"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

lunes, 12 de agosto de 2013

Familiaris Consortio (FC) Partes I y II


He decidido abarcar estas dos partes en un solo comentario, pues las partes III y IV son las más largas del documento y por lo limitado del tiempo, habría que sacrificar algo.

La I Parte se nos presenta con el nombre “Luces y Sombras de la Familia en la Actualidad”, es un capítulo que atiende a una realidad sumamente visible pero pocas veces atendible, el de la familia que se mueve hoy en medio del cambio y de un mundo que presenta condiciones cada vez menos humanizantes. En medio de tales condiciones la Iglesia es consciente de que su papel de anunciar el Evangelio ha de tener una gran parte de su acción en las familias.

Para ello, la familia ha de responder con su “Discernimiento Evangélico”, es decir, analizar su actuar desde la luz del mensaje de Cristo, para ello ha de apoyarse en el sentido sobrenatural de la fe que desde el bautismo se ha recibido. Este discernimiento alcanza a los miembros de la familia en toda actividad que realicen, pues es parte de su misión el atestiguar el amor de su familia y el amor de Cristo por los otros en medio de su cotidianeidad. No es un imposible, es algo que la Iglesia reconoce como un carisma, dice la FC «A este cometido les habilita su carisma y don propio, el don del sacramento del matrimonio».

El documento presenta una lista de cuestiones positivas que alimentan a la familia, entre ellas: mayor atención a la calidad de vida, la dignidad de la mujer, la espiritualidad; al mismo tiempo marca una serie de aspectos negativos: el divorcio, el aborto, la autoridad, etc. Pero aquel que llama la FC “la base de esos efectos negativos”, es el equivocado enfoque a la libertad, que pareciera al casarse muchos creen que es el aniquilamiento de su persona o de la otra en cuanto lo que es, cuando en realidad es la toma de consciencia de la felicidad que se deriva de  «realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia». Es por tanto la pareja testimonio de la verdad de Dios, que no es otra que el Amor Eterno que Él es.

El documento presta atención a dos situaciones particulares: el deseo de la unión civil que se aleja de la obligación de los bautizados a “desposarse en el Señor” y por otro lado la celebración del Sacramento del Matrimonio movidos no por una fe viva sino por otras razones. Llama entonces a la consciencia de los fieles a retomar el valor y la dignidad del Sacramento, a la luz de las diversas situaciones que puedan presentarse.

Hacia el final de la I Parte la FC dedica un espacio a la reflexión de la necesidad de la “Sabiduría” en el mundo actual y especialmente en la familia. Pero no es una sabiduría “abstracta” es una que permita la promoción humana, en todo lo amplio que este concepto es. Pero para ello es necesario que las familias se unan a aquel que es Sabiduría Divina, pues solo así con esa alianza han de lograr iluminar sus espacios en aquello que Dios realmente desea, por ello afirma Juan Pablo II «es únicamente en la fidelidad a esta alianza como las familias de hoy estarán en condiciones de influir positivamente en la construcción de un mundo más justo y fraterno».

Las II Parte del documento se titula “El designio de Dios sobre la Familia y el Matrimonio”, e inicia su reflexión con lo fundamental, el hombre y la mujer son llamados al Amor, es su vocación fundamental; y lo son porque Dios es Amor y vive en una comunión de Amor (La Trinidad). Esta expresión de Amor se da de dos formas en la Iglesia, por el Matrimonio y por la Vida Consagrada, dice la FC «Tanto el uno como la otra, en su forma propia, son una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su “ser imagen de Dios”».

La castidad matrimonial, fruto de la fidelidad de los esposos se da cuando estos se donan más allá de lo biológico cuando de “modo verdaderamente humano” se entregan uno a otro hasta la muerte. Esto es posible únicamente en la Sacramento del Matrimonio lugar de libre elección en el que hombre y mujer aceptan la “comunidad íntima de vida y amor querida por Dios mismo”.

El centro de la Revelación es que: Dios ama a su pueblo. Así cuando hombre y mujer se declaran su amor pronuncian esas “palabras vivas” que les pone en comunión con Dios de forma que su unión se vuelve en imagen del Amor de Dios por su pueblo. El amor de Dios por nosotros es el ejemplo del Amor que debe existir entre los esposos. Pero este amor halla su definitivo modelo en Cristo que ama su Iglesia, dando su vida por ella, por el Espíritu Santo hombre y mujer son capaces de amarse como Cristo a la Iglesia y «El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal, que es el modo propio y específico con que los esposos participan y están llamados a vivir la misma caridad de Cristo que se dona sobre la cruz».

Entre otras cosas lo anterior lleva a la Iglesia a decir una frase que a los que viven ya el Matrimonio han de leer con atención y a los que al sacramento se encaminan les ayudará en su reflexión, dice Juan Pablo II  «Los esposos son por tanto el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la que el sacramento les hace partícipes. De este acontecimiento de salvación el matrimonio, como todo sacramento, es memorial, actualización y profecía; “en cuanto memorial, el sacramento les da la gracia y el deber de recordar las obras grandes de Dios, así como de dar testimonio de ellas ante los hijos; en cuanto actualización les da la gracia y el deber de poner por obra en el presente, el uno hacia el otro y hacia los hijos, las exigencias de un amor que perdona y que redime; en cuanto profecía les da la gracia y el deber de vivir y de testimoniar la esperanza del futuro encuentro con Cristo”»

Finalmente la II Parte refiriéndose a “La comunión de personas” ha de recordar la responsabilidad  de los padres de ser signo visible del Amor de Dios para sus hijos, cuando los haya. Recordando que el matrimonio y la familia edifican la Iglesia «La familia humana, disgregada por el pecado, queda reconstituida en su unidad por la fuerza redentora de la muerte y resurrección de Cristo. El matrimonio cristiano, partícipe de la eficacia salvífica de este acontecimiento, constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana en la gran familia de la Iglesia»

Da para muchísimo más, no hago más que presentar algunas reflexiones, que quizás ayuden en nuestro deseo de profundizar o quizás en la reflexión.

Paz y Bien

JAVC.

Nota: En cursiva lo que se ha tomado literalmente del documento.

 

 

 

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