Este próximo 27
de abril llegará una fecha muy esperada por la Iglesia, la canonización del
Beato Juan XXIII, Papa que en el año 1959 convocó al Concilio Vaticano II,
lamentablemente tal canonización ha pasado casi desapercibida por el furor de
la que recibirá ese mismo día el Beato Juan Pablo II, más contemporáneo a la
mayoría de la población católica actual y por tanto más llamativa, y bueno en
Costa Rica con el sazón de que el milagro que se atribuye a su intercesión y
que fue validado para la elevación a los altares del Papa polaco se dio acá.
Pero en medio
del silencio, quisiera poder dedicar algunas palabras para exponer algo de la
vida de Angelo Guiseppe Roncali (Juan XXIII), no olviden ese apellido Roncali, a él me referiré en algunas
ocasiones y lo iré relacionando con algunos Papas, entre paréntesis ubicaré las
fechas de sus papados y otras para tenerlas de referencia. Nacido en Lombardía Italia en 1871, nace apenas un año
después de que se suspendiese el Concilio Vaticano I convocado por el entonces
Papa Pio IX (Beato. 1846-1878). Roncali
es ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, hizo sus estudios sacerdotales
durante el pontificado del gran reformador social León XIII (1878-1903) y es
ordenado bajo el papado de Pio X (Santo. 1903-1914). Después de una larga y
fructífera vida como sacerdote, reconocido por su bondad y cercanía con el
pueblo, el 19 de marzo de 1925 es llevado al orden episcopal y desde ese
momento iniciaría trabajos en diferentes lugares de Europa, en 1953 Pio XII
(1939-1958) le hace cardenal y en 1958 es nombrado Obispo de Roma, asumiendo el
nombre de Juan XXIII, inspirado por el nombre de su padre, el del patrono de su
ciudad y finalmente el evangelista.
Las fechas y los
personajes citados en el párrafo anterior no son simple coincidencia, pues para
comprender las motivaciones de Juan XXIII para la convocatoria del Concilio
Vaticano II es imprescindible comprender el contexto socio-religioso en que
desarrolla su pastoral sacerdotal, para ello me permitiré resumirle en dos
aspectos: condiciones sociales y condiciones eclesiales.
Condiciones sociales
Como se dijo Roncali nace (1871) durante el papado
de Pio IX (Beato. 1846-1878) habiéndose
recién suspendido el Concilio Vaticano I (1870) de paso un concilio sumamente
convulso, que desde el inicio pretendía establecer la infabilidad papal, como
bien lo conseguiría a pesar de las oposiciones; otros logros del Vaticano I fueron
el replanteamiento de la curia romana alrededor de la infabilidad y el papel de
los obispos así como algunos conceptos novedosos de eclesiología que quedaron
recogidos en el documento “De ecclesia”;
otro aporte del Concilio Vaticano I será el documento “Dei Filius” una primera apertura en temas de Sagrada Escritura y de
Revelación. Roncali hará su
preparación teológica estudiando esta visión de Iglesia, pero con una
influencia aún soberana del Concilio de Trento (1545-1563) nacido de la reforma
protestante de Lutero, desde Trento no se había convocado otro concilio hasta
el Vaticano I (1869), son muchos años de una misma línea doctrinal que no
cambiaría rápidamente. Vaticano I se suspende (1870), dicen los expertos (cf.
Alberigo) porque en mucho ya su fin se había logrado “la infabilidad” y por
otro lado por los problemas políticos de la naciente nación italiana. En todo
caso Roncali será formado en la
escuela de Trento y del naciente Vaticano I.
Sin embargo esto
sería el menor de los temas, durante su formación sacerdotal Roncali verá nacer la Doctrina Social
de la Iglesia (DSI) primero con algunos aportes de Pio IX (Beato.1846-1878)
que tomará postura contra el comunismo y el socialismo (recordemos que para
esta época Carlos Marx publicaba su manifiesto comunista) algunos documentos de
Pio IX al respecto son: Qui pluribus
(1849) Quibus quantisque (1849) y Nostis et nobiscum (1849) sin embargo
será con el impresionante aporte del papa León XIII (1878-1903) que la DSI
iniciará un proceso profundo de reflexión, en donde el tema no era solamente el
comunismo sino la ya evidente industrialización (iniciada en el S. XVIII) y la
forma de hacer comulgar todo ello con la doctrina de la Iglesia. León XIII
corona su magisterio social con la Encíclica “Rerum novarum” (1891) un paso a favor de la clase obrera y un
llamado de atención al naciente capitalismo y a las luchas contra el comunismo,
pero este fue solo el resultado de más de 8 documentos diferentes sobre la
justicia social. Roncali asume toda
esta realidad social en medio de su formación sacerdotal y no puede menos que
calar en su pastoral.
