"En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios, todo se hizo por ella y sin ella nada se hizo"Jn 1,1-3b

domingo, 20 de abril de 2014

Juan XXIII el Papa que comprendió la necesidad del Concilio


Este próximo 27 de abril llegará una fecha muy esperada por la Iglesia, la canonización del Beato Juan XXIII, Papa que en el año 1959 convocó al Concilio Vaticano II, lamentablemente tal canonización ha pasado casi desapercibida por el furor de la que recibirá ese mismo día el Beato Juan Pablo II, más contemporáneo a la mayoría de la población católica actual y por tanto más llamativa, y bueno en Costa Rica con el sazón de que el milagro que se atribuye a su intercesión y que fue validado para la elevación a los altares del Papa polaco se dio acá.

Pero en medio del silencio, quisiera poder dedicar algunas palabras para exponer algo de la vida de Angelo Guiseppe Roncali (Juan XXIII), no olviden ese apellido Roncali, a él me referiré en algunas ocasiones y lo iré relacionando con algunos Papas, entre paréntesis ubicaré las fechas de sus papados y otras para tenerlas de referencia. Nacido en  Lombardía Italia en 1871, nace apenas un año después de que se suspendiese el Concilio Vaticano I convocado por el entonces Papa Pio IX (Beato. 1846-1878). Roncali es ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904, hizo sus estudios sacerdotales durante el pontificado del gran reformador social León XIII (1878-1903) y es ordenado bajo el papado de Pio X (Santo. 1903-1914). Después de una larga y fructífera vida como sacerdote, reconocido por su bondad y cercanía con el pueblo, el 19 de marzo de 1925 es llevado al orden episcopal y desde ese momento iniciaría trabajos en diferentes lugares de Europa, en 1953 Pio XII (1939-1958) le hace cardenal y en 1958 es nombrado Obispo de Roma, asumiendo el nombre de Juan XXIII, inspirado por el nombre de su padre, el del patrono de su ciudad y finalmente el evangelista.

Las fechas y los personajes citados en el párrafo anterior no son simple coincidencia, pues para comprender las motivaciones de Juan XXIII para la convocatoria del Concilio Vaticano II es imprescindible comprender el contexto socio-religioso en que desarrolla su pastoral sacerdotal, para ello me permitiré resumirle en dos aspectos: condiciones sociales y condiciones eclesiales.

Condiciones sociales

Como se dijo Roncali nace (1871) durante el papado de Pio IX (Beato. 1846-1878)  habiéndose recién suspendido el Concilio Vaticano I (1870) de paso un concilio sumamente convulso, que desde el inicio pretendía establecer la infabilidad papal, como bien lo conseguiría a pesar de las oposiciones; otros logros del Vaticano I fueron el replanteamiento de la curia romana alrededor de la infabilidad y el papel de los obispos así como algunos conceptos novedosos de eclesiología que quedaron recogidos en el documento “De ecclesia”; otro aporte del Concilio Vaticano I será el documento “Dei Filius” una primera apertura en temas de Sagrada Escritura y de Revelación. Roncali hará su preparación teológica estudiando esta visión de Iglesia, pero con una influencia aún soberana del Concilio de Trento (1545-1563) nacido de la reforma protestante de Lutero, desde Trento no se había convocado otro concilio hasta el Vaticano I (1869), son muchos años de una misma línea doctrinal que no cambiaría rápidamente. Vaticano I se suspende (1870), dicen los expertos (cf. Alberigo) porque en mucho ya su fin se había logrado “la infabilidad” y por otro lado por los problemas políticos de la naciente nación italiana. En todo caso Roncali será formado en la escuela de Trento y del naciente Vaticano I.

Sin embargo esto sería el menor de los temas, durante su formación sacerdotal Roncali verá nacer la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)  primero con algunos aportes de Pio IX (Beato.1846-1878) que tomará postura contra el comunismo y el socialismo (recordemos que para esta época Carlos Marx publicaba su manifiesto comunista) algunos documentos de Pio IX al respecto son: Qui pluribus (1849) Quibus quantisque (1849) y Nostis et nobiscum (1849) sin embargo será con el impresionante aporte del papa León XIII (1878-1903) que la DSI iniciará un proceso profundo de reflexión, en donde el tema no era solamente el comunismo sino la ya evidente industrialización (iniciada en el S. XVIII) y la forma de hacer comulgar todo ello con la doctrina de la Iglesia. León XIII corona su magisterio social con la Encíclica “Rerum novarum” (1891) un paso a favor de la clase obrera y un llamado de atención al naciente capitalismo y a las luchas contra el comunismo, pero este fue solo el resultado de más de 8 documentos diferentes sobre la justicia social. Roncali asume toda esta realidad social en medio de su formación sacerdotal y no puede menos que calar en su pastoral.

