sino que fiel a su “eclesiología” (tan interesante de paso, esperemos pronto se empiece a entender en la práctica y no solo en la teoría o la emotividad) el Papa está convocando a todos los bautizados a una realidad, simple como en sus inicios, ir allí en el día a día en el quehacer diario “bautizando” gentes, y digo esto no de forma sacramental (sobra decirlo) sino desde nuestra realidad de cristiano haciendo que  nuestra vida pueda ser la catequesis de muchos que aún buscan y otros que habiendo hallado por alguna razón se han ocultado al amor de Dios.

Octubre, ciertamente nos pone en sintonía con quienes misionan en campos y lugares específicos, pero ante todo nos interpela a usted y a mí, en como estamos como Iglesia moviendo esa misión, no se trata de si va o no a grupos, eso es otra historia, se trata de un llamado a como nuestra vida de bautizados (que al igual que la Iglesia, es esencialmente misionera) está cumpliendo con ese profundo deseo de Dios y que es su única y completa voluntad (no otras que nos inventamos) y que nos recuerda el concilio «La razón de esta actividad misional se basa en la voluntad de Dios que “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”» [2].

Si su vida ya paso por la fuente del Bautismo y ahora está leyendo estas palabras, entonces no puede ser un simple lector pues está dejándose para si mismo algo que no le pertenece, la fuerza de Dios que le permite servir. Si su vida aún no ha pasado por la fuente del Bautismo y lee esto, entonces háganos responsables a tantos que estando cerca de usted no hemos sido capaces de despertarle el deseo inmenso de ser cristiano, porque quizás nuestra vida aún no testimonia con la fuerza necesaria esa maravillosa experiencia, pero entonces le invito a tomar la iniciativa y con su Bautismo transformar a todos cuantos pueda, y encontrar el gozo de la misión.

Octubre no es un mes para pensar en los misioneros únicamente, sino en nosotros misioneros, la misión no es algo anexo a nosotros que vemos en unos, es lo que nos da razón de ser a nosotros (cristianos). Ya en nosotros está todo para serlo, solo falta quererlo.

¡El que ha sido bautizado tiene la fuerza para evangelizar! Franciscus PP.

 

[1] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Ad Gentes, No.2

[2] Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto Ad Gentes, No.7

 

 

lunes, 14 de octubre de 2013

Las Cartas Católicas ( II )

Epistolario Joánico

Damos con este breve comentario continuación y fin a aquel iniciado el 29 de Julio del 2013, en donde abordamos las primera Cartas Católicas.

Las Cartas Católicas, atribuyen tres de ellas a “San Juan”, y entre ellas se le llama “Carta mayor” a la primera y “cartas menores” a la segunda y tercera, básicamente por su extensión. Son cartas pseudoepigráficas las tres, al igual que el Evangelio, es decir que su autor ciertamente desconocido atribuye a Juan su autoría para darle reconocimiento y peso. Esta afirmación no exime que al igual que el evangelio las cartas hayan sido compuestas en el ambiente de una comunidad joánica y tratando de cuidar la doctrina original del Apóstol.

Con respecto a la datación de las cartas, el tema no es tan claro. La primera aparece citada en algunos escritos de San Policarpo de Esmirna (80-167 d.C) al igual que por Papías (150 d.C) por lo que todo parece indicar que es una carta muy cercana al período apostólico. En relación a la segunda y la tercera las primeras menciones aparecerán en el canon de Muratori (200 d.C) inclusive en Orígenes (185-235d.C)  se pueden encontrar algunas citas sobre ellas; aunque no se puede afirmar con exactitud las fechas, sí la segunda y tercera son sin lugar a dudas posteriores a la primera de estas. Las tres parecieran haber sido compuestas entre el 100 y el 120 d.C.

Donde fueron compuestas no está claro. En general la tradición a aceptado a Éfeso como cuna de las tradiciones joánicas, pues el Apóstol desarrolló mucha de su misión allí, sin embargo diferentes autores han propuesto a Antioquía y Alejandría como posibilidades.