A partir de la Rerum Novarum la DSI se inserta en el
corazón de la Iglesia y así los cambios sociales se dejan impregnar por esta y
viceversa. La llegada del siglo XX trajo acontecimientos fundamentales para la
sociedad del joven sacerdote Roncali:
la I Guerra Mundial (1914-1918), la revolución bolchevique en Rusia (1917) y el
desplome de la Bolsa de Nueva York (1929) con todas sus implicaciones sociales
junto al desarrollo capitalista y las luchas comunistas. Para entonces entra en
escena otro reformador social de la Iglesia Pio XI (1922 -1939) quien publicará
la impresionante “Quadragesimo anno”
(1931) en el cual se hace un homenaje al 40 aniversario de la Rerum Novarum pero a la vez se toma
posición frente al desarrollo del capitalismo y el comunismo. Para estas fechas
en que Pio XI luchaba contra las injusticias sociales Roncali ya era obispo y empezaba a consolidar su magisterio. El
período de 1938 a 1959 verá el nacimiento de la II Guerra Mundial y de la
Guerra Fría, habrá que rescatar de Pio XII (1939-1958) el discurso “La solennitá” (1941) conmemorando el
50 aniversario de la Rerun Novarum y atacando
los problemas sociales eminentes, para esta fecha Roncali ya había madurado su ministerio episcopal y para 1953 será
nombrado cardenal por el mismo Pio XII.
De forma muy
somera, los anteriores párrafos nos ayudan a ubicarnos en medio del convulso
escenario social en el que Roncali
se va desarrollando y formando, muchos más aspectos se dieron pero en aras de
la brevedad, considerémoslo suficiente.
Condiciones eclesiales
Como hemos
mencionado Roncali se forma a la luz de un Concilio de Trento (1545-1563) aún
vigente a pesar del ya suspendido Concilio Vaticano I (1871), esto presupone
una Iglesia en medio de una profunda reflexión sobre sí misma, Trento en medio de
los avances que produjo atrincheró a la Iglesia y la refugió dentro de sí misma
para defenderse de los ataques Luteranos, el Vaticano I salvo algunas
excepciones sobre todo en la constitución “Dei
Filius” había fortalecido la posición de la Iglesia frente a la sociedad y
“sus riesgos sociales”, sobre todo desde la promulgación de la “Infabilidad
Papal”. Sin embargo el haberle puesto “fin cronológico” al magisterio de Trento
y la no conclusión del Vaticano I no podía pasar desapercibido. Dos movimientos
paralelos que de alguna forma ya se venían gestando tomarán fuerza a lo interno
de la iglesia: el movimiento bíblico y el movimiento litúrgico.
El movimiento
bíblico, muy en resumido es un proceso que inicia hacia 1890 ante los riesgos del gran desarrollo que la teología
protestante estaba teniendo en la sociedad, haciendo llegar la Escritura a
todas las personas y en su lengua oficial y conformando círculos de estudios
protestantes en Europa. Ante ello en 1893 León XIII (1878-1903) promulga la “Providentissiumus Deus” que da un nuevo enfoque al estudio de la
Biblia, algún algo apologético por nacer de la Dei Filius del Vaticano I, pero ciertamente fue la puerta que se
abrió para el estudio de la Biblia en la Iglesia Católica. De hecho ya en 1880
el mismo León XIII había abierto los archivos vaticanos para la investigación y
en 1902 creó la Comisión Bíblica en el Vaticano. Debido a algunos abusos de los
modernistas Pio X (Santo. 1903-1914) publicó la encíclica Pascendi (1904) que replegó un poco la apertura que se traía, a
pesar de que crea el Instituto Bíblico (1904) fue intransigente con el
desarrollo teológico. Sin embargo para entonces un grupo de jóvenes había
conformado un grupo llamado “Acción Católica” movimiento que buscaba junto al
movimiento bíblico el que los seculares pudiesen accesar y estudiar la Biblia;
a partir de la llegada de Benedicto XV (1914-1922) este movimiento contó con el
apoyo de prácticamente todos los papas, Benedicto XV promulgará la encíclica “Spiritus Paraclitus” (1920) sobre las
enseñanzas bíblicas de San Jerónimo, Pio XII (1939-1958) promulgará la “Divino Afflante Spiritu” (1943) para la
correcta interpretación teológica de los textos ante el riesgo del alegorismo
protestante que calaba en algunos católicos. Como todo, cuando al laico se le
dan (regresan más bien) potestades que de por sí siempre ha tenido, el
movimiento bíblico conto con una seria oposición de una parte del clero,
oposición que poco lograría. Toda esta apertura al tema del estudio de la
Biblia irá calando en la consciencia de Roncali
quien ve que a lo interno de la Iglesia se gesta una idea de cambio, que no se
vio satisfecha por el Vaticano I.