A partir de la Rerum Novarum la DSI se inserta en el corazón de la Iglesia y así los cambios sociales se dejan impregnar por esta y viceversa. La llegada del siglo XX trajo acontecimientos fundamentales para la sociedad del joven sacerdote Roncali: la I Guerra Mundial (1914-1918), la revolución bolchevique en Rusia (1917) y el desplome de la Bolsa de Nueva York (1929) con todas sus implicaciones sociales junto al desarrollo capitalista y las luchas comunistas. Para entonces entra en escena otro reformador social de la Iglesia Pio XI (1922 -1939) quien publicará la impresionante “Quadragesimo anno” (1931) en el cual se hace un homenaje al 40 aniversario de la Rerum Novarum pero a la vez se toma posición frente al desarrollo del capitalismo y el comunismo. Para estas fechas en que Pio XI luchaba contra las injusticias sociales Roncali ya era obispo y empezaba a consolidar su magisterio. El período de 1938 a 1959 verá el nacimiento de la II Guerra Mundial y de la Guerra Fría, habrá que rescatar de Pio XII (1939-1958) el discurso “La solennitá” (1941) conmemorando el 50 aniversario de la Rerun Novarum y atacando los problemas sociales eminentes, para esta fecha Roncali ya había madurado su ministerio episcopal y para 1953 será nombrado cardenal por el mismo Pio XII.

De forma muy somera, los anteriores párrafos nos ayudan a ubicarnos en medio del convulso escenario social en el que Roncali se va desarrollando y formando, muchos más aspectos se dieron pero en aras de la brevedad, considerémoslo suficiente.

Condiciones eclesiales

Como hemos mencionado Roncali se forma a la luz de un Concilio de Trento (1545-1563) aún vigente a pesar del ya suspendido Concilio Vaticano I (1871), esto presupone una Iglesia en medio de una profunda reflexión sobre sí misma, Trento en medio de los avances que produjo atrincheró a la Iglesia y la refugió dentro de sí misma para defenderse de los ataques Luteranos, el Vaticano I salvo algunas excepciones sobre todo en la constitución “Dei Filius” había fortalecido la posición de la Iglesia frente a la sociedad y “sus riesgos sociales”, sobre todo desde la promulgación de la “Infabilidad Papal”. Sin embargo el haberle puesto “fin cronológico” al magisterio de Trento y la no conclusión del Vaticano I no podía pasar desapercibido. Dos movimientos paralelos que de alguna forma ya se venían gestando tomarán fuerza a lo interno de la iglesia: el movimiento bíblico y el movimiento litúrgico.

El movimiento bíblico, muy en resumido es un proceso que inicia hacia 1890 ante los riesgos  del gran desarrollo que la teología protestante estaba teniendo en la sociedad, haciendo llegar la Escritura a todas las personas y en su lengua oficial y conformando círculos de estudios protestantes en Europa. Ante ello en 1893 León XIII  (1878-1903) promulga la “Providentissiumus Deus” que da un nuevo enfoque al estudio de la Biblia, algún algo apologético por nacer de la Dei Filius del Vaticano I, pero ciertamente fue la puerta que se abrió para el estudio de la Biblia en la Iglesia Católica. De hecho ya en 1880 el mismo León XIII había abierto los archivos vaticanos para la investigación y en 1902 creó la Comisión Bíblica en el Vaticano. Debido a algunos abusos de los modernistas Pio X (Santo. 1903-1914) publicó  la encíclica Pascendi (1904) que replegó un poco la apertura que se traía, a pesar de que crea el Instituto Bíblico (1904) fue intransigente con el desarrollo teológico. Sin embargo para entonces un grupo de jóvenes había conformado un grupo llamado “Acción Católica” movimiento que buscaba junto al movimiento bíblico el que los seculares pudiesen accesar y estudiar la Biblia; a partir de la llegada de Benedicto XV (1914-1922) este movimiento contó con el apoyo de prácticamente todos los papas, Benedicto XV promulgará la encíclica “Spiritus Paraclitus” (1920) sobre las enseñanzas bíblicas de San Jerónimo, Pio XII (1939-1958) promulgará la “Divino Afflante Spiritu” (1943) para la correcta interpretación teológica de los textos ante el riesgo del alegorismo protestante que calaba en algunos católicos. Como todo, cuando al laico se le dan (regresan más bien) potestades que de por sí siempre ha tenido, el movimiento bíblico conto con una seria oposición de una parte del clero, oposición que poco lograría. Toda esta apertura al tema del estudio de la Biblia irá calando en la consciencia de Roncali quien ve que a lo interno de la Iglesia se gesta una idea de cambio, que no se vio satisfecha por el Vaticano I.