De las tres cartas, solo podría llegar a establecerse con cierta prudencia que, la primera es la única que podría guardar algún parentesco con el Evangelio, aunque ciertamente guarden diferencias muy fuertes en cuanto a intencionalidad y abordaje de los temas. Esta relación hay que verla no como una continuidad de los temas, sino como un abordaje independiente que trata de enfatizar algunos temas que el Evangelio podría haber planteado en sus estadios iniciales. En todo caso la lectura paralela de ambos textos no es quizás algo que deba preocupar de fondo.

Primera Carta de San Juan, Asumió el rol de “Carta” al estar dentro del epistolario Católico, sin embargo la construcción del libro data mucho de cumplir inclusive los elementos mínimos que se pide a este género literario; por ejemplo carece de remitente y destinatario, no hay saludo ni despedida, entre otros. Pero la tradición le ha conservado como carta por lo que no es erróneo llamarle así. Quienes han leído la carta notaran de primera mano que inicia con una descripción con altas similitudes al prólogo del Evangelio, esto deja en claro que este era conocido en los medios en que la carta se está escribiendo. El mensaje de la carta se mueve indiscutiblemente en varias vías: inicialmente plantea y justifica por qué quien escribe es motivado a hacerlo: porque han contemplado y palpado con sus manos la Palabra de Vida, no escribe un iniciado en la fe es alguien que ya ha vivido la experiencia de Cristo.

Posteriormente la carta plantea 4 condiciones para seguir a Cristo (caminar en la luz)
 
a.       Romper con el pecado.

b.      Guardar los mandamientos, la caridad sobre todo.

c.       Guardarse del mundo.

d.      Guardarse de los anticristos

Al respecto vale anotar con respecto a “c” que la teología joánica y cristiana inclusive no pretende una separación del hombre de su mundo, casi llegando a “satanizar” este olvidándonos que es Creación de Dios, la intención va en la vía del paganismo de un mundo que invita a adorar otros dioses, por eso esas frases “este mundo en que vivimos” “que queda si estamos en este mundo” “cuando dejemos este mundo, seremos felices”, en fin frases casi heréticas que nos ponen como si hubiésemos sido creados para vivir en una sintonía que no está en este mundo, cuando Dios mismo quiso estar en medio del mundo para santificarlo. Hay que tener cuidado con esta idea, porque realmente está muy mal entendida, pero en fin ese no es tema.

Después nos aparecen los “anticristos” a los que una vez más las sectas fundamentalistas, algunos canales de televisión y uno que otro “cristiano” ha dado toda una naturaleza humana, tal cual y estuviese profetizados. Ciertamente la idolatría en las comunidades romanas y griegas era común, al igual que los “predicadores” que llamaban a adorar dioses específicos, estos anticristos trataban de convencer a los cristianos de adorar otros dioses y dejar a Cristo, por ello “Anticristos”, pero el tema se circunscribía a un momento en específico. ¿Pueden existir hoy anticristos? Algunos se preocupan mucho por Nostradamus, yo la verdad me preocuparía por las acciones “anticristianas” que con mi vida pueda materializar y que hacen más daño que estar obsesivamente pensando en un “fulano” que venga como anticristo.  Como bien dice la Carta quien no confiese que Jesucristo como salvador, ese es el Anticristo, entonces como vemos hay que dejar la novela y los discursos provocativos que tanto daño están haciendo a la vida de fe de la gente.

Finalmente la carta insiste en el tema del amor, como el elemento diferenciador de los cristianos, es el sello indeleble de quienes siguen a Cristo, amar, porque fue lo que le diferencio a Él, el amor. A esta tercera parte la Biblia de Jerusalén le da un nombre bellísimo “En la fuente del Amor”, es un texto que vale la pena meditar pausadamente.
 
La Segunda Carta, es sumamente breve, apenas 13 versículos y su fin es dar una breve exhortación sobre el amor y la existencia de personas que tratan de confundir, lo interesante es la forma en como la carta atestigua la Tradición oral de las primeras comunidades y como por escrito quedo una ínfima parte de lo que se predicó, dice “Aunque me queda mucho por escribir, prefiero no hacerlo con papel y tinta, pues espero ir a versos y hablar de viva voz…”

La Tercera Carta, igual de pequeña, 15 versículos, es una carta dirigía a Gayo, en donde se tratan algunas cuestiones de conducta, que son propias de la situación de la comunidad. No es una carta con alguna profundidad teológica, aunque si muy rica para observar la dinámica de las comunidades, y que no todo era solo amor, sino que como humanos existían problemas entre ellos.