Por otro lado y
en paralelo al movimiento bíblico, se encuentra el movimiento litúrgico. Trento
había alejado la liturgia del pueblo, la había mantenido bajo el esquema rígido
del latín y de la ritualidad “absurda” (opinión personal) sobre todo a partir
de la intervención de Carlo Magno (s. X) y sus ideas de unificación de la
cultura usando la Liturgia como elemento para ello. Desde entonces la Liturgia
empezó a alejar al pueblo pero no el deseo de esto por poder ser más activo en
la liturgia; los primeros pasos se dieron en Francia con el monje Gueranger
entre 1850 y 1875 con sus ideales de acercar a liturgia, posterior a ello se
vinieron una serie de intentos (variados personajes) por lograr reformar la
liturgia de cara a las necesidades palpables de la Iglesia. Pero las luchas del
movimiento litúrgico se verán coronadas en el papado de Pio X (Santo.1903-1914)
quien realiza una reforma parcial en el Oficio Divino y en el calendario
mientras que Pio XII (1939-1958) publicó la “Mediator
Dei” (1947) y la “Musicae Sacrae
disciplina” (1955), restauró la Semana Santa y autorizó el uso de lenguas
vernáculas en la misa y en los Sacramentos, con lo que se abrió paso a cambios
fundamentales. Mientras todo esto sucedía Roncali
seguía asimilando todos los cambios que se gestaban.
Detener tanta convulsión
Los últimos años
del S.XIX y los primeros 58 años del siglo XX habían significado para la
Iglesia un verdadero “dolor de cabeza” (en buen sentido) por todos los movimientos
internos que se presentaban; con el Vaticano I la Iglesia perdió la estabilidad
“imperial” pues se enfrentó a la llamada “cuestión romana” es decir la unidad
de Italia y la perdida de los Estados Pontificios que redujo el papel
“político” del Papa, afectado de por si ya desde la Revolución Francesa
(1789-1799); esa estabilidad “imperial” la había gozado casi desde que se le
dejo de perseguir con el edicto de Milán del 313 y de su oficialización por
Teodosio en el 380. Ahora finalizando el siglo XIX era una Iglesia expuesta,
cuestionada por el modernismo, el racionalismo y la ilustración, en medio de
cambios sociales, comunismo, industrialización y capitalismo, y con un
movimiento laical que despertaba, así, las cosas ya no eran iguales; para
terminar de complicar el tema, el papado de Pio XII había sido larguísimo de
1939 a 1958, y además un papa abierto al cambio (como se ha visto por sus
posturas ante el movimiento bíblico y el litúrgico) y con una sensibilidad
social impresionante en medio de la guerra; para la Iglesia era necesaria una
pausa, se creyó en un papa de corto tiempo y bajo perfil que “bajara las
revoluciones”, por ello las miradas se volvieron sobre un cardenal italiano de
77 años, de talante bondadoso y tranquilo, su nombre Angelo Guiseppe Roncali. Y así fue y en 1958 sería
electo papa y elegiría el nombre de Juan XXIII.
Ciertamente su
papado fue corto, llegó hasta 1963, en eso los cardenales electores acertaron;
sin embargo la elección no fue tan atinada, pues en 1959 el papa bondadoso y
tranquilo convocaría a nada más y nada menos que un Concilio, muchos creyeron
al inicio que para finalizar la tarea inconclusa del Vaticano I, la sorpresa
sería máxima cuando aclaró que no era esa la intención, que este era un
Concilio Vaticano II y que llamaba a la Iglesia a un “aggiornamiento” es decir
a volver a las fuentes… ¡Tamaña Sorpresa! dio el Papa bondadoso, en lugar de
ser un tiempo de calma después de tanta convulsión, se vino el cambio
definitivo, después de esto la Iglesia no sería jamás la misma.