Por otro lado y en paralelo al movimiento bíblico, se encuentra el movimiento litúrgico. Trento había alejado la liturgia del pueblo, la había mantenido bajo el esquema rígido del latín y de la ritualidad “absurda” (opinión personal) sobre todo a partir de la intervención de Carlo Magno (s. X) y sus ideas de unificación de la cultura usando la Liturgia como elemento para ello. Desde entonces la Liturgia empezó a alejar al pueblo pero no el deseo de esto por poder ser más activo en la liturgia; los primeros pasos se dieron en Francia con el monje Gueranger entre 1850 y 1875 con sus ideales de acercar a liturgia, posterior a ello se vinieron una serie de intentos (variados personajes) por lograr reformar la liturgia de cara a las necesidades palpables de la Iglesia. Pero las luchas del movimiento litúrgico se verán coronadas en el papado de Pio X (Santo.1903-1914) quien realiza una reforma parcial en el Oficio Divino y en el calendario mientras que Pio XII (1939-1958) publicó la “Mediator Dei” (1947) y la “Musicae Sacrae disciplina” (1955), restauró la Semana Santa y autorizó el uso de lenguas vernáculas en la misa y en los Sacramentos, con lo que se abrió paso a cambios fundamentales. Mientras todo esto sucedía Roncali seguía asimilando todos los cambios que se gestaban.

Detener tanta convulsión

Los últimos años del S.XIX y los primeros 58 años del siglo XX habían significado para la Iglesia un verdadero “dolor de cabeza” (en buen sentido) por todos los movimientos internos que se presentaban; con el Vaticano I la Iglesia perdió la estabilidad “imperial” pues se enfrentó a la llamada “cuestión romana” es decir la unidad de Italia y la perdida de los Estados Pontificios que redujo el papel “político” del Papa, afectado de por si ya desde la Revolución Francesa (1789-1799); esa estabilidad “imperial” la había gozado casi desde que se le dejo de perseguir con el edicto de Milán del 313 y de su oficialización por Teodosio en el 380. Ahora finalizando el siglo XIX era una Iglesia expuesta, cuestionada por el modernismo, el racionalismo y la ilustración, en medio de cambios sociales, comunismo, industrialización y capitalismo, y con un movimiento laical que despertaba, así, las cosas ya no eran iguales; para terminar de complicar el tema, el papado de Pio XII había sido larguísimo de 1939 a 1958, y además un papa abierto al cambio (como se ha visto por sus posturas ante el movimiento bíblico y el litúrgico) y con una sensibilidad social impresionante en medio de la guerra; para la Iglesia era necesaria una pausa, se creyó en un papa de corto tiempo y bajo perfil que “bajara las revoluciones”, por ello las miradas se volvieron sobre un cardenal italiano de 77 años, de talante bondadoso y tranquilo, su nombre Angelo Guiseppe Roncali. Y así fue y en 1958 sería electo papa y elegiría el nombre de Juan XXIII.

Ciertamente su papado fue corto, llegó hasta 1963, en eso los cardenales electores acertaron; sin embargo la elección no fue tan atinada, pues en 1959 el papa bondadoso y tranquilo convocaría a nada más y nada menos que un Concilio, muchos creyeron al inicio que para finalizar la tarea inconclusa del Vaticano I, la sorpresa sería máxima cuando aclaró que no era esa la intención, que este era un Concilio Vaticano II y que llamaba a la Iglesia a un “aggiornamiento” es decir a volver a las fuentes… ¡Tamaña Sorpresa! dio el Papa bondadoso, en lugar de ser un tiempo de calma después de tanta convulsión, se vino el cambio definitivo, después de esto la Iglesia no sería jamás la misma.