Bueno con esto y el anterior comentario (29/07/13) quedan brevemente presentadas las cartas católicas y con los comentarios de Septiembre el “Apocalipsis”, quedándonos del Epistolario Bíblico las cartas Paulinas, que quizás podamos abordar en otro momento.

Paz y Bien

JAVC.

lunes, 7 de octubre de 2013

Cuidado con el "pobre"

La liturgia Católica – Romana, propuso para el domingo 06 de octubre como evangelio el texto de Lc 17, 5-10. Para ser honesto desde que leí la primera vez el texto, había algo que parecía que no encajaba bien en la continuidad de la lectura.

Los vv 5-6 pertenecen a un fragmento propio de los sinópticos que Lucas está reelaborando y que no tiene continuidad alguna con los vv 7-10, saberlo es sencillo, en tanto estos versículos finales pertenecen solo a Lucas; por ello tratar de forzar una idea como si ambos textos fuesen un continuo sería poner al texto a decir algo que realmente no dice.
Así las cosas, ayer se leyó el texto del “Poder de fe” y la parábola del “Servidor humilde” que pertenecen al conjunto de Lc 17,1-10 que se ubican junto a un conjunto de sentencias que Jesús está dando a sus Discípulos hasta 17,4 y a partir de 17,5 a los Apóstoles. Estas sentencias solo pueden ser comprendidas dentro del espectro social que Jesús conocía. [1]

El texto del poder de la fe, es más conocido y sus pocas palabras le hacen fácilmente entendible y creo sin temor a equivocarme que todos hemos siempre comprendido el mensaje. Solo quisiera agregar dos elementos que me parecen interesantes. Lo primero es la traducción al castellano “Si tuvierais una fe como un grano de mostaza” el texto origjnal no lo pone como una posibilidad sino que afirma la condición de fe de los apóstoles “si tenéis”, Jesús no parte de la necesidad de aumentar la fe, sino de la fe que ya se tiene; el segundo elemento es cuando se dice “habríais dicho”, de la misma forma el texto griego quiere decir “diríais” pero bajo una construcción “irreal” es decir como poco posible que suceda [2]. Jesús no reprocha la solicitud de aumentar la fe, quien de nosotros no necesita eso, todos lo necesitamos, lo interesante es que la pedagogía de Jesús no parte de lo negativo, es decir de creer que con nuestra fe no podemos, el texto en su esencia original nos propone a Jesús pidiendo que reconozcamos que hay una fe en nosotros que es importante reconocer y no minimizar, cayendo en ocasiones en extremos. La fe es un don bautismal, se tiene en plenitud como don y gracia, es lo que hagamos lo que demostrará que se tiene, y es lo que les enseña Jesús, no es solo pedir fe, es actuar como alguien que la tiene (mover la montaña), en ocasiones esperamos que el aumento en la fe sea una sensación bonita por dentro pero me parece que Jesús es más que claro, sino reconoces que ya tienes fe y empiezas a servir con esa fe que tienes difícilmente la verás aumentada.
En todo caso no era allí que quería centrarme, sino más bien en la parábola del “Servidor Humilde”. Este texto como ya se dijo pertenece solo a Lucas, es decir no se encuentra en ningún otro Evangelio. No existe duda de que Jesús se está refiriendo a una situación real de su contexto (como en general lo hace en todas las parábolas) y que sus oyentes comprenden bien lo que se dice, la siguiente frase nos puede dar mayor amplitud a la idea «Esta situación tomada de la brutal realidad de la vida cotidiana sirve a Jesús para ilustrar una de las doctrinas fundamentales del evangelio, en la que se coloca en decidida oposición con la teoría farisea de la remuneración» [3]. El contexto no refiere solo a la esclavitud existente y al trato que recibían estos de sus amos, sino a la idea generalizada de que incluso en la vida espiritual y de fe (para enlazar con el texto anterior) si se hace algo bueno se merece lo bueno, la famosa “Retribución” que tanto confundió a Job y de la que el Eclesiastés se “burlará” constantemente, y que todavía hoy lamentablemente parece tan presente en medio de los cristianos.