Juan XXIII quien
había vivido el nacimiento y la consolidación de la Doctrina Social de la
Iglesia, que vivió de cerca el nacimiento de los movimientos bíblicos y
litúrgicos, supo entender que la Iglesia debía responder no solo a esos cambios
sino a lo que vendría; conocía bien Trento y Vaticano I pero tuvo la sensatez y
humildad de reconocer que no era suficiente. Juan XXIII supo leer en el tiempo
y la historia que si la Iglesia quería continuar siendo parte activa de la
sociedad debía responder a los cambios, pero no cambiando en esencia sino
volviendo a esta. En sus predecesores supo encontrar las pistas del cambio que
se venía, leyó con sumo cuidado el Magisterio de cada Papa anterior a él, y
propuso a la Iglesia un camino nuevo para que ese cambio fuese fructífero, Juan
XXIII dirigió a la Iglesia hacia el oasis que necesitaba para enfrentar los
convulsos años que vendrían, esa decisión valiente y sabia de 1959 ha permitido
a la Iglesia seguir navegando hasta hoy, y por eso este próximo 27 de abril
será canonizado.
Como todo grande, nunca vio los frutos de su
trabajo, Juan XXIII inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962 y morirá el
03 de junio de 1963 “a medio camino”, pero sin saberlo marcó el destino de la
Iglesia Católica para siempre. Otras de sus obras magisteriales reconocidas
(sin ser las únicas) son: Mater et
Magistra (1961) y Pacem in terris
(1963).
La obra del Concilio no finalizó con su muerte,
Giovanni Batista Montini fue electo papa y asumió el nombre de Pablo VI
(1963-1978) y aunque se creyó que no daría continuidad al Concilio, fue todo lo
contrario, le dio continuidad, lo reforzó y lo terminó. Algún día han de
beatificarle al menos, y me gustaría poder verlo.
Juan XXIII como he tratado de exponerlo fue un
hombre con la sabiduría y el talante para dirigir a la Iglesia a la senda de un
cambio que era necesario y quizás - no tan convenientemente evidente- para
algunos de la época, supo leer los cambios sociales, bíblicos, litúrgicos,
eclesiológicos y pastorales que la Iglesia requería, hombre de oración, en ella
encontró la valentía para tomar tan magna decisión.
No se ha de negar que la decisión de Juan XXIII
encontró y sigue encontrando hoy detractores dentro de la misma Iglesia, que le
han calificado de “hereje” al considerar que el Vaticano II hizo “otra iglesia”
diferente a la anterior y que por tanto no es la Iglesia original, es un tema
soso de discutir y le dejamos esas majaderías a los medievales y tridentinos
modernos que siguen soñando con un imperio (eclesiológico) romano universal.
¡Buena Suerte!
Hoy a las puertas de su canonización habrá que
reconocer que lejos está la Iglesia de ser la Iglesia que el Concilio propuso,
sin embargo igual debe considerarse que algo ha cambiado, falta mucho
ciertamente por cambiar aún, -el poder- sigue siendo el amo que esclaviza, y
Francisco bien lo está leyendo (aunque como a Juan XXIII algunos ya lo empiezan
a tachar de “hereje”), pero en la justa dimensión esta canonización es el
reconocimiento de que Juan XXIII vio el futuro de la Iglesia en la sociedad y
no a la sociedad en la Iglesia y los cambios operados hasta hoy van en esa vía.
Elevar a los altares a Juan XXIII es reconocer que el cambio era y es necesario
para esta Iglesia sedienta de volver a las fuentes.
¿Qué ha visto Francisco?
Juan XXIII fue beatificado en el 2000 por un
milagro a una monja italiana en 1966, sin embargo aunque muchos milagros están
en estudio, Francisco ha decidido canonizarlo sin la comprobación de un segundo
milagro. Esto es posible porque el Papa tiene esa potestad y así lo explica el
Secretario Lombardi “Un milagro es una
visión teológica de la Iglesia, la prueba, la demostración del poder de
intercesión, y la confirmación por parte de Dios de la santidad de una persona,
pero no es un dogma de fe que de alguna manera sea necesario" […]
"Por ejemplo, los mártires son beatificados sin milagro alguno, lo que
quiere decir que los milagros por tradición y teología se dan comúnmente
pedidos, pero no es una necesidad absoluta" [1]
Pero, no
deja de ser llamativo. No voy a detenerme en el análisis, lo cierto es que
Francisco está dando un mensaje: la Iglesia del Concilio es la Iglesia que se
requiere, canonizar a Juan XXIII por sobre la norma, es mostrar que el Concilio
trae cosas nuevas que superan lo tradicional, aunque tantos y tantas se sigan
resistiendo. No es cualquier canonización, les dejo el detalle para su
reflexión.
Juan XXIII el papa que comprendió la necesidad del
Concilio.
JAVC
[1]
http://www.teinteresa.es/religion/Juan-XXIII-santo-mialgro-reconocido_0_1002500257.html