Juan XXIII quien había vivido el nacimiento y la consolidación de la Doctrina Social de la Iglesia, que vivió de cerca el nacimiento de los movimientos bíblicos y litúrgicos, supo entender que la Iglesia debía responder no solo a esos cambios sino a lo que vendría; conocía bien Trento y Vaticano I pero tuvo la sensatez y humildad de reconocer que no era suficiente. Juan XXIII supo leer en el tiempo y la historia que si la Iglesia quería continuar siendo parte activa de la sociedad debía responder a los cambios, pero no cambiando en esencia sino volviendo a esta. En sus predecesores supo encontrar las pistas del cambio que se venía, leyó con sumo cuidado el Magisterio de cada Papa anterior a él, y propuso a la Iglesia un camino nuevo para que ese cambio fuese fructífero, Juan XXIII dirigió a la Iglesia hacia el oasis que necesitaba para enfrentar los convulsos años que vendrían, esa decisión valiente y sabia de 1959 ha permitido a la Iglesia seguir navegando hasta hoy, y por eso este próximo 27 de abril será canonizado.

Como todo grande, nunca vio los frutos de su trabajo, Juan XXIII inauguró el Concilio el 11 de octubre de 1962 y morirá el 03 de junio de 1963 “a medio camino”, pero sin saberlo marcó el destino de la Iglesia Católica para siempre. Otras de sus obras magisteriales reconocidas (sin ser las únicas) son: Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963).

La obra del Concilio no finalizó con su muerte, Giovanni Batista Montini fue electo papa y asumió el nombre de Pablo VI (1963-1978) y aunque se creyó que no daría continuidad al Concilio, fue todo lo contrario, le dio continuidad, lo reforzó y lo terminó. Algún día han de beatificarle al menos, y me gustaría poder verlo.

Juan XXIII como he tratado de exponerlo fue un hombre con la sabiduría y el talante para dirigir a la Iglesia a la senda de un cambio que era necesario y quizás - no tan convenientemente evidente- para algunos de la época, supo leer los cambios sociales, bíblicos, litúrgicos, eclesiológicos y pastorales que la Iglesia requería, hombre de oración, en ella encontró la valentía para tomar tan magna decisión.

No se ha de negar que la decisión de Juan XXIII encontró y sigue encontrando hoy detractores dentro de la misma Iglesia, que le han calificado de “hereje” al considerar que el Vaticano II hizo “otra iglesia” diferente a la anterior y que por tanto no es la Iglesia original, es un tema soso de discutir y le dejamos esas majaderías a los medievales y tridentinos modernos que siguen soñando con un imperio (eclesiológico) romano universal. ¡Buena Suerte!

Hoy a las puertas de su canonización habrá que reconocer que lejos está la Iglesia de ser la Iglesia que el Concilio propuso, sin embargo igual debe considerarse que algo ha cambiado, falta mucho ciertamente por cambiar aún, -el poder- sigue siendo el amo que esclaviza, y Francisco bien lo está leyendo (aunque como a Juan XXIII algunos ya lo empiezan a tachar de “hereje”), pero en la justa dimensión esta canonización es el reconocimiento de que Juan XXIII vio el futuro de la Iglesia en la sociedad y no a la sociedad en la Iglesia y los cambios operados hasta hoy van en esa vía. Elevar a los altares a Juan XXIII es reconocer que el cambio era y es necesario para esta Iglesia sedienta de volver a las fuentes.

¿Qué ha visto Francisco?

Juan XXIII fue beatificado en el 2000 por un milagro a una monja italiana en 1966, sin embargo aunque muchos milagros están en estudio, Francisco ha decidido canonizarlo sin la comprobación de un segundo milagro. Esto es posible porque el Papa tiene esa potestad y así lo explica el Secretario Lombardi “Un milagro es una visión teológica de la Iglesia, la prueba, la demostración del poder de intercesión, y la confirmación por parte de Dios de la santidad de una persona, pero no es un dogma de fe que de alguna manera sea necesario" […] "Por ejemplo, los mártires son beatificados sin milagro alguno, lo que quiere decir que los milagros por tradición y teología se dan comúnmente pedidos, pero no es una necesidad absoluta" [1]

 Pero, no deja de ser llamativo. No voy a detenerme en el análisis, lo cierto es que Francisco está dando un mensaje: la Iglesia del Concilio es la Iglesia que se requiere, canonizar a Juan XXIII por sobre la norma, es mostrar que el Concilio trae cosas nuevas que superan lo tradicional, aunque tantos y tantas se sigan resistiendo. No es cualquier canonización, les dejo el detalle para su reflexión.

Juan XXIII el papa que comprendió la necesidad del Concilio.

JAVC

[1] http://www.teinteresa.es/religion/Juan-XXIII-santo-mialgro-reconocido_0_1002500257.html