La parábola no gira en torno al amo (aunque de v7 a v9 parece ser el personaje principal) sino más bien en torno al servidor, que debe cumplir su trabajo tal como es debido. Sobra decir que Jesús no está justificando la esclavitud y tampoco está queriendo igualar la actitud del amo a la de Dios, intentar esto último difiere mucho de la presentación como Abba (Padre) que Jesús hace de Dios e indiscutiblemente entraríamos en una contradicción.

Toda la parábola va a girar en torno a la palabra avcrei/oi, (argeioi) cuya traducción en muchas de las Biblias aparece como “pobre, inútil, mero, más que” entre muchas otras, siendo su uso más común “pobre” de forma que el texto dice “No somos más que pobres siervos”… Y aquí es donde se activa el ¡Cuidado! La traducción “pobres” es correcta si se le da su sentido esencial en el ambiente en que se usaba, no puede usarse en homologación a la palabra castellana que encierra a “alguien con poco o sin nada”. De hecho la mayoría de los diccionarios bíblicos griegos-español dan a esta palabra en el texto de Lucas la significación de “indigno de alabanza” pues no aparece más en toda la Biblia en esa forma, en la Biblia cuando la palabra se quiere usar de forma más despectiva se utiliza en otra declinación, por tanto “argeioi” en este texto de Lucas no es minimizante.

Es decir, Jesús no está desapareciendo el trabajo de los siervos lo está colocando en su debida sintonía. Y esto que parece tan simple, ha causado grandes problemas, me permito llamarle de “autoestima espiritual”, es decir gente que realmente siente que su trabajo cristiano es “pobre” “nada” “yo que nada soy” “yo que nada se” y otras frases inclusive más fuertes que se escuchan. El trabajo del siervo es importante pero no es un trabajo que deba buscar la alabanza sino la construcción. Para nosotros cristianos es igual, nuestro trabajo es importante, por ello Jesús llamaba a trabajar y construir desde la fe que se tiene para verle incrementada, por ello insiste tanto en la necesidad de hacer, “yo me voy pero ustedes harán cosas más grandes” (cf. Jn 14,12), si nuestro trabajo no fuese importante Jesús no lo promovería, pero lo cierto que nuestro trabajo no es para recoger sino para arar el campo.
 
Siervos pobres, son siervos que no esperan el reconocimiento, pero no por ello trabajan sin esmero, siervos pobres no son como los fariseos que esperan remuneración por los actos sino que trabajan porque se sienten amados por Dios. Pero los siervos pobres al sentirse amados, saben que su trabajo (quizás no indispensable) es importante porque es una invitación de Cristo. No se vale ser y hacer cristianos que sigan creyéndose “esclavos” cuando Cristo mismo así no lo quiso, no se vale seguir siendo y haciendo personas que minimizan su valor, modestias enfermizas, ¿puede ser?

Hemos entonces de reconocer que en nosotros está el don de la Fe, alta virtud, y que la forma de aumentarla no es pedirla como un acto mágico, sino ejerciéndola en oración y sobre todo en medio de los otros, moviendo montañas, aunque al inicio no parezca; ese es el trabajo del cristiano mover las montañas que le impiden a él y a los otros un seguimiento pleno de Cristo, la Fe alimenta con la fuerza del Espíritu y se alimenta en la caridad y nos mueve a la esperanza de que de aquello que se siembra, Él hará algo grande. Este trabajo no es una “pobreza” es algo grande pues viene dado por Cristo mismo que nos invita a trabajar, pero solo en la Fe podremos comprender realmente que aun así de importante como es el trabajo, la Alabanza no corresponde a nosotros sino a aquel de quien recibimos el don de la Fe y que nos permite trabajar, porque solo así podremos decir como en Evangelio “solo hemos hecho lo que teníamos que hacer” (v10c).

Paz y Bien,

JAVC
 

[1] Siguiendo la línea de trabajo de Yves Saout en “El evangelio según San Lucas”.
[2] Joseph Fitzmeyer plantea la tesis que se propone y ahonda en esta en su obra de cuatro volúmenes “El evangelio según San Lucas”

[3] Schmid Josef, “El evangelio según San Lucas”,p.388-389.