He decidido abarcar estas dos partes en un solo comentario, pues las
partes III y IV son las más largas del documento y por lo limitado del tiempo,
habría que sacrificar algo.
La I Parte se nos presenta con el nombre “Luces y Sombras de la Familia en la Actualidad”, es un capítulo
que atiende a una realidad sumamente visible pero pocas veces atendible, el de
la familia que se mueve hoy en medio del cambio y de un mundo que presenta
condiciones cada vez menos humanizantes. En medio de tales condiciones la
Iglesia es consciente de que su papel de anunciar el Evangelio ha de tener una
gran parte de su acción en las familias.
Para ello, la familia ha de responder con su “Discernimiento Evangélico”, es decir, analizar su actuar desde la
luz del mensaje de Cristo, para ello ha de apoyarse en el sentido sobrenatural
de la fe que desde el bautismo se ha recibido. Este discernimiento alcanza a
los miembros de la familia en toda actividad que realicen, pues es parte de su
misión el atestiguar el amor de su familia y el amor de Cristo por los otros en
medio de su cotidianeidad. No es un imposible, es algo que la Iglesia reconoce
como un carisma, dice la FC «A este cometido les habilita su carisma y
don propio, el don del sacramento del matrimonio».
El documento presenta una lista
de cuestiones positivas que alimentan a la familia, entre ellas: mayor atención
a la calidad de vida, la dignidad de la mujer, la espiritualidad; al mismo
tiempo marca una serie de aspectos negativos: el divorcio, el aborto, la
autoridad, etc. Pero aquel que llama la FC “la
base de esos efectos negativos”, es el equivocado enfoque a la libertad,
que pareciera al casarse muchos creen que es el aniquilamiento de su persona o
de la otra en cuanto lo que es, cuando en realidad es la toma de consciencia de
la felicidad que se deriva de «realizar la verdad del proyecto
de Dios sobre el matrimonio y la familia». Es por tanto la pareja testimonio de la verdad de Dios, que no es otra
que el Amor Eterno que Él es.
El documento presta atención a dos situaciones particulares: el deseo
de la unión civil que se aleja de la obligación de los bautizados a “desposarse en el Señor” y por otro lado
la celebración del Sacramento del Matrimonio movidos no por una fe viva sino
por otras razones. Llama entonces a la consciencia de los fieles a retomar el
valor y la dignidad del Sacramento, a la luz de las diversas situaciones que
puedan presentarse.
Hacia el final de la I Parte la FC dedica un espacio a la reflexión de
la necesidad de la “Sabiduría” en el
mundo actual y especialmente en la familia. Pero no es una sabiduría
“abstracta” es una que permita la promoción humana, en todo lo amplio que este
concepto es. Pero para ello es necesario que las familias se unan a aquel que
es Sabiduría Divina, pues solo así con esa alianza han de lograr iluminar sus
espacios en aquello que Dios realmente desea, por ello afirma Juan Pablo II «es únicamente en la fidelidad a
esta alianza como las familias de hoy estarán en condiciones de influir
positivamente en la construcción de un mundo más justo y fraterno».
Las II Parte del documento se titula “El designio de Dios sobre la Familia y el Matrimonio”, e inicia su
reflexión con lo fundamental, el hombre y la mujer son llamados al Amor, es su
vocación fundamental; y lo son porque Dios es Amor y vive en una comunión de
Amor (La Trinidad). Esta expresión de Amor se da de dos formas en la Iglesia,
por el Matrimonio y por la Vida Consagrada, dice la FC «Tanto el uno como la otra, en su forma propia, son
una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su “ser imagen de
Dios”».
La castidad matrimonial, fruto de la fidelidad de los esposos se da
cuando estos se donan más allá de lo biológico cuando de “modo verdaderamente humano” se entregan uno a otro hasta la
muerte. Esto es posible únicamente en la Sacramento del Matrimonio lugar de
libre elección en el que hombre y mujer aceptan la “comunidad íntima de vida y amor querida por Dios mismo”.
El centro de la Revelación es que: Dios ama a su pueblo. Así cuando
hombre y mujer se declaran su amor pronuncian esas “palabras vivas” que les pone en comunión con Dios de forma que su
unión se vuelve en imagen del Amor de Dios por su pueblo. El amor de Dios por
nosotros es el ejemplo del Amor que debe existir entre los esposos. Pero este
amor halla su definitivo modelo en Cristo que ama su Iglesia, dando su vida por
ella, por el Espíritu Santo hombre y mujer son capaces de amarse como Cristo a
la Iglesia y «El amor
conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente,
la caridad conyugal, que es el modo propio y específico con que los esposos
participan y están llamados a vivir la misma caridad de Cristo que se dona
sobre la cruz».
Entre otras cosas lo anterior lleva a la Iglesia a decir una frase que
a los que viven ya el Matrimonio han de leer con atención y a los que al
sacramento se encaminan les ayudará en su reflexión, dice Juan Pablo II «Los esposos
son por tanto el recuerdo permanente, para la Iglesia, de lo que acaeció en la
cruz; son el uno para el otro y para los hijos, testigos de la salvación, de la
que el sacramento les hace partícipes. De este acontecimiento de salvación el
matrimonio, como todo sacramento, es memorial, actualización y profecía; “en
cuanto memorial, el sacramento les da la gracia y el deber de recordar las
obras grandes de Dios, así como de dar testimonio de ellas ante los hijos; en
cuanto actualización les da la gracia y el deber de poner por obra en el
presente, el uno hacia el otro y hacia los hijos, las exigencias de un amor que
perdona y que redime; en cuanto profecía les da la gracia y el deber de vivir y
de testimoniar la esperanza del futuro encuentro con Cristo”»
Finalmente la II Parte refiriéndose a “La comunión de
personas” ha de recordar la responsabilidad
de los padres de ser signo visible del Amor de Dios para sus hijos, cuando
los haya. Recordando que el matrimonio y la familia edifican la Iglesia «La familia humana, disgregada por
el pecado, queda reconstituida en su unidad por la fuerza redentora de la muerte y resurrección de Cristo. El matrimonio cristiano,
partícipe de la eficacia salvífica de este acontecimiento, constituye el lugar
natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana en la
gran familia de la Iglesia»
Da para
muchísimo más, no hago más que presentar algunas reflexiones, que quizás ayuden
en nuestro deseo de profundizar o quizás en la reflexión.
Paz y Bien
JAVC.
Nota: En cursiva lo que se ha tomado literalmente del
documento.